por Mar Tello*
Zandra forma parte del grupo de Dinamizadoras comunitarias en prevención de violencias machistas y se formó para ello en la sede de Málaga Acoge de La Axarquía. Nuestra compañera Noemí Góngora es la técnica que realiza esta formación en la que a lo largo de varias sesiones dota a las participantes de herramientas para detectar y combatir todo tipo de violencias machistas.
Además, gracias a este programa se tejen redes personales de colaboración muy valiosas entre las mujeres. Zandra es una de ellas y hemos querido entrevistarla para que nos hable del proceso de transformación que supone esta experiencia. Cuando nos habla de ello vemos a una mujer entusiasta y de mirada poderosa. Es el poder que dan la seguridad y la confianza en una misma. Zandra, ¿de dónde eres y cuánto tiempo llevas en España?
Soy ecuatoriana y de muy pequeña me trasladé con mi familia a la ciudad de Guayaquil, que es de donde me siento. Llegué a España en 2002 y dos años más tarde entré en contacto con Málaga Acoge. El motivo de mi traslado a España fue buscar un nuevo comienzo tras haber sufrido maltrato por parte del padre de mis hijos. Cuando llegué aquí empecé a trabajar como interna en una casa cuidando a una persona mayor. Necesitaba trabajar, pero las condiciones eran muy duras, casi de explotación y, además, no me hicieron contrato alguno. En cuanto pude irme de allí lo hice. Mi hijo y mi hija se quedaron con mi familia y vinieron a España algo después cuando mi situación mejoró. Hoy ya tienen 25 y 21 años.
¿Qué supuso para ti hacer la formación de dinamizadora comunitaria?
Me abrió los ojos a las diferentes violencias que se ejercen contra las mujeres. Me vi reflejada en los machismos que había sufrido y que ni siquiera los había identificado como tales, aprendí muchísimo y lo que ahora sé, ya no tiene vuelta atrás. Cuando ahora visito mi país, por ejemplo, lo miro todo con las gafas moradas puestas. Observo la forma en la que se relacionan allí algunas parejas y detecto comportamientos machistas, pero mis comentarios no siempre son bien recibidos. La formación ha supuesto para mí un cambio radical en mi manera de ver las cosas. Además, las actividades que llevamos a cabo son muy interesantes. Me encantó, por ejemplo, ver con las otras mujeres la película senegalesa «Madame Brouette» en la que se narra la vida de una mujer que también sufrió maltrato.
Además, entre nosotras se crean vínculos, aunque ¡me encantaría hacer aún más cosas con mis compañeras! Siempre las estoy animando.
La formación ha supuesto un cambio radical en mi manera de ver las cosas. Lo miro todo con las gafas moradas
¿Cómo reaccionan otras mujeres cuando les cuentas tu experiencia o les dices qué comportamientos machistas no debemos tolerar?
Unas reaccionan mejor que otras. A mí también me hubiera gustado haber tenido esta formación antes de casarme y tener hijos. Tras mi experiencia de maltrato tardé unos seis años en volver a establecer relaciones con otro hombre. Siempre estaba a la defensiva, pero ahora me siento fuerte, no dejo pasar ni una.
¿Qué sentimiento te produce estar junto a otras mujeres que han hecho esta formación?
Es una sensación magnífica. Somos conscientes de nuestros derechos, sabemos que estar en una relación no supone en absoluto tener que aguantar. Me gusta mucho compartir las experiencias con ellas.
¿Cómo imaginas en ese aspecto el futuro de tu hija?
Cuando mi hija tuvo la edad suficiente, le conté por qué tuve que marcharme de Ecuador y cuál fue mi experiencia de maltratos con su padre, con el que no tienen ningún contacto. Mi hija es una mujer empoderada que me dice que soy su inspiración. Tiene carácter de líder, es fuerte y no aceptaría ningún tipo de maltrato. Estudia Trabajo social, siempre tuvo un sentido de la justicia muy elevado. Mi hijo también tiene una visión feminista del mundo, pero él aún tiene mucho que aprender.
*Mar Tello es voluntaria del Área de Comunicación de Málaga Acoge