Actualizado hace 10 meses – Publicado el 4 de abril de 2022
Hace un mes que vive en el piso de acogida que Málaga Acoge gestiona en Mijas. Alejandra (que prefiere ocultar su verdadero nombre) es abogada y en 2019 dejó atrás Venezuela junto a sus dos hijos. «Para nadie es un secreto la difícil situación económica y social en mi país», explica. También las amenazas por cuestiones políticas y problemas con su pareja le llevaron a tomar la decisión de comenzar una nueva etapa en España. Asegura que ahora está tranquila: «Los niños se sienten como en su casa, en su espacio. Y yo le digo a mi mamá: mira, tengo paz».
Llega puntual a la entrevista a la sede de Fuengirola junto a su hijo de 12 años. Él viene con un carrito para llevarse de vuelta al piso de acogida algunas cosas que le da nuestra compañera Rosalía. Antes de llegar a Málaga, Alejandra vivió en otra provincia andaluza.
«Yo le dije a mi mamá en Venezuela: mamá, me voy a ir. No tengo paz. Era la primera vez que salía de mi casa. Sabía que iba comenzar de cero y que todo comienzo es difícil, pero intentarlo no cuesta nada. Tuve que vender mis cosas para poder traer dinero».
También licenciada en gestión ambiental, la de en medio de tres hermanos, aún no ha podido convalidar su título de Bachiller porque no hubo tiempo de apostillarlo en su país. Allí trabajó en una empresa siderúrgica supervisando a cientos de trabajadores. «Pero en Venezuela, lo que ganas en un mes no te alcanza para hacer una compra, llevar al niño al Mc Donald o ir al cine. Y luego está la inseguridad -mis hijos llegaron a presenciar robos a punta de pistola-. Caes en un agotamiento físico y mental».
Alejandra recuerda los primeros días en España y su peregrinaje por distintas entidades: «Llegué con unos zapatos deportivos me compré antes de montarme en el avión y se me rompieron de tanto caminar con mis hijos. Estuve en una asociación , en otra…».
Después de compartir casa con familiares una temporada, entró a vivir con sus hijos en una vivienda gestionada por CEAR tres días antes de empezar el confinamiento. «Compartimos esas semanas con más de medio centenar de personas de culturas y nacionalidades diferentes: colombianos, marroquíes, venezolanos… y eso me dio una lección de aprender a convivir«.
Una vez que le llegó la resolución por razones humanitarias temía encontrarse en la calle con sus dos hijos. «Tenía permiso de trabajo pero no un techo en el que vivir», afirma. Hizo un curso de atención sociosanitaria y trabajó tres meses y medio de interna en una casa cuidando a una persona mientras sus hijos se quedaban en casa de una amiga.
Tiempo después se trasladaron a Málaga a casa de una pareja con la que convivivieron durante ocho meses y de la que Alejandra tuvo que separarse por situación de maltrato. «Estos últimos meses empezó a beber y no me trataba bien. Conocía este tipo de conductas y patrones repetitivos con incremento de agresividad, así que me dije: esto no es para mí. Tengo que salir de aquí lo más pronto posible».
Hace más de un mes que salió de esa casa y actualmente comparte una vivienda con otras mujeres en la vivienda que mantenemos en Mijas. «Hemos entrado en el piso pero yo ya pienso en salir porque en cualquier momento me va a tocar: Mi expectativa ahora es trabajar, tener dinero en el bolsillo«.
Alejandra dice que está «mil por ciento agradecida porque existen organizaciones como Málaga Acoge, ya que son realmente un apoyo fundamental». Insiste en que su «intención no es llegar a este país para estirar la mano y deme. Esto es circunstancial. Hay momentos en los que se está arriba y momentos abajo. Pero yo me levanto».
El piso de acogida en el que vive Alejandra lo gestionamos en el marco del proyecto Sadhana para mujeres en situación de exclusión residencial en Mijas es una iniciativa que realizamos con apoyo del Ayuntamiento de Mijas y el Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) con el apoyo del Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes e Igualdad, Secretaría de Estado de Igualdad, y el Pacto de Estado en Materia de Violencia de Género.