Continuamos presentando a algunas de las personas voluntarias que echan una mano en las diferentes áreas de Málaga Acoge. En esta ocasión nos acercamos al Departamento de Prisiones para conocer a Sara.
En Córdoba mi labor consistía en dar clases de refuerzo de español a menores infractores de un Centro de Menores de Córdoba. Así que aprovechando que el profesor oficial de lengua estaba de vacaciones, me propusieron la preciosa tarea de «refrescar» el español a aquellos niños -y no tan niños-. Ahí empezó todo… Mi interés por el área de inmigración y por los grupos vulnerables de la sociedad. En la Asociación de Transplantados Hepáticos del Hospital Reina Sofia de Córdoba principalmente ojeaba legislación, realizaba tareas administrativas y acompañaba a sesiones de concienciación a la psicóloga de la Asociación. Este voluntariado lo llevé a cabo durante el primer trimestre de 2010. Y como Practicum de fin de carrera, dudé entre Córdoba Acoge y APDH-A, decantándome finalmente por ésta con el objeto de conocer el funcionamiento y labores más de cerca de otras entidades. Así que allí estuve unos dos meses, a principios de 2011, echando de unas 8 a 12 horas semanales.
¿Y qué conclusiones sacó?
APDH-A, como muchas de las asociaciones no lucrativas, se encuentra en un barrio marginal de Córdoba con la idea de dar más facilidades a estas familias a la hora de consultar algo. La verdad es que allí aprendí mucho… Lo mismo te llegaba un matrimonio de personas mayores pidiendo información para divorciarse, como un familiar de un preso para mover papeles.
A parte de las tareas propiamente legales -consulta legislación, jurisprudencia- y del estudio y posterior informatización de distintos expedientes de usuarios, un campo al que me acerqué de lleno fue el relativo al derecho a la vivienda. Te puedo decir que un 70 por ciento de las consultas que revisé en formato papel relativas a todo 2011 como las citas con los abogados que presencié, trataban sobre temas de vivienda: impago, desahucio, demoras increíbles para el acceso a una vivienda de carácter social… Así que sí algo aprendí durante esos meses fue a valorar lo que significa llegar a casa y tener un plato de comida. Y que llueva o haga frío y tengas la suerte de tener un techo. Y, aún más, tener asegurado el derecho a la vivienda. Eso da una tranquilidad que, por desgracia, muchísimas personas echan en falta.
¿Cómo llegó a Málaga Acoge?
Ya después de terminar la carrera, en diciembre de 2011, me planteé volver a colaborar con alguna asociación. Incluso tuve una entrevista el año pasado, pero por diversas circunstancias lo dejé un poco de lado. Así que ya a principios de este año me lo volví a plantear, pues siempre he dicho que esto es lo que verdaderamente me gusta, con lo que me gustaría ganarme la vida: ayudando a los demás. Puedes pensar: «bueno, un carnicero también ayuda a los demás, pues les da alimentos», pero no actúa e influye en un campo tan importante como es el de los Derechos Humanos. Y participando en una ONG -sea por medio de contrato o de voluntaria- sientes una satisfacción, por ejemplo, al sacarle una sonrisa a algún usario, que no se puede comparar con nada en el mundo. Ni siquiera con un trabajo en el que «hagas poco y ganes mucho».
¿Por qué le interesó el Departamento de Prisiones?
Estoy en el Departamento de Prisiones por varias razones. En primer lugar, porque como bien dije en su día, el campo de la inmigración me apasiona en todas sus vertientes -enseñanza, vivienda, temas jurídicos- y yo quería colaborar en el departamento que más lo necesitara. Así a principios de año Carmen Cano [técnica del Departamento de Prisiones de Málaga Acoge] se puso en contacto conmigo y no lo dudé. Nunca he conocido de cerca en mis experiencias la situación de los reclusos y de la doble dificultad de ser recluso, y encima, inmigrante. Así que puedo decir que, por supuesto, me apetecía una nueva experiencia como ésta.
¿Cuál es su labor en el departamento?
Actualmente es de gestión: me dedico a informatizar los expedientes de los usuarios a los que ha atendido Carmen. Pero, ciertamente, hay un poco de todo, pues no sabes lo que te puedes encontrar una mañana en la sede. Los mismo alumnos de español vienen a contarle sus problemas a Carmen y yo tengo la suerte (o la desgracia) de escucharlos, e intentar poco a poco conocer al usuario y buscar soluciones. Más adelante, voy a asistir al centro penitenciario de Alhaurín de la Torre con Carmen parra ver de cerca su trabajo allí. Sinceramente, hacia esta experiencia siento a la vez curiosidad y angustia o miedo. Angustia por ver tantas personas encerradas sin poder hacer gran cosa que los consuele, pues he de admitirte -y esto es otra idea por la que me llama mucho la atención el campo de prisiones- para mí lo más grande que tiene una persona -bueno, un ser vivo en general- es la libertad. Y hoy día hasta la libertad se compra.
¿Qué conclusiones saca de estos primeros días en Málaga Acoge?
La experiencia bastante buena y gratificante. Llevo poquito tiempo, pero estoy segurísima de que sí vuelves a preguntarme esto dentro de tres meses te diré lo mismo. Tengo que admitir que me llama la atención el coraje y el optimismo con el que las personas afrontan las duras circunstancias que viven. Pues como dije antes, si ya el hecho de privarles de libertad es un gran estigma, la circunstancia de ser inmigrante se puede considerar como un doble castigo para ellos. Mi relación con los usuarios también es bastante buena, ya que, igual que ellos con nosotros, yo intento aportarles lo mejor de mí cada mañana y escucharles todo lo que cuentan. La verdad es que hay un ambiente muy acogedor y se les coge cariño pronto.
¿Cómo animaría a otras personas a participar como voluntarias en Málaga Acoge?
Para la gente que se esté pensando en ser voluntario en alguna asociación, decirles que se animen, que por poco que creas que puedes aportar, solo el hecho de contar con otros para apoyar a los grupos desfavorecidos es súper importante. Y que no hay que haber estudiado ni saber mucho de un tema para ser voluntario. Todos tenemos muchas cosas que enseñar pero nos falta confianza. Ver como alguien, con una mirada o una sonrisa te agradece el apoyo que le diste no puede cambiarse por nada en el mundo. Que no se compadezcan de las personas que duermen en las calles o los niños que mueren de hambre en África, pues quién quiere, puede. Y si quieres ayudar y poner un pequeño grano de arena -algo que para ellos será una montaña- lo puedes hacer en tu propio barrio. Y sobre todo, que no nos dejemos llevar nunca por prejuicios: todos tenemos derechos a ser escuchados y, por tanto, todos tenemos un sitio en la sociedad.