Os dejamos aquí el artículo ‘Ser mujer’ publicado por Dunia Hamed, técnica del Área Social de Málaga Acoge, en el diario La Opinión de Málaga dentro de la columna ‘Málaga Solidaria’, que se publica cada sábado en dicho periódico. Podéis verlo aquí en su ubicación original.
A pesar que las mujeres constituimos el 51 por ciento de la población mundial, en pleno siglo XXI seguimos sufriendo discriminación en diferentes ámbitos de nuestra vida cotidiana: laboral, económica, religiosa… Fruto de una sociedad machista y patriarcal que poco a poco va dando pasos tímidos, pero fuertes, hacia el cambio social. Algunos de esos pasos los intentamos impulsar desde Málaga Acoge interviniendo con grupos de mujeres a través de un proyecto desarrollado en Torre del Mar y Fuengirola con mujeres inmigrantes.
Una iniciativa en la que buscamos huir de una visión etnocéntrica de la realidad, esa que queda reflejada en que las necesidades de las mujeres con las que trabajamos las defina la entidad o el personal técnico. Al contrario, trabajamos de un modo holístico e integral, intentando abrir cauces y vías de reflexión sobre aquellas cosas que como mujeres les afectan e interesan.
Proporcionamos información y asesoramiento sobre aquellas cuestiones que demandan las usuarias; pero fundamentalmente fomentamos su autonomía y responsabilidad a la hora de realizar los cambios que ellas –y no la técnica de referencia– consideran necesarios para llegar al lugar donde ellas desean estar. Y ello se consigue, sobre todo, escuchándolas. Por ello, intentamos que las decisiones sean consensuadas. Respetando en todo momento los ritmos de la persona, que no tienen por qué ser los mismos que los nuestros. Se trata de un ejercicio de respeto al otro que no siempre es fácil, pero sí necesario si queremos que las mujeres se sientan valoradas.
Aunque parezca una obviedad, en estos 18 meses que llevamos desarrollando el proyecto hemos constatado lo que todos ya sabemos: las mujeres inmigrantes sufren una triplemente discriminación. Como mujer, como inmigrante y como mujer e inmigrante. Y como estamos hartos de leer en los medios de comunicación, sujetas a jornadas de trabajo dentro y fuera del hogar interminables. Muchas de ellas son conscientes de ello y tímidamente alzan la voz y protestan cuando se les proporciona el foro adecuado. A otras, las circunstancias personales que sufren les hacen no pensar en ello. Pero no nos confundamos: no pensar en algo no quiere decir que no exista y que no haga sufrir.
Más allá de datos puramente numéricos, lo distintivo que tiene este proyecto es que ofrece a las mujeres, entre otras cosas, un espacio de desahogo emocional. Un lugar difícil de encontrar ante unos recursos públicos cada vez más saturados y con escasez de personal. Unos Servicios Sociales en su mayoría convertidos en dispensadores de recursos –cuando los hay– pero sin tiempo para intervenir de modo integral con las personas. Porque, como humanos, nuestra forma de entender la vida y lo que nos acontece es la suma de muchos factores: nuestra educación, lo que hemos vivido, nuestras decisiones, nuestra cultura, y un largo etcétera.
Cada persona es un mundo en sí mismo y esa es la filosofía que subyace en nuestra forma de trabajar. Cada mujer es única y como tal se la considera. No entendemos otra forma de promover el cambio social. Por ello, también fomentamos la creación de redes de autoayuda que puedan suplir la carencia de apoyo familiar que caracteriza a estas mujeres así como la participación en los movimientos asociativos de su entorno.
Y, aunque trabajemos con mujeres en situación de vulnerabilidad social, nunca debemos pensar que son personas débiles: nada más lejos de la realidad. Son fuertes, mucho más de lo que ellas se imaginan y de lo que la sociedad y el entorno que las rodea les hacen creer. En un mundo cada vez más empeñado en resaltar las diferencias y en convertir al vecino en enemigo, nuestro proyecto busca todo lo contrario, crear lazos entre nosotras, echando mano de lo que tenemos en común: ser mujer.
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