Cali – Madrid – Málaga. Valeryn subió a un avión en Colombia hace casi dos años con destino a España huyendo de la violencia y la inseguridad que asolan Suárez, su pueblo. «Vine sola», afirma esta mujer, de 41 años, solicitante de asilo, que desde el 13 de abril trabaja como camarera de piso en el hotel El Puerto de Fuengirola tras hacer dos semanas de prácticas con la intermediación del equipo de Empleo de Málaga Acoge.
«El 19 de septiembre hace dos años que llegué de Colombia. Allí estudié técnica de belleza y peluquería y trabajaba en casas de familias, cocinando, planchando y cuidando niños», explica durante una entrevista en nuestra sede en Fuengirola, a la que acude en su día libre. Su pelo, una cascada de trenzas largas de tono rubio y castaño, cuenta que vino a Málaga porque tenía unos primos que la acogieron hasta que encontró trabajo como interna cuidando a una persona mayor. Cuando ésta murió estuvo otra vez de interna. «Me gusta cuidar de personas mayores», apunta. También estuvo empleada en un restaurante en Mijas y en la limpieza de apartamentos turísticos.
De una familia de cinco hermanas, cada mes les apoya enviándoles dinero «Es muy duro, una tiene que correr mucho», reconoce Valeryn sobre su trabajo de camarera de piso, pero «Dios me da la fuerza y para adelante».
Tiene claro que con lo que ahorre de de su salario quiere retomar la estética: «Si se da la oportunidad, con lo que me paguen, quiero empezar a comprar las cosas para hacer mechas», explica. Presume de que sabe maquillar muy bien los ojos.
Su padre se llama Fernando y su madre Valeria. Ellos y sus sobrinos están con sus hermanas en su pueblo en Colombia, donde, según dice, «todo ha cambiado mucho. Hay más violencia. La guerrilla manda. No es igual que cuando era niña».
Valeryn vive en una habitación alquilada. De ocho a cuatro trabaja en el hotel y en sus días libres le gusta salir a caminar y a comprar cosas que le hacen falta. Tiene novio y afirma que sabe cocinar muy bien, sobre todo comida colombiana. «Tengo varias artes debajo de la manga, así que lo que resulte lo hago», dice riendo.
Cuando echa la vista atrás, reconoce las muchas dificultades del comienzo: «cuando llegué no me salía nada de trabajo, acá sin papeles es muy duro». Ahora en el hotel afirma que está contenta y que se lleva bien con sus compañeras, a las que de vez en cuando da masajes. «Todas dicen que soy muy fuerte, que tengo mucha fuerza en las manos», apunta.
En un futuro le gustaría visitar a su familia. «Me gustaría casarme. De aquí un tiempo quiero tener mi casita, mi propio negocio, poco a poco seguir luchando y dándole. Con ganas y ya».