Yelisex llegó a España un 26 de septiembre, una fecha que no olvida porque marcó el comienzo de una nueva etapa. En unos días se cumplirán tres años desde aquel viaje desde La Habana, del que vino acompañada por marido y sus dos hijos: su hija de 12 años y su hijo mayor, de 19, que va a cursar el bachillerato de adultos en el IES Pedro Espinosa de Antequera y más adelante quiere estudiar ingeniería de diseño industrial.
Es enfermera, y su esposo también lo es. Él es español nacido en Cuba, con abuelos procedentes de Galicia. Ya en 2011 pensaban en migrar antes de que naciera su hija, pero la realidad cubana les frenó: “Como éramos enfermeros, Cuba no nos dejaba salir. Desde que estábamos en cuarto de carrera estaba restringida la salida de profesionales”. Recuerda con claridad su graduación, con un sueldo de apenas 15 euros al mes, y una responsabilidad enorme: “Un enfermero para cuarenta pacientes. Se trabaja mucho y se cobra poco. Por eso todo el mundo busca salir”.
Su vocación por la enfermería estaba marcada por su propia historia familiar. Su madre era maestra y en los años 80 la familia vivía “una vida buena”. Su padre era topógrafo y su hermana, que estaba estudiando medicina le inspiró en cierta manera su vocación porque a veces le llevaba a la facultad y a las guardias médicas. Sin embargo, al terminar sus estudios, el deseo de irse de Cuba se hizo más fuerte: “Quería ir a un lugar donde pudiera trabajar y vivir de mi salario”.
En 2011 volvieron a intentarlo, alentados por la experiencia de una prima médico que había emigrado desde Venezuela, pero las puertas aún no se abrían. No fue hasta 2019 cuando pudieron tramitar la ciudadanía de su hija y dar inicio a un costoso proceso de homologación de estudios: “Nos costó 1.200 euros a cada uno obtener y legalizar los documentos de estudio, así como el título para iniciar el proceso de homologación en España”. La espera que debía durar 45 días se alargó dos años, de mayo 2019 hasta 2021.
Al llegar a España, la burocracia continuó. Les pidieron vida laboral y tuvieron que esperar otro año. En 2023, nuestra compañera Rosa les apoyó con todo el papeleo y en abril de 2025, por fin, llegó la ansiada homologación para ambos.
Considera que el papel de nuestra entidad ha sido fundamental. “El acompañamiento ha sido total” asegura Yelisex, recordando la orientación de Curro, abogado voluntario, a Finita, voluntaria española criada en Cuba, que la conectó con el grupo de cubanos de Antequera. Mientras esperaba sus documentos, Yelisex también fue voluntaria de Málaga Acoge en la sede de Antequera. Curro le consiguió la cita de residencia y le acompañó en todo el proceso. El permiso llegó rápido, a mes y medio de su solicitud, y con él las oportunidades laborales: primero en ayuda a domicilio, luego como auxiliar en una residencia, y desde septiembre como enfermera. Su esposo ha trabajado como enfermero allí mismo, cubriendo una baja hasta este mes de octubre.
Sabe que tendrá que buscar otro trabajo para completar horas, igual que su marido. Pero no siente nostalgia de Cuba: “Tenía tantos deseos de venir que no echo de menos. Ya no resistía seguir allí, esperando y esperando. Lo único que extraño son las playas”. Recuerda incluso el grupo de migrantes cubanos en Facebook donde se ayudaban mutuamente, y cómo lograron vender su casa antes de partir. Escogieron Antequera por ser un municipio grande y, pese a los alquileres altos, han encontrado aquí su lugar.
Cuenta que su gratitud es muy grande: Da gracias “primero a Dios porque sin él nada hubiera sido posible. Cuando aterricé en Madrid lloré, se me salían las lágrimas de ver la tierra de España, me dio mucha emoción. Aquí me han ayudado muchísimo. Haydee (una compañera ya jubilada) es un amor, nos hizo los primeros currículums, Rosa me consiguió empleo… todo el mundo. Ahora Gloria nos ha orientado mucho con el niño”.
También reconoce el apoyo de la comunidad cubana en Antequera y la Iglesia. “Nos sentimos acogidos”, dice. Insiste en mencionar a cubanos que le ayudaron mucho al llegar: Manolo y su familia, Finita y su familia, Anili, Yasdenis y Diego, así como el Centro Cristiano de Antequera con el pastor Miguel y Bernardo y los hermanos Paco, Manolo y Mari Carmen.
Aunque ahora no puede ser voluntaria por falta de tiempo, lo tiene claro: “Si tengo un día más tiempo libre, me gustaría volver”.