Leidis Marian lleva un año en Málaga, donde llegó con su familia desde Cuba hace poco más de un año. “El principal motivo por el que vine para acá es el futuro de mis dos hijas gemelas con autismo”, cuenta en una entrevista en nuestra sede de la calle Bustamante en la que es voluntaria en tareas administrativas.
Juez y notaria en su país, reconoce que el comienzo en España fue más difícil de lo que esperaba. Cuando llegó pasó “mucho trabajo” para encontrar un alquiler y escolarizar a sus hijas que actualmente están bien en el colegio de Las Teresianas pero han pasado por un proceso de adaptación “bastante duro”.
Leidis fue retrasando su viaje porque tenía la “esperanza de que en algún momento se diera una apertura real en Cuba”, pero finalmente se decidió ante la compleja situación económica y la falta de expectativas para sus hijas una vez que cumplieran la mayoría de edad.
Como está acostumbrada a trabajar le costó al llegar estar ociosa: “Yo pensaba que me volvía loca porque pasé de trabajar veinte horas diarias y tener sesenta llamadas a pasarme el tiempo sin hablar con nadie”. Por eso, y por canalizar inquietudes que siempre había tenido, decidió dar el paso y ser voluntaria. “Necesito sentir al final del día que fui útil para alguien, hacer algo por los demás y por mí misma. Y de paso voy conociendo a personas y aprendiendo cómo funciona la sociedad”. Asegura que le gusta la actividad contable y que está “aprendiendo muchísimo” apoyando a nuestro equipo administrativo. En Cuba “somos huérfanos de tecnologías” y se trabaja con sistemas de contabilidad “incipientes”, advierte.
Su marido, que tiene formación en Contabilidad y Finanzas, trabajó tres meses en una aseguradora y ahora está haciendo un curso. Él, como sus hijas Amalia y Amelia, tiene la nacionalidad española. Sin embargo, a ella le ha costado todo un año regularizar su situación y aún espera la convalidación de sus estudios.
Pese a las dificultades, es optimista y cree que “allá donde uno va hay que enfocarse en las fortalezas y no en las debilidades. Hay que sobreponerse, no queda otra”. Cuando le diagnosticaron la enfermedad a sus hijas estuvo dos años “en el fondo de un pozo”, pero ha aprendido a concentrarse en los puntos positivos, a tener una “mirada diferente”.
No obstante, se lamenta de que “muchas veces existe poca socialización y humanidad hacia las personas con problemas porque la diferencia es difícil de aceptar”.
Tiene 47 años y una familia grande. Sus padres, ambos de 89, no entendieron su decisión de dejar Cuba. Pero es que allí “algo tan sencillo como comprar el pan implicaba caminatas de tres o cuatro horas y colas infernales”. Muchos de sus amigos emigraron a Estados Unidos y su marido tenía que viajar a República Dominicana y México a “comprar las cosas para sostener la casa”.
Leidis llega siempre con una sonrisa a Málaga Acoge. Sobre el voluntariado cree que “es una cuestión de conciencia” y que “hay que contribuir de alguna manera a que el mundo sea un lugar mejor”. Está convencida de que “uno se transforma como persona cuando trabaja por los demás”.