Por Mar Tello*
Si consiguiéramos evadirnos del ruido externo y de las voces disonantes que distorsionan la cordura de lo sencillo, comprobaríamos que en los lugares y en las escenas cotidianas a menudo reina el equilibrio del mundo. Las diferentes aulas y espacios en los que se llevan a cabo los cursos de español de Málaga Acoge en su sede de la Axarquía son algunos de esos lugares comunes. En ellos uno consigue salir del caos que reina en las noticias, en las redes, en los medios acelerados. Aunque sepamos que ese caos existe. Aún así, vayamos por unos minutos a estas aulas en las que discurren las horas con el profesorado voluntario y con el alumnado procedente del mundo-sur, con todo lo que ello conlleva.
Las clases se imparten en la propia sede de Málaga Acoge en La Axarquía, en los espacios que la parroquia a puesto a disposición de la entidad y en la pequeña iglesia de la barriada de las Melosas, todos ellos en Torre del Mar. El horario y los niveles difieren para poder adaptarlos a las diferentes necesidades, desde por la mañana a la tarde y en clases de una hora y media, dos días a la semana. Los más de cincuenta alumnos se desplazan desde los pueblos de esta comarca en la que residen, su origen también es muy variado: Marruecos, Paquistán, Rumanía, Guinea-Bissau o Senegal, entre otros.
También hay alumnado de América Latina que en ocasiones quiere mejorar sus destrezas en lectoescritura, quien llama a la puerta es bienvenido.
Profesoras voluntarias
Las vidas de los asistentes han tomado rumbos nuevos desde que llegaron a España, sus edades fluctúan en una horquilla amplia, sus situaciones vitales casi siempre son difíciles y el tiempo que llevan recibiendo clases de español también es diferente. Nadira, Brahim, Boubacar, Soucuta, Anouar, Shabana… comparten el esfuerzo y la dedicación por aprender tras sus jornadas laborales o en los huecos de los que disponen mientras a menudo intentan ordenar su día a día entre burocracia e instancias oficiales. La motivación siempre es la misma: salir adelante y avanzar.
Y en eso consiste la normalidad de estos espacios: personas en busca de un futuro mejor que saben que el idioma del lugar al que han llegado es un vehículo imprescindible para ello; a su lado, unas diez profesoras voluntarias que invierten parte de su tiempo en ayudarles a conseguir sus objetivos vitales desde el comienzo. Marisa, María Zulema, Carmen, Virginia, Consuelo, Pilar… Otros sonidos, los nombres nos resultan más familiares que los anteriores, pero el espíritu de lo cotidiano, de lo humano, enlaza en estas aulas sin ninguna dificultad unos sonidos con otros. En ocasiones, lo simple del día a día es mágico y no lo vemos.
En los ojos de los alumnos y alumnas siempre se vislumbra la sonrisa tras las mascarillas al preguntarles por su origen, por sus inquietudes y deseos. Los de Anouar, un chico de Marruecos de 18 años que quiere ser informático, son enormes y miran con intensidad al interlocutor. Hace los ejercicios de gramática con letra muy ordenada y se esfuerza por entender y hablar en español. Está aquí con su familia, le gusta ir a ver jugar al fútbol a Mezquitilla y quisiera empezar a trabajar. Sus anhelos son así de normales y en sus ojos enormes, que también sonríen, está contenido todo el futuro. Es un futuro sencillo como la vida misma.
*Mar Tello es voluntaria de Málaga Acoge en Torre del Mar