Actualizado hace 6 años – Publicado el 3 de noviembre de 2017
por Agustín Olías
Es un bonito día, soleado, ni frío ni calor, para visitar la sede de Málaga Acoge en esta interesante ciudad de Antequera. Allí me espera Ángelo, un joven venezolano que nos va a contar su experiencia de inmigrante en España y su relación con la asociación.
Ángelo, lo primero que nos gustaría saber, para situarnos, es algo de tu vida, lo que te parezca bien contarnos.
Tengo 28 años, soy natural de la ciudad Guayana, en el estado de Bolívar, cerca de la frontera con Brasil. Llegué a España a primeros de diciembre de 2016.
Me imagino que aterrizarías en Madrid. ¿Cómo es que has llegado a Antequera? ¿Lo tenías pensado así?
No, no tenía pensado venir a Antequera. Cuando llegué tuve problemas en el aeropuerto y estuve retenido allí un cierto tiempo. Pedí la solicitud de asilo y me transfirieron a Antequera, donde había una plaza en el CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado), un antiguo convento. Estuve seis meses, conseguí trabajo y salí de allí.
¿A qué te dedicabas en Ciudad Guayana?
Estudié el grado medio en mantenimiento mecánico. Pero la vida le enseña a uno a trabajar en cualquier cosa para ganarse la vida. Tengo mujer y una hija que ahora tiene dos años y había que hacer lo que fuese para sacarlas adelante. Trabajé de mecánico y de lo que surgía. La última temporada, antes de venir a España, estuve con mi coche como taxista. La vida es muy fuerte y hay que echarle muchas ganas.
Entonces, te decidiste venir a España…
Sí, me vine yo solo, dejé a la familia hasta saber cómo sería esto. Allí la vida está muy complicada, desde el punto de vista laboral, de seguridad y también políticamente; por cualquier cosa te puedes meter en problemas. Yo trabajaba con mi coche, como ya te dije, porque si trabajase en una empresa el dinero no me daría para vivir. Tenía una niña con un año y no era suficiente.
Llegas a Madrid e, inmediatamente, te mandan al CEAR de Antequera. ¿Cómo fue allí tu vida?
Es duro, porque los seis primeros meses no tienes permiso de trabajo. Por suerte, cuando llevaba unos cuatro meses, comencé un curso de “Reponedor y manipulador de alimentos y carretillero” organizado por Málaga Acoge. Al finalizar el curso, hice prácticas en una empresa de Antequera y antes de finalizarlas me hicieron un contrato. Y aquí sigo.
Muy bien, me alegro. ¿Cómo conociste Málaga Acoge?
Como te comentaba antes, al llegar al aeropuerto tuve un problema, que fue que perdí el equipaje. Mientras que me daban ropa y una carta, escuché a otros hombres que estaban por allí hablar de organizaciones que te ayudaban, pregunté más y salió el nombre de Málaga Acoge. Por eso, cuando vine aquí, localicé a la organización, hablé con Rosa (técnica de Málaga Acoge en Antequera) y me ofreció el curso.
Tras estos once meses aproximadamente de estancia en España, ¿se han cumplido tus primeras expectativas? ¿Es como te lo esperabas?
Desde que pisé España, respiré una tranquilidad enorme. En Venezuela, como hay tanta necesidad, la delincuencia se ha incrementado muchísimo. Caminar por la calle no es seguro; te pueden pegar un tiro por robarte el móvil, o asaltarte en tu coche cuando paras en un semáforo. De hecho he traído a mi mujer y a mi hija.
¿Y el clima? Debe ser muy diferente al de tu ciudad.
Sí, muy diferente, allí todo el año es verano. Pero no me molesta el clima de Antequera. Lo que peor llevo es que, a veces, no entiendo el idioma; hay palabras que no conozco y el acento es difícil para mi.
Tu mujer y tu hija, ¿se han aclimatado tan bien como tú?
Están muy bien, aunque mi mujer a veces me plantea que nos vayamos a una ciudad más grande, pero yo pienso que ahora mismo debemos de estar donde está el trabajo.
¿Actualmente tienes algún tipo de relación con Málaga Acoge?
Sigo en contacto con Rosa, pero con el trabajo no tengo mucho tiempo de nada más. De Málaga Acoge solo puedo hablar cosas buenas y estar muy agradecido. Si no hubiese sido por ellas, no sé cómo habría sido. Se lo digo a Rosa y ella me dice que me lo he ganado, que me lo merezco, pero sé que sin ellas no habría sido lo mismo
Me despido de Ángelo, este joven trabajador y algo tímido, deseándole lo mejor para él y su familia, ya sea en Antequera o en cualquier otro lugar de España donde tenga trabajo.
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