Agustín Olías, voluntario y miembro de nuestra Junta Directiva escribe en nuestro espacio Málaga Solidaria de La Opinión de Málaga sobre su experiencia en la Mentoría Social con jóvenes en movimiento que desarrollamos en el marco de la línea con jóvenes impulsado por Incorpora La Caixa y la Fundación Cajasol. Puedes leerlo su en su ubicación original pinchando aquí
por Agustín Olías
Desde el principio de mi voluntariado en Málaga Acoge, hace ya más de cinco años, he estado trabajando como voluntario en su equipo de Comunicación y Sensibilización. Mi trabajo consiste en realizar entrevistas a nuestras personas usuarias, trabajadoras y hacer reportajes sobre los proyectos que la asociación acomete. Tras estos años de voluntariado tengo una idea más o menos clara de los diferentes grupos de personas a las que apoya entidad. Todos me merecen muchísimo respeto, pero cuando me ofrecieron la posibilidad de colaborar en el programa ‘Mentoría social para jóvenes procedentes del Sistema de Protección de Menores‘* no lo pensé ni un momento.
Pienso que los jóvenes extranjeros procedentes del sistema de protección de menores son, por una parte, un gran potencial para el futuro de nuestra sociedad; por otra, están en una complicadísima situación: suelen ser chavales que han llegado a nuestro país sin compañía de familiares, que cuando cumplen 18 años se ven obligados a abandonar el centro de acogida donde han recibido alojamiento, comida y formación. De pronto, se encuentran en la calle, teniendo que valerse por sí mismos sin casi ningún recurso. Es un colectivo muy expuesto a peligros diversos.
¿En qué consiste el proyecto de mentoría social? Recordemos que estos jóvenes llegaron sin familiares a España. Sus referentes adultos, ya sean familiares, maestros u otros conocidos, se quedaron en su país. Y ellos han ido creciendo sin esos referentes que les pueden servir de guía, apoyo o ayuda. El objetivo del proyecto es proporcionar al joven un referente adulto en Málaga durante un periodo acotado, con fecha de finalización: seis meses.
«Quiero pensar que le estoy ofreciendo alguna de las cosas que se esperan de un mentor: ayudarle a entender y desenvolverse en la sociedad en la que está viviendo […] Y, desde luego, puedo decir que él también me está enseñando a ser más abierto con personas muy diferentes, a entender actitudes o deseos muy lejos de mi realidad, en resumen, a ser mejor persona»
Como decía antes, al principio la idea me pareció muy interesante. Pero tras la exaltación anímica inicial, llegó el momento de pensarlo tranquilamente y me surgieron dudas: ¿Qué beneficios puede extraer de esta situación un joven que no me conoce? ¿Podré ser yo un buen referente?
¿Qué va a obtener el joven de esta experiencia? Un documento de la organización titulado 10 razones para hacer mentoría me ayudó a entender claramente los objetivos del proyecto, con frases como «ayudar al joven a continuar su itinerario educativo», «ayudarle a definir su proyecto profesional», «a relacionarse mejor con los demás y a construir una red social positiva», «aportar confianza, mejorar la autoestima y autonomía de los jóvenes» o «implicarles en actividades de tiempo libre saludables».
Todas mis dudas se fueron disipando tras varias reuniones que mantuvimos con la trabajadora responsable del proyecto en Málaga Acoge. Todo estaba muy definido: las obligaciones de cada figura, el análisis de los conflictos que podrían surgir entre ambos, los objetivos claros que el mentor asume y, también, las tareas que no debe asumir.
Un aspecto muy importante del proyecto es la selección tanto de los mentores como de los jóvenes, que deben cumplir unas determinadas condiciones para que se desarrolle con éxito. En el caso de los mentores, se realizaron varias reuniones personales y grupales con las trabajadoras responsables del proyecto, lo que posibilitó una selección adecuada.
Por otro lado, la situación de los jóvenes candidatos también fue analizada, para elegir a los más adecuados. Por ejemplo, debían ser jóvenes que ya estuviesen integrados en algún otro programa de Málaga Acoge, como puede ser el de vivir en un piso de acogida gestionado por la asociación. Es decir, jóvenes cuya situación personal y social estuviese enfocada y dirigida; si su objetivo primordial fuese sobrevivir al día a día, un proyecto de mentorización no serviría de mucho.
Lo cierto es que, tras casi cuatro meses de trabajo, mi relación con el joven seleccionado es buena, cordial. Nuestros encuentros semanales son variados, entretenidos, se ha establecido cierta confianza mutua. Quiero pensar que le estoy ofreciendo alguna de las cosas que se esperan de un mentor: ayudarle a entender y desenvolverse en la sociedad en la que está viviendo, a conocer mejor los recursos sociales, laborales, de salud o lo que pueda necesitar. También a incrementar su autoestima.
Y, desde luego, puedo decir que él también me está enseñando a ser más abierto con personas muy diferentes, a entender actitudes o deseos muy lejos de mi realidad, en resumen, a ser mejor persona.