Hamza salió a los 17 años de su casa en Settat, cerca de Casablanca, sin decir nada a su familia. No le hubieran dejado marchar. Llegó en una patera junto a otros jóvenes a la isla de Las Palmas donde estuvo unos meses en un centro de menores hasta la mayoría de edad. Hoy vive en Málaga junto a otros chavales que acompañamos en la casa Jose Antonio Rojo, uno de los pisos de acogida para jóvenes extutelados que gestionamos. Estudia en el instituto, trabaja aquí y allá, y lo que quiere es arreglar sus papeles para poder tener un empleo «todos los días». Le gustaría ser peluquero.
-Madre, que estoy aquí en España. Hamza llamó a su familia cuando la patera en la que partió de Dejla llegó a orillas canarias en noviembre de 2020. «Tardamos tres días en llegar, mucho tiempo. No duermes nada, no tienes comida», recuerda Hamza. Compartió la travesía con diecisiete amigos. «Tengo un vídeo, mira, aquí estamos», dice mostrándome en su móvil las imágenes de los jóvenes en alta mar, sonrientes, uno de ellos con un pañuelo blanco alrededor de la cabeza.
Puntual, con un abrigo negro que no se quita para la entrevista, Hamza cuenta que vive desde octubre de 2023 en nuestra vivienda de acogida junto a otros seis jóvenes. Antes durmió muchos meses en la calle, en el coche de un amigo. «La casa es bonita, los chicos son todos buena gente y nos organizamos bien», asegura. Cada tarde, va a clase al Instituto Vicente Espinel (Gaona) donde estudia primero de enseñanza secundaria para personas adultas. Lo que más le gusta, apunta, son las matemáticas. Lo que menos, el inglés. Habla un poco de francés y le encanta, apunta, hablar español.
El mayor de seis hermanos, cuenta que su padre está enfermo y que si ha venido a Málaga es para trabajar y apoyar a su familia. «Trabajo en la cafetería de una marroquí y recogiendo chatarra. Por las tardes voy a clase». Se formó como mozo de almacén en un curso de Bancosol y para abril le gustaría hacer otra formación de Comercio y Almacén y que incluye prácticas en empresas. Hamza no mantiene el contacto con los chicos con los que vino a España, salvo con uno que, dice, ha logrado regularizar su situación a través del arraigo por formación.
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«Málaga Acoge me ha ayudado a arreglar mis papeles, a trabajar, y a tener un piso», valora Hamza, que conoció la asociación a través de otros chicos. Málaga le gusta «mucho», también la música de Morad, y salir con su novia, a la que conoció en Málaga. Sonríe cuando lo cuenta y busca una foto de ella en su móvil para mostrarme. También me enseña una de su hermano de 14 años, en su casa en Marruecos. En su salvapantallas, la imagen de una bebé, su sobrina, hija de una de sus hermanas, vestida de rosa.
Cuenta que habla con su madre unas dos veces a la semana y que les envía algo de dinero cuando puede. Con 20 años, lo que más desea ahora es regularizar su situación para poder tener un empleo. «Si no tienes papeles tienes problemas para trabajar«, concluye.
El acompañamiento a Hamza y el resto de chavales en la casa José Antonio Rojo se enmarca en nuestro proyecto Apoyo a menores procedentes de centros de protección de menores, que impulsamos en colaboración con el Área de Derechos Sociales, Igualdad. Accesibilidad, Políticas inclusivas y Vivienda del Ayuntamiento de Málaga.