Liudmila llega andando a su clase de las once desde Ciudad Jardín. «Me gusta caminar», dice. Es de Domodédovo. «D, o,m, o, d..», deletrea despacio el nombre de la ciudad rusa de la que vino hace ocho meses con su marido y sus hijos de 6 y 10 años. La anoto en mi libreta: «Do-mo-dé-do-vo», leo, y ella sonríe cuando la pronuncio. Menuda, de cabello castaño y ojos brillantes, desde octubre aprende español en nuestro curso de Málaga en las instalaciones de la parroquia San Pablo, en la Trinidad. Su marido también empezó a asistir a nuestras clases por las tardes, pero ahora está trabajando.
«Me gusta mi profesora Lola y mis compañeras. Hay personas de muchos países, con diferentes idiomas, es interesante», afirma sobre las clases a la que asiste martes y jueves.
Durante la entrevista habla con pausas y mira hacia arriba buscando la palabra precisa. «Vinimos porque mi marido tenía un amigo aquí «, explica. Él se emplea en lo que puede: «hace de todo, arregla aires acondicionados y ahora hace trabajos de albañil». Sus hijos se han adaptado a Málaga, «están muy bien», les gusta ir al colegio y hacer actividades. «Mi hija baila danza moderna y mi hijo juego al voleibol», detalla.
En Rusia quedaron sus dos hermanos, Lidia y Sergio, y su madre, de 74 años. Con ellos mantiene mucho contacto: «Hablo con ellos todos los días. Mis hijos también hablan con mi madre y sus otros abuelos».
Antes de ser madre, Liudmila, de 48 años, trabajaba en Rusia como costurera de ropa en una empresa. Ahora en Málaga sigue haciendo algunos encargos para algunas compatriotas. » Me gusta coser ropa de mujer», apunta.
A Liudmila también le gusta cocinar. «En Rusia me gustaba hacer pan, pastel, pollo con patatas, ensaladas…». Pescado no, porque no le gusta el olor. En su país le dedicaba más tiempo a los fogones. «Aquí -lamenta- me falta un horno para hacer pan».
De Málaga cuenta que le encanta el clima, la playa y el mar. En el tiempo que lleva dice que no ha hecho aún amigas, pero afirma que sus hijos sí, que tienen muchos en el colegio. Los dos avanzan con el español. En su casa también procuran practicar el idioma. Ella lee libros en español con sus hijos. «Hay que repetir y repetir todos los días. Es muy difícil aprender rápido, son muchas palabras, mi memoria no da», afirma riéndose, aunque reconoce que entiende cada vez mejor.