Victoria, Eduardo y su hija Sara* son de Lechería, una ciudad de Venezuela que, dicen, se parece mucho a Fuengirola, con el mismo paisaje de mar y el paseo, aunque las olas no rompen allá con tanta fuerza y el agua es más cálida. En octubre hará un año que llegaron a España porque quieren salir adelante y poder ofrecerle un futuro mejor a su pequeña de 6 años. Desde el pasado mayo viven en uno de los pisos de acogida que gestionamos en Fuengirola.
“Si tengo que describir cómo me siento hoy, diría que estoy feliz de haber nacido en Venezuela y que soy afortunada de haber escogido España como país de acogida”, asegura Victoria, que no es su nombre real sino el que ella eligió para la entrevista. Este viernes están en Málaga para recoger la tarjeta roja de su hija, que empieza primero de Primaria y está algo contrariada por haber tenido que faltar a clase. Y es que “está ansiosa por ir al colegio”, según cuenta Eduardo, su padre.
Ambos son licenciados en Administración y trabajaban en el área de seguros en Venezuela. Desde que llegaron han participado en distintas formaciones y cursos online. “Yo he hecho cuatro, pero Eduardo llevará como veinte porque termina uno y empieza otro”, cuenta ella sobre su marido que ha empezado en un empleo hace unos días como comercial de seguros en El Corte Inglés.
Antes de llegar a Málaga pasaron un tiempo en Madrid y el comienzo no fue fácil : “necesitábamos ayuda, no teníamos dinero, nos estafaron tratando de alquilar una habitación”, recuerda Victoria, y al revivirlo se le aguan los ojos de la emoción. Con el apoyo de Cruz Roja encontraron la tranquilidad que necesitaban durante los cinco meses previos a su llegada a Málaga. De pelo rubio recogido en una cola y camiseta azul marino con volantes, Victoria recuerda cuando llegaron a en la estación de tren: “Nos recibió Alejandra (compañera de Málaga Acoge), me llamó por mi nombre, me abrazó y entonces empecé a sentir que estábamos seguros de nuevo. En el piso sentimos la paz y la seguridad que necesitamos”.
Durante los tres primeros meses en España, Victoria quería regresar a su país. Allí – dice- dejó a tres hijas mayores y a su madre, que le dice que regrese. A día de hoy, ella le responde que no, que va “luchar por traerla a España porque nosotros nos merecemos vivir como se vive aquí” y agrega que será “completamente feliz” cuando tengan aquí al resto de la familia.
Mientras Eduardo arranca en su nuevo empleo, Victoria está embarcada en un proyecto con un amigo venezolano. Hizo un curso de coaching y ahora está terminando uno de oratoria. “Quiero ser conferencista y estoy preparando un trabajo final acerca del duelo migratorio porque detrás de la migración hay mucho dolor y se habla poco de ello”.
La unión y complicidad entre Victoria y Eduardo y la madurez de Sara, resuelta y habladora, saltan a la vista al poco de conocerles. En Madrid los dos fueron voluntarios de la Cruz Roja, él orientando en materia de Empleo y Recursos Humanos, ella en tareas administrativas e involucrada en talleres de apoyo a mujeres. Tienen muy claro que el programa de protección internacional les brinda un acompañamiento: “Yo no me quiero quedar en el piso los 18 meses, que es el tope. Nosotros nos pusimos de límite hasta diciembre y a partir de ahí podemos hacerlo solos”, dice Victoria con rotundidad.
Eduardo, sonriente, camisa roja con flores blancas, siente que fueron “afortunados” por llegar a España en avión frente a las personas que se juegan la vida en las pateras o migran huyendo de guerras. “Fuimos afortunados por cómo llegamos, por la forma en la que nos han recibido. Las puertas que se cerraron se tenían que cerrar y se abrieron otras maravillosas para nosotros”, asegura, al tiempo que destaca el apoyo psicológico, social y laboral que les brinda nuestro equipo de protección internacional.
Desde que llegaron a Málaga han participado en muchas actividades organizadas por la entidad como la Olla comunitaria por el Día de la Persona Refugiada, impulsada junto a otras asociaciones en nuestra sede de calle Ollerías o los talleres de arteterapia el pasado verano. En la sesión de danza Navegando por la igualdad, Sara decía que quería ser bailarina. Sus padres le han comprado unos patines y por las tardes bajan con ella al parque. También suelen ir a la playa y a Mijas pueblo, que a Victoria le encanta. El pasado 8 de septiembre se celebró en Lechería, como también en Mijas, el Día de la Virgen de la Peña. Victoria me muestra en su móvil una foto en la que aparecen muchas barcas en procesión en el mar. También me enseña una imagen de un atardecer en el paseo marítimo de la ciudad.
“Es increíble cómo se ha adaptado Sara”, valora su madre. “A veces le pregunto si le gusta más España o Venezuela y me responde que ella es feliz, que quiere quedarse aquí y que vamos a traernos pronto a toda la familia. Hace que se me salten las lágrimas”.
El apoyo a esta familia se inscribe en nuestro programa Acción Concertada de Acogida e Inclusión social de personas solicitantes de Protección Internacional que llevamos a cabo con el apoyo del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones Dirección General de Gestión del Sistema de Acogida de Protección Temporal (Subdirección de Programas de Protección Internacional)
*Los nombres son ficticios y elegidos por ellos mismos para preservar su intimidad.