Actualizado hace 10 años – Publicado el 16 de febrero de 2013
Os dejamos aquí la tribuna de opinión publicada el sábado 16 de febrero de 2013 por Adela Jiménez, presidenta de Málaga Acoge, en el Diario SUR. Lo tenéis también en su contexto original pinchando aquí.
Málaga Acoge puso en marcha el año pasado la campaña Todas las piezas son importantes. Se trataba de subrayar el papel que cada cual tiene en la sociedad: personas de diferentes países, sectores, estudios o profesiones contaban su historia vital y su situación en Málaga. Curiosamente, algo presente en todas las entrevistas fue la visión de la sociedad malagueña: todos estaban maravillados con la atención y la ayuda de los malagueños para asentarse en su nueva etapa lejos de sus países. Lo decía Fang Fang Xia, directora académica del Instituto Chino de Málaga. También Ndubuisy Ojy, trabajador de Prodiversa, así como el profesor universitario mexicano José Luis Campos, la estudiante coreana Jieun Lee o el músico marroquí Med Ziani. Y Greg Mills, británico propietario de una tienda de bicicletas en Pedregalejo, lo resumía: «Málaga es el lugar ideal para empezar una nueva vida».
Quizás llevemos los malagueños en el ADN esa hospitalidad, esa apertura al extranjero, esas ganas de compartir y hacer sentir como en casa al que viene de fue ra. Así lo recoge también su escudo, con más de 500 años de historia, en su lema: ‘La primera en el peligro de la Libertad, la muy Noble, muy Leal, muy Hospitalaria, muy Benéfica y siempre Denodada Ciudad de Málaga’. Quizás por eso el Ayuntamiento de Málaga ha entendido la necesidad de ser hospitalarios con todas las personas y ha sido el prime ro en aprobar una moción institucional, aprobada de forma unánime por todos los partidos, que critica la reforma del Código Penal que estudia el Gobierno. Una re forma que criminaliza, así de claro, la solidaridad y la hospitalidad. Y que equipara a una persona que ayude a un inmigrante en situación administrativa irregular a un criminal, a un traficante de personas, por ejemplo. Y esa ayuda simplemente ha podido ser dar de comer o acoger en casa a una persona inmigrante.
El ejemplo de Málaga ha cundido ya en otras ciudades y va camino de seguir creciendo. Todo por conseguir detener el próximo debate de la reforma del Código Penal que, si entra en vigor, supondrá que las personas o instituciones que apoyen, ayuden o acojan en sus domicilios de forma altruista a las personas extranjeras en situación irregular que transiten por España serán considerados criminales. Serán detenidas, juzgadas y, en su caso, condenadas. No es más que una perversión del uso del Código Penal, del uso de las leyes no para legislar en favor de los ciudadanos, sino para cortar de raíz la base de los Derechos Humanos: la solidaridad. Se trata de un texto que busca únicamente restringir flujos migratorios y, sobre todo, estrechar la opresión sobre aquellos que se encuentran en peor situación. Y no sólo criminaliza a todo el colectivo de personas inmigrantes y nos los presenta y unifica como delincuentes, sino que también hace extensible esa criminalización al resto de la sociedad, al que tiene un gesto amable y solidario con su vecino que, por algún motivo, no tiene su situación administrativa regularizada. Algo que, recordemos, no es más que un papel, nada más.
De ahí que se hagan necesarias iniciativas como la que planteó hace semanas la plata forma Salvemos la Hospitalidad y que ahora, desde Málaga Acoge y la federación Andalucía Acoge, se ha impulsado a través de la web www.salvemoslahospitalidad.org. El espacio reunirá iniciativas, informaciones, materiales e incluso apoyo para que entidades sociales o ciudadanos de toda España puedan presentar la misma moción que aprobó el Ayuntamiento de Málaga en sus municipios. Se trata de un lugar que servirá de punta de lanza de un movimiento que busca ni más ni menos que salvar la solidaridad, de conseguir que ésta no sea perseguida, de dejar que la gente sea amable con sus vecinos. Ante tanto recorte, ante tanto retroceso de derechos, ante tanto mal ejemplo, pedimos al Gobierno que nos permita ser solidarios, que nos deje dar un plato de comida o una cama a aquellos con los que convivimos. Déjennos vivir en armonía, que, al menos, la convivencia sea buena. Que podamos ser, simplemente, hospitalarios.