Actualizado hace 2 años – Publicado el 21 de mayo de 2015
Os dejamos aquí el artículo publicado hoy en el periódico digital Noticias 21 por Noemí Góngora, trabajadora social de Málaga Acoge. Podéis verlo aquí en su ubicación original.
La necesidad de construir lugares de intercambio donde compartir resistencias ante modelos hegemónicos está cada vez más presente entre todas las personas que nos encontramos en los márgenes. Por mujeres, por precarias, por migrantes, por diversas funcionales. Por disidentes sexuales. Y parece que, también, por hombres que se quedan fuera de esa producción en serie de virilidades privilegiadas con las que algunos cada vez se identifican menos.
Uno de esos espacios de encuentro tan necesarios donde cruzar experiencias vividas que han marcado su construcción de “lo masculino” y donde la composición de miradas brinda siempre otros posibles se ha materializado entre un grupo de hombres migrantes de la Asociación Málaga Acoge. Durante dos mañanas, 11 hombres procedentes de ocho nacionalidades distintas (Marruecos, Chile, Argentina, Nigeria, Argelia, Venezuela, Colombia y Brasil), con edades comprendidas entre los 20 y 55 años, han analizado, repensado y debatido sobre infinitos modelos de masculinidad.
Esta iniciativa, promovida por el Área Social de la entidad, es fruto de la demanda de todos ellos, de la necesidad de visibilizar cómo atraviesa a cada uno de ellos su masculinidad impuesta. Hombres con distintas religiones o carentes de ella. Hombres, algunos, de raza negra. Unos padres y otros no. Todos migrantes, en desempleo y sin recursos económicos. En definitiva: todos diferentes y todos iguales. Hombres en tiempos de crisis y en tierra de nadie. Supuestamente privilegiados por pertenecer al grupo dominante (los hombres) pero excluidos por no dar el perfil de varón occidental al que obligan a aspirar a cualquier hombre: blanco, heterosexual, de clase media, joven y triunfador en el trabajo. Y ya se sabe, cuando el pensamiento crítico se pone a funcionar, suceden muchas cosas.
A lo largo de los dos encuentros ha habido de todo. Resistencias a perder privilegios como hombres, decepciones ante la evidencia de la manipulación que el patriarcado ejerce también sobre ellos, contradicciones y sentimientos encontrados, identificación con otros modelos con los que se han sentido más libres… Y sobre todo, hombres ejerciendo su hombría en soledad, unidos tan solo por la máscara de la masculinidad. Han sido muchos los temas trabajados que han propiciado al grupo la posibilidad de repensar la posición y el papel de los hombres en la actualidad. Vulnerabilidad, emociones mutiladas, sexualidades impuestas, ética de los cuidados, consecuencias del modelo de masculinidad sobre supsique y su salud. ¿Dónde queda todo esto cuando un hombre debe ser fuerte, no debe mostrar sentimientos, ha de exponerse a constantes riesgos y está obligado a ser “protector” en lugar de cuidar y ser cuidado?
Desde el inicio del taller, donde se utilizan algunas actividades sencillas para generar un clima de confianza y un conocimiento entre los asistentes, existe un denominador común: la dura crítica de todos sobre la repercusión que el arquetipo masculino tiene en sus cotidianos.
Todos acompañan su presentación con la verbalización de malestares relacionados con la ausencia de empleo y/o recursos suficientes. Se evidencia desde un primer momento cómo la crisis estructural atraviesa a cada uno de ellos y hace que se tambaleen sus roles masculinos y por tanto su identidad de género. Esa identidad también es cuestionada por un modelo masculino que les discrimina doblemente y les conduce a los márgenes, no solo por ser migrantes alejados del “ideal occidental”, si no por no poder alcanzar ni mantener las múltiples exigencias del “ser hombre”.
De hecho, ellos mismos apuntan el esfuerzo y los costes personales que les genera tener que fingir ser ese hombre a lo largo de toda su vida. “Se es macho por contagio”, comentaba uno de ellos. “Con este modelo de ser hombre muchos se enriquecen y se perpetúan en el poder”, apuntaba otro. Multitud de reflexiones de los participantes que nos conducen a pensar la necesidad que tiene el sistema de reproducir viralmente masculinidades puestas a disposición del capitalismo.
Sin embargo, existen algunos aspectos que son también tónica general dentro del grupo, y que nos dan pistas sobre las herramientas del patriarcado para perpetuarse. Así, les cuesta renunciar a determinados privilegios propios de su género, relacionados con el uso de los espacios, el manejo de los tiempos personales y la posición de poder que desempeñan especialmente dentro del ámbito familiar. Argumentan en ocasiones, para evitar dicha renuncia, los derechos generados por el ejercicio de sus responsabilidades. Y, por otro lado, les es complicado ver con claridad que existe una relación directa entre la educación que reciben desde niños y los comportamientos y roles que desempeñarán después como adultos. De ahí que a las mujeres su rol de cuidadoras les facilite expresar emociones y sentimientos, mientras que a los hombres generalmente excluidos de ese rol y con el mandato de no mostrarse vulnerables les sea mucho más difícil.
De todo ello se deriva que la palabra feminismo siga siendo una amenaza para casi todos, sin darse cuenta de que en realidad no están tan lejos de empatizar con ella. Denominan ciertas actitudes machistas como tóxicas, añoran los vínculos entre hombres basados en los cuidados, evidencian mecanismos de control invisibles. Reivindican la necesidad de articular un discurso basado en la equidad entre unos y otros. Y apuestan por la construcción de identidades menos normativas donde todos quepan. En definitiva, lo que los feminismos llevan haciendo siglos.
Esta experiencia, tal vez, haya servido para que algunos hombres desactiven bloqueos, construyan nuevas identidades que no estén basadas en la negación de las femeninas y reflexionen sobre los costes de sus privilegios. Pero también para que se hagan conscientes de la existencia de una cultura altamente masculinizada, conozcan las ventajas del funcionamiento cooperativo frente al competitivo y, por lo menos, se muestren más permeables ante posibles modelos alternativos de masculinidad.
Es el principio del camino, ahora habrá que seguir trabajando para que focalicen la mirada en el verdadero enemigo, que no es otro que este sistema machista que nos hace infelices a casi todos y todas (aunque haya quienes no sepan ponerle nombre), que genera desigualdad y condena a la subalternidad que nos condena a vivir en una sociedad piramidal y que, sobre todo, no nos deja habitar nuestros cuerpos en libertad.
La implicación de los hombres como agentes de cambio social y la participación activa junto a las mujeres -que tanto camino llevan recorrido- será fundamental y determinante para la consecución de una sociedad equitativa donde la condición de género, clase o raza se convierta en una mera anécdota cada vez más difusa. Un paradigma social donde la diversidad se convierta en lo viral.
Proyecto “Intervención Integral con Mujeres en el Ámbito Familiar”, ejecutado en el marco de la federación Andalucía Acoge y subvencionado por la Secretaría General de Inmigración y Emigración (Ministerio de Empleo y Seguridad Social) y cofinanciado por el Fondo Europeo de Integración.
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