Cuando llego a la entrevista está hablando por teléfono. Trata de cerrar un trabajo para ese mismo día, una sustitución para cuidar a una persona mayor. Ana*, que tiene los ojos claros y una hija muy aplicada, llegó a España hace cuatro años. Desde entonces vive en Fuengirola donde ha encadenado distintos empleos, sobre todo como interna cuidando a personas mayores en casas donde aceptaban que estuviese con su niña, que hoy tiene 11 años. Las dos viven desde hace dos meses en el piso de acogida que Málaga Acoge gestiona en Mijas para familias monomarentales.
«El piso me permite respirar. Es paz y tranquilidad», asegura esta mujer argentina. Pero enseguida añade que tiene claro que en él está «totalmente de paso» hasta que encuentre un trabajo que le permita salir adelante.
Graduada en Educación Física en Argentina, llegó a España sola con su hija de 7 años. Empezó a trabajar de interna. Tiene experiencia en cuidados porque su madre tenía una residencia en Argentina y desde chica convivió con ancianos y le gustaba atenderles. Reconoce que hasta que encontró su primer trabajo los comienzos fueron difíciles al no contar con ningún apoyo. Después, sus experiencias como interna han sido buenas y mantiene relación con las personas mayores que ha ido cuidando. Se refiere con tristeza a una anciana que atendió hasta que falleció. «La quería. En este trabajo una se encariña con la persona. Te levantas y la ves. Te acuestas y es lo último que ves. Esa persona puede ser mi madre, puedo ser yo misma».
Ana acudió a la sede de Málaga Acoge en Fuengirola porque quería encontrar un empleo. Además de trabajar cuidando a personas mayores, ha sido camarera y estuvo empleada en una panadería argentina. Es toda energía y temperamento. Sonríe con la boca y también con la mirada. «Yo soy una persona que tiene mucha fe y cree mucho. Tienes que creer para que las cosas salgan bien», asegura.
Tengo claro mi objetivo
Ante de llegar a nuestro piso estuvo un año pasándolo regular porque no podía hacer frente al pago de la vivienda en la que estaba, «un año con el corazón en la boca». Ahora se siente «agradecida» porque el hecho de tener un techo de acogida: » Ahora puedo ocupar la mente sólo en el objetivo de encontrar un trabajo. Yo sé lo que quiero».
Ana comparte el piso con otras dos mujeres y sus hijos. «Somos tres mujeres, de nacionalidades distintas, culturas y edades diferentes. Cada una tiene su experiencia de vida. Somos tres leonas heridas». Aunque surgen roces inevitables en el día a día, afirma que la convivencia se le da bien.
Su hija, a su lado, comenta que está contenta en el piso. Es una niña madura, que se ha tenido que ir adaptando a los cambios de trabajo de su madre, una niña despierta que ha sacado todo sobresaliente en sus notas de quinto de Primaria.
En Argentina, Ana trabajó dando clases de educación física en dos colegios pero el sueldo no le alcanzaba apenas para pagar un alquiler. También estudió un curso de animadora turística y otro de gestor judicial durante un año mientras su madre cuidada a su niña.
Aunque sólo lleva dos meses en el piso tiene claro que su fin es dejarlo cuanto antes: «Yo lo que quiero es trabajar. Acá estoy totalmente de paso. Si este país me da las oportunidades que no me dieron en Argentina es para salir adelante. No vine a estar de vacaciones ni a vivir del aire».
*Ana es un nombre ficticio para proteger su identidad.
La vivienda en la que vive Ana se enmarca en nuestro proyecto «Sadhana, piso de acogida para mujeres en situación de exclusión residencial en Mijas (Málaga)» financiado por el Ayuntamiento de Mijas y el Instituto Andaluz de la Mujer (IAM).