Desde la última vez que hablamos con Marcela hace dos años, su vida ha cambiado mucho. El 31 de mayo de 2023 logró obtener por fin su permiso de trabajo, un hito muy esperado que abrió nuevas puertas para su estabilidad. Pero la alegría más grande llegó en marzo de 2025, cuando le fue concedida la nacionalidad española por residencia tanto a ella como a su hija Trinidad. “Ese momento fue indescriptible: mezcla de alivio, alegría y emoción contenida, porque detrás hubo muchas noches de desvelo, lágrimas calladas, trámites complejos y una enorme carga emocional que tuve que sostener sola”, confiesa.
Actualmente, Marcela y su hija viven en Benalmádena, en Arroyo de la Miel, en un piso pequeño cerca del colegio y la playa, una zona tranquila y llena de luz que les permite, según cuenta, encontrar su pequeño equilibrio a pesar de los sacrificios cotidianos. La biblioteca del pueblo, la piscina de la urbanización y las escapadas juntas a la playa o al cine conforman esos momentos sencillos y valiosos que, según ella, no se miden en dinero sino en la conexión y calma de caminar de la mano, conscientes de que lo están logrando juntas. “Málaga no solo es hermosa por su paisaje, sino sobre todo por su gente”, añade.
Marcela sigue trabajando en hostelería, aunque reconoce la dificultad que supone la conciliación laboral como madre sola. “Se han presentado oportunidades mejores económicamente, pero no las he podido tomar porque los horarios no me encajan con el cuidado de mi hija. Gracias a la vida he encontrado gente maravillosa que me apoya”, explica. “Las madres juntas y unidas somos invencibles”, recalca, reflejando la realidad de muchas mujeres que lideran sus hogares y deben enfrentar un sistema laboral aún poco adaptado a la maternidad.
La justicia social y el reconocimiento en la conciliación son temas que ella sigue reflexionando con frecuencia: “Cada vez que mi hija se enferma o tiene una cita médica siento que la sociedad aún no nos ve del todo”. A pesar del cansancio, persiste con dignidad, amor y esperanza impulsada por la fuerza y la sonrisa de su hija y el apoyo constante de su hijo mayor, que aunque vive lejos, mantiene viva la fe y aliento hacia ella. También destaca el cariño y la nostalgia de su madre, que la acompaña desde la distancia.
No puede faltar el agradecimiento sincero a Málaga Acoge, a cuyo equipo señala como fundamental en este proceso. “Me tendieron la mano justo cuando más lo necesitaba, con respeto, calidez y humanidad. Cada cita, cada puerta que crucé fue recibida con una sonrisa que me sostuvo. Cuando obtuve mi permiso de trabajo, lo primero que hice fue ir a Málaga Acoge, porque sabía que allí encontraría apoyo, y no me equivoqué. Son una parte fundamental de este camino”, valora con gratitud.
Para finalizar, Marcela comparte una reflexión profunda sobre la migración: “Migrar no es huir, es atreverse. Somos valientes que llegamos a un país diferente para adaptarnos, respetar y cumplir. En un mundo que se mueve, la inmigración legal y respetuosa enriquece a los países. Migrar no es imponer, es integrarse; no buscamos privilegios, sino oportunidades para sumar”. Un mensaje que revela tanto su experiencia personal como su compromiso con la sociedad que es su hogar.
Esta entrevista forma parte de una serie especial realizada por Málaga Acoge con motivo de nuestro 35 aniversario. A través de estas historias de vida, queremos visibilizar la fuerza, la determinación y la esperanza de las personas que acompañamos cada día. Sus testimonios reflejan el valor de la diversidad y la importancia de la solidaridad para construir una sociedad más justa e inclusiva. Gracias por acompañarnos en este recorrido y por celebrar con nosotros más de tres décadas de apoyo y nuevos comienzos.