Actualizado hace 10 años – Publicado el 22 de marzo de 2013
Reproducimos hoy, una jornada después del Día Internacional contra el racismo y la xenofobia, de dos artículos de opinión publicados en medios malagueños por Málaga Acoge. El primero es el de Adela Jiménez, presidenta de Málaga Acoge titulado Un peligroso camino y publicado en el diario Málaga Hoy. El segundo es el de Nacho Sánchez, técnico de comunicación de Málaga Acoge, titulado Yo no soy racista, pero… publicado en La Opinión de Málaga.
UN PELIGROSO CAMINO, por Adela Jiménez.
ES una alegría visitar los poquitos corralones que quedan ya en pié en Málaga. Sobre todo en esa semana que cada año se les dedica especialmente a ellos y cuando llegas están de punta en blanco, todo recién pintado, preciosos, coloridos. Pero lo mejor de todo no es eso: es ver cómo los vecinos pasan en esos espacios comunes tanto tiempo, charlando, debatiendo, disfrutando del tiempo, compartiendo sus vidas. Lástima que esos patios de vecinos donde todo es común (casi literalmente) estén desapareciendo. Lugares donde la charla era el bien común sin tantos cacharros tecnológicos, donde decir hola y adiós a la familia de enfrente era lo mínimo. Un espacio donde es habitual compartir el pan y más de un puchero. Una casa propia pero abierta a otros. Y nada de dudar en pedir sal o azúcar o la bombona si hace falta al vecino. Esa hospitalidad andaluza, española, latina. Una hospitalidad que, si no lo remediamos, no sólo terminará por la destrucción de los corralones. Si no que está perseguida legalmente. El Gobierno quiere introducir la hospitalidad en un lugar tan poco apetecible como el Código Penal: la reforma del texto de este documento pretende criminalizar esa buena vecindad, echar una mano a quien tenemos al lado. Y es algo tan absolutamente criticable como denunciable y peligroso para nuestra sociedad.
Peligroso, sí. Y mucho. Porque es comenzar un mal camino que nos llevará, siempre, a destinos indeseados. Si acoger a una persona en situación administrativa irregular -recuerden, se trata de un simple proceso burocrático, administrativo- puede convertirse en delito; si puede serlo también darle de comer o pagarle un billete de autobús a una ciudad donde un familiar, amigo u entidad social lo van a acoger. Si empezamos por ahí, nunca sabremos cómo parar.
Tampoco olvidemos que perseguir legalmente la hospitalidad no es más que un ingrediente que aviva la llama del racismo. Un racismo que empeora la convivencia, la cohesión social, la buena vecindad. Que sólo ve a través de los ojos del estereotipo y el prejuicio. Y que es una baldosa más -y de las más grandes- en ese camino que se arranca reformando el Código Penal para criminalizar a la solidaridad. Como también lo es el hecho de legislar sobre cuestiones éticas. Al institucionalizar el mensaje racista, al hacerlo forma parte de la ley, se está difundiendo un mensaje de discriminación. Con la reforma del Código Penal, el Gobierno está diciendo claramente: «no os queremos aquí. No vengáis que no sólo no queremos que nadie os ayude, sino que vamos a perseguir a quien lo haga por vuestra culpa».
Las organizaciones sociales somos conscientes de la etapa que atraviesa este país. Y, de una forma u otra, cada una lucha por mejorar la sociedad, los ciudadanos, esos que a veces parecen ser los grandes olvidados por las administraciones. Y tenemos claro que también es nuestra labor trabajar la sensibilización, reivindicar aquello que es injusto. De ello surge, por ejemplo, la iniciativa Salvemos la hospitalidad, centralizada en la web www.salvemoslahospitalidad.org. Un trabajo puesto en marcha por una veintena de entidades sociales de todo el país que día a día suma apoyos entre ayuntamientos, organizaciones sociales y miles y miles de firmas. Una campaña que pretende, precisamente, luchar contra propuestas como la reforma del Código Penal que, además de perseguir a los hospitalarios y solidarios, extiende ese racismo latente que cada vez tiene más peso en este país.
Porque es precisamente con el apoyo de todos como se conseguirá eliminar la discriminación. Como sii fuese un corralón solidario compuesto por quienes deben unir esfuerzos. Un espacio abierto a todos, solidario, que haga sentarse en una mesa y trabajar en una misma dirección a entidades sociales que trabajen con distintos colectivos, empresas, ciudadanos y políticos. A éstos últimos se les pedirá, eso sí, más hechos y menos palabras. Hoy, Día Internacional contra el Racismo, escucharemos a decenas de políticos de todos los partidos mensajes en pos de la convivencia intercultural y enumerar sus logros y políticas de mejora de la convivencia. Pero eso no basta. Hay que seguir trabajando los restantes 364 días.
YO NO SOY RACISTA, PERO… por Nacho Sánchez.
Esta semana respondía a una de las decenas de llamadas que cada día llegan hasta las oficinas de Málaga Acoge. Un señor preguntaba por el trabajo que hacemos en la entidad: «Ayudar a la promoción integral del inmigrante pone en su web. ¿Eso qué es?», decía. La respuesta que di se resume en echar una mano de muchas maneras a las personas que vienen de otros países para su plena integración en la sociedad, para que sean totalmente autónomos y tengan los mismos derechos y obligaciones que cualquier otra persona. «Entiendo€», respondían desde el otro lado del teléfono. «Y a mí, que quiero ir a trabajar al extranjero, no me ayuda Málaga Acoge». Le di una, dos, tres respuestas, argumentos, explicaciones, contactos, referencias a entidades que sí le pueden ayudar. Pero ahí, la conversación entró en bucle que acabó en un «bueno, ustedes hagan lo que quieran, pero no se traigan a más inmigrantes».
La conversación no llegó a diez minutos. Probablemente, jamás hubiera convencido a mi interlocutor de que todos somos ciudadanos, personas, seres humanos, iguales. Ni mil años con buenos argumentos hubieran bastado. Y me quedó claro que esta persona pertenece, con casi total seguridad, a ese 20 por ciento de andaluces que, según los datos del Observatorio Permanente Andaluz de las Migraciones (OPAM) de la Junta de Andalucía, son abiertamente racistas: al grupo de quienes no creen en la plena integración de las personas inmigrantes y son excluyentes. Por eso, en el estudio sobre las Actitudes de la población autóctona en materia migratoria, se destaca la necesidad de ganar la batalla contra el racismo mediante la sensibilización del 80 por ciento restante, para que nunca se pasen al otro 20 por ciento y hagan crecer la cifra. Hay en el citado estudio un par de datos muy relevantes. La cifra de personas que veían al menos que la inmigración era mano de obra necesaria y respetaba plenamente sus derechos ha caído en cinco años del 43 al 25%; y quienes tenían dudas sobre los beneficios de la inmigración han subido del 30 al 42%. Tenemos por tanto, un 67% de andaluces cuya visión sobre las personas inmigrantes va en declive (el restante 13% ve positiva la inmigración). Seguro que conocen a alguien, porque ese 67% es muy de iniciar frases con «yo no soy racista, pero…» El informe liga a la situación económica la actitud sobre la inmigración, por eso de que en este país durante el boom económico quisimos trabajadores pero vinieron personas. También lo liga al nivel educativo. Y, por tanto, es ahí donde cree muy necesaria la puesta en marcha de medidas de sensibilización preventivas para cambiar la tendencia de estas cifras.
No es fácil, claro que no. Y la comunicación ahí juega un papel fundamental. Pedimos abiertamente a las administraciones y a los políticos que sean conscientes de ello. Y, sobre todo –como bien indica el informe- subrayamos la importancia de que las actitudes racistas y discriminatorias no formen parte del discurso político institucional: una vez instalado ahí, tendremos mucho camino desandado y habremos tirado a la basura los planes de integración desarrollados en los últimos años. Medidas como la reforma sanitaria no hacen más que hurgar en la herida racista y agrandarla; como también lo hace el borrador que pretende reformar el Código Penal encaminado a la criminalización de algo tan básico como la solidaridad. Y no digamos ya las declaraciones de multitud de políticos que, quizás, sea mejor ni nombrar.
No olvidemos que el racismo no es sólo una actitud: es una amenaza a la cohesión y la calidad de la convivencia de cualquier sociedad. Es un virus difícil de eliminar y con consecuencias que pueden ser nefastas. Ejemplos, ya saben, no faltan. Y, en fin, además, si las administraciones se lo tomaran en serio, probablemente, no tendría que contestar más llamadas absurdas como la de esta semana. Por eso, pedimos que los discursos y palabras que escucharemos hoy 21 de marzo, Día Internacional contra el Racismo, sean un paso adelante y se transformen en hechos. Porque, como dice el informe y muestran los datos, necesitamos actuaciones decididas para luchar contra el racismo y la discriminación.