Andrea Ponce, una mujer argentina de 46 años que llegó a España hace tres, define su experiencia migratoria como un renacer. Para ella, migrar significó empezar desde cero junto a su familia en un lugar donde nadie la conocía, ni tenía puntos de referencia, «todo un mundo por descubrir». Este proceso, aunque desafiante, le permitió reconstruirse y encontrar una nueva identidad. «Es como un niño que empieza a caminar; ahora camino más segura, saludo a uno y otro en Fuengirola, donde ya me conocen por todo lo que hago», comenta con entusiasmo.
Cuando llegó a España, se enfrentó la dificultad de no tener documentación. Desde los primeros meses encontró apoyo en Málaga Acoge, lo que marcó el inicio de su camino hacia la regularización y el arraigo social que está gestionando actualmente. Enseguida se incorporó como voluntaria en el Área de Género de Málaga Acoge, lo que le permitió reconectar con su vocación como trabajadora social. Durante 16 años dirigió en su país un centro de día para personas con discapacidad para el que había pocos recursos. Aunque inicialmente se sentía desencantada con su profesión, debido sobre todo al sistema más precario en Argentina, afirma que «lo social le corre por las venas» y aquí descubrió «una red de recursos y asociaciones que funciona, gracias también al compromiso del voluntariado. «El voluntariado me da mucha felicidad, me da más de lo que yo doy. Estar en contacto con mujeres migrantes me recuerda lo que realmente me apasiona: conectar personas y ofrecer herramientas para salir adelante», explica.
Su labor como voluntaria, a la que dice le gustaría dedicar más tiempo, ha sido transformadora tanto para ella como para las mujeres a las que acompaña. Andrea destaca cómo las formaciones y los procesos impulsados por Málaga Acoge permiten a las mujeres florecer y renacer. Recuerda especialmente el caso de una mujer cubana que participó en una de nuestras formaciones de dinamizadoras comunitarias en prevención de violencias machistas: «Al principio estaba muy apagada, no participaba, y según pasaban los días fue abriéndose e iluminando la sala con su presencia». Resalta también lo feliz que es cuando se encuentra, por ejemplo, con las mujeres que han pasado por el piso de acogida que Málaga Acoge gestiona en Mijas y que hoy están trabajando, son independientes y te cuentan su vida.
La migración también trajo cambios profundos en su vida familiar. Andrea, casada y con dos niños de 12 y 9 años, valora la calidad de vida en España: «Hoy mis hijos van solos al fútbol o salen a tomar un helado; algo impensable en Argentina por la gran inseguridad», valora.
Actualmente está trabajando en limpieza de pisos turísticos, mientras su marido busca empleo y valora la libertad que esta situación le brinda para organizarse su tiempo y dedicarse a otras actividades, como terapia de coaching y barras de Access, que ofrece en su casa. «El tipo de trabajo es secundario. Lo que yo quiero tener es calidad de vida», asegura Andrea, que cuenta que durante la pandemia realizó una formación de coaching holístico que fue «transformadora» y le ayudó a desnormalizar creencias arraigadas y mirar la vida desde otra perspectiva.
Andrea destaca el «enfoque integral» de Málaga Acoge, donde dice que no solo se ofrece acompañamiento, sino herramientas para lograr independencia. «Ver el proceso de las chicas que hoy tienen independencia hace que me explote el corazón de felicidad; todo está armado para funcionar sin asistencialismo», asegura.
Esta entrevista forma parte de una serie especial realizada por Málaga Acoge con motivo de nuestro 35 aniversario. A través de estas historias de vida, queremos visibilizar la fuerza, la determinación y la esperanza de las personas que acompañamos cada día. Sus testimonios reflejan el valor de la diversidad y la importancia de la solidaridad para construir una sociedad más justa e inclusiva. Gracias por acompañarnos en este recorrido y por celebrar con nosotros más de tres décadas de apoyo y nuevos comienzos.