Actualizado hace 10 años – Publicado el 8 de julio de 2013
Venezolana de 44 años, Mayerling Matute vivió hasta sus 36 años en el municipio de Baruta, en Caracas, la capital del país. Viajó a España hace ocho años con la intención de formar una familia y ahora tiene dos hijos. “Aquí estamos luchando mis niños y yo para salir adelante”, cuenta, algo que está intentando con una pequeña empresa de venta perritos calientes al estilo venezolano. Continuamos así desde Málaga Acoge la campaña Todas las piezas son importantes.
Entrevista a Mayerling Matute from Málaga Acoge on Vimeo.
¿Cómo le va?
Realicé un proyecto hace un par de años y me aprobaron una subvención para inicio de actividad y me traje unos carritos de Venezuela y comencé. Ahí nació la idea de que la empresa, que se llama Salchiparty, formara parte de los eventos que se realizaran acá. Cada vez hay menos fiestas grandes, menos fiestas privadas… Pero sí que estoy yendo a la feria de los pueblos de la Axarquía y he tenido muy buena recepción. Nosotros comemos los perritos calientes de forma de aquí: ensaladita, queso, diferentes salsas… Y hago todo tipo de perritos estilo venezolano, pero también algunos al estilo marroquí, mexicano… Todavía estoy en pañales con la empresa, no es nada fácil montar algo así.
Muchos trámites…
Sí, igual que para el tema de la documentación cuando llegué. Se me hizo muy difícil. Pasó mucho tiempo hasta que todo se solucionó y lo pasé limpiando, cuidando personas mayores… Lo que hacemos la mayoría de los que venimos de fuera. La verdad es que no me acostumbré mucho al principio por la diferencia de cultura, la comida… Hasta que decidí que tenía que integrarme bien: hice un curso de cocina gracias a los Asuntos Sociales y como mi curriculum de Venezuela no fue convalidado aquí, empecé a hacer otros muchos cursos, hasta que he ido haciendo el curriculum poco a poco. También intenté sacar Administración de Empresas, porque en Venezuela lo estudié, pero luego me quedé embarazada y lo tuve que dejar. También monté la Asociación Latinoamericana de la Axarquía, en vista a la complicación y la falta de información que hay para las personas de fuera respecto a los papeles, ya que en cada sitio te dicen una cosa muy diferente. Aunque ya no está funcionando.
¿Por qué?
Intentamos montar bien el trabajo de la asociación, pero no recibimos el apoyo de las entidades públicas. No teníamos local, las reuniones eran en cafeterías o salones prestados… Fue algo complicado y con la crisis muchas de las personas empezaron a dispersarse, a velar como es lógico por sus propios intereses y muchos regresaron a sus países o se han ido a otras ciudades a intentar buscarse un futuro.
Un momento complicado para todos…
A mí no se me hace muy difícil integrarme. Lo que pasa es que, claro, cuando vienes de un país y has estado dedicada a una actividad y llegas y tienes que hacer cosas que no has hecho jamás en tu vida, pues choca un poco y cuesta aceptar el hecho de que tienes que adaptarte. Cuando obtuve los papeles todo cambió, porque antes era la pescadilla que se mordía la cola: si no tienes trabajo, no tienes papeles; y si no tienes papeles, no tienes trabajo. Quizás las autoridades deberían manejar de otra manera el tema.
¿Y qué tal la vida en Vélez-Málaga?
Tengo un grupo encantador de amigos. Haber venido a Vélez-Málaga me ha consolidado con una cantidad de personas muy interesantes. Algunos españoles, otros son uruguayos y hay muchas nacionalidades. Y ocho años después de venir aquí tengo muy buena relación con muchos de ellos. Y cuando uno no tiene familia, ellos son la familia que tenemos aquí. En especial mi familia española me recibió como uno más de la familia, a mí y a mis hijos. Y les agradezco enormemente su ayuda.
Quizás dejar a la familia atrás sea lo más difícil de emigrar…
Realmente no es fácil. Han pasado ocho años y a pesar de la situación de Venezuela, yo extraño mi tierra y a mi gente. Sin embargo, desde aquí hago todo lo que puedo para permanecer unidos. Sí que extraño la tierra como tal, la comida… Aquí no puedes preparar todas las comidas de allí… Pero yo… Ver que todo lo que dejaste atrás valió la pena, es un esfuerzo, es algo que superas… Todo pasa y eso lo he superado: me he mentalizado de que mi familia está aquí y que mis raíces aunque estén allí, son las que estoy yo sembrando ahora.
Dice que tiene un buen grupo de amigos de diversas nacionalidades. ¿Cómo enriquece la diversidad a la sociedad?
El intercambio de culturas es muy importante. Y yo creo que las experiencias que traemos nosotros de nuestra tierra, podían enriquecer un poco aquí. Cuando trabajas allí en algún sitio, tienes una experiencia. Por ejemplo: yo allí trabajaba en el Área Social; y esa experiencia me permitió que algunas actividades que hice por la asociación fueran tomadas en cuenta y salieran bien. No porque vengamos de fuera no quiere decir que no entendamos las cosas. Y la experiencia profesional, política, gastronómica… Es espectacular y podemos aportar mucho y sacarle provecho entre todos. Hay gente con muchísimos valores que acá deberían ser tomados más en cuenta. Pero hay problemas con la convalidación de los títulos, por ejemplo, y eso desperdicia mucho ese valor y experiencia.
¿Ha tenido problemas por ser una persona inmigrante?
Sí que me he encontrado situaciones feas. Ha habido varias oportunidades, sobre todo cuando el famoso ‘por qué no te callas’, ya que tuve muchos problemas con algunas personas porque te etiquetan en algo que no conocen a fondo: ni la situación de cada país, ni la persona… Y son criterios muy ligeros y eso evidentemente crea un choque. Racismo como tal… muy poco. Pero sí es verdad que mucha gente piensa que uno viene aquí a quitarle la casa, sus hijos… A adueñarse de algo. Y no creo que ninguno vengamos con esa intención: cuando decidimos salir de nuestra tierra, ni siquiera sabíamos los riesgos que íbamos a correr. Y cuando ves que la realidad no es cómo te la pinta, dices: uff, la que me espera.