Las clases de español es uno de los servicios más solicitados y apreciados por los usuarios de la sede de Málaga Acoge en Fuengirola. Personas inmigrantes que residen en Fuengirola aprovechan este curso para dar sus primeros pasos en el castellano, analizar sus necesidades lingüísticas y desarrollar su capacidad de comunicación.
Como ocurre en las distintas sedes de Málaga Acoge, las clases de español que se realizan en Fuengirola también se dividen en cuatro niveles: alfabetización (que a su vez está dividida en dos grupos según van progresando, nivel 1 y 2), medio (nivel 3) y avanzado (nivel 4). Las personas inmigrantes que acuden a las clases llegan con diferentes conocimientos y es importante organizar los grupos correctamente en beneficio de todos.
Una de las alumnas de primer nivel, el de alfabetización, es Fátima. Tiene 30 años y está aprendiendo a escribir y leer. Al igual que su amiga Bouchra, piensa que “es importante dominar el idioma del país donde resides, porque cuando vas al médico o al servicio público de empleo te dan instrucciones de lo que tienes que hacer o a donde tienes que ir”, asegura. Gloria es la profesora de este grupo de alfabetización y sus alumnos se ponen de acuerdo en una cosa: “A mí me gusta mucho la profesora. Es buena gente y nos ayuda mucho, tiene mucha paciencia”, explican. Todos sus alumnos proceden de Marruecos y tienen muchas cosas en común, pero también sus propias historias. Una de ellas es la de Touria, de 39 años, embarazada y actualmente en paro. Intenta aprovechar cada ocasión para aprender el castellano y practica escuchando hablar a la gente que ve por televisión. Lleva 13 años en España y su nivel es más adelantado que el de los demás. Touria estuvo escolarizada en su país y según cuenta Gloria “si tuviera los medios, se sacaba el bachiller, es muy despierta”. Ella lamenta no haber podido estudiar más: “A mí me gusta todo en las clases de Gloria. Yo quería estudiar, lo que pasa es que no me dieron la oportunidad en mi país”, asegura.
Fatma es otra de las alumnas del grupo de alfabetización. Ha vivido 10 años en Cataluña y ha dado a luz a todos sus hijos aquí. Ha estado nueve años estudiando castellano en otro centro, pero se lamenta de no haber aprendido mucho ahí: “había demasiada gente, el profesor daba la clase y se iba, no explicaba bien las cosas. Aquí estoy aprendiendo mucho más”, subraya. Y Gloria le anima, como al resto de sus compañeros: “cuanto más sabemos, más libres somos y menos pueden abusar de nosotros”.
Mientras ellas siguen con sus clases, al otro lado de la sala está el aula de los que estudian en el nivel 4. Son alumnos de Carmen, voluntaria de origen peruano docente desde 2009 y cuyos alumnos conocen mejor el castellano. Carmen sabe que para todos ellos “no sólo es importante que aprendan gramática, sino también términos legales, laborales; temas que ayuden a desenvolverse cuando lean algo y que lo entiendan”. Y destaca el hecho de que las personas inmigrantes acudan a aprender nuestro idioma no quiere decir que sean analfabetos o que nunca hayan estado escolarizados. “El año pasado tuve como alumna a una doctora de Ucrania. He tenido profesores y a mucha gente con muchos estudios e idiomas”, cuenta la docente, mientras insiste en que no debemos acostumbrarnos a etiquetar a las personas inmigrantes como incultos sólo por el hecho de ser extranjeros.
En su grupo hay personas de diferentes países. Ruslan tiene 30 años y es de Ucrania. Vino a España con su novia hace casi dos años en busca de trabajo. Aún está aprendiendo, pero aunque habla y entiende muy bien el idioma, reconoce que todavía le cuesta comprender “a quienes hablan muy rápido”. De la misma manera se siente la paquistaní Alia, que acude a la asociación con su hija Luz de Luna, ya que no tiene con quién dejarla. La pequeña se distrae con los juguetes que hay en la misma habitación en la que su madre estudia. Es una situación muy común a la que, según Carmen, hay que adaptarse: “La guardería en la clase es uno de los proyectos que tenemos en esta sede, encontrar voluntarios que tengan preparación y disposición para atender a los niños”, explica. En el grupo también está Nasira, marroquí de 33 años que lleva cuatro en España. Conoce Málaga Acoge desde que llegó, recibiendo asistencia para buscar trabajo y hacer cursos. Para ella el idioma no es sólo una herramienta para encontrar mejores oportunidades laborales; quiere dominar la lengua. “Aprender castellano me da confianza a mí misma y me siento mejor”, asegura. “Cuando termine quiero seguir aprendiendo para saber más cosas”, añade Nasira, que cuenta que ha asistido a otros centros de estudio, pero allí sus dudas para entender los tiempos verbales no se despejaron. “Desde que estoy aquí con Carmen no tengo problemas, no lo comprendía y ella me lo explicó muy bien. Se esfuerza mucho para que el alumno entienda las cosas.”
Sin esperar nada a cambio, los voluntarios como Gloria y Carmen reciben un sinfín de gratitud, cariño y respeto por parte de sus alumnos. Saben muy bien qué pueden ofrecer y cómo ayudar a los que buscan una oportunidad en nuestro país. Las clases de español no sólo sirven para mejorar sus opciones de encontrar trabajo, los voluntarios además hacen un trabajo de apoyo para facilitar su integración en una sociedad en la que el racismo, por desgracia, sigue presente.
Entrada escrita por Elsa Rodríguez, voluntaria del Departamento de Comunicación.