Actualizado hace 2 años – Publicado el 13 de octubre de 2021
«Nos encanta nuestro profesor de español. Estoy seguro de que puedo decir que es mi profesor favorito de toda de mi vida», asegura Sergei* en buen castellano. Rubio, de ojos claros. A su lado está su mujer, de pestañas largas, de pelo liso y negro. Esta pareja de Rusia, que ronda la veintena, comparte uno de los cuatro pisos de acogida que la asociación mantiene en Torre del Mar con una familia de venezolanos: padre, madre y una niña de 10 años.
«Vamos a clase de español tres días a la semana, cinco horas cada día», dice Sergei, que es programador y cuenta que antes de venir a Málaga vivieron en La Palmas de Gran Canaria. «La semana que viene empiezo a buscar trabajo. Sé programar, me gusta y por eso creo que no tendré problema», augura.
La familia de Venezuela lleva menos tiempo en el piso, apenas un par de meses. Llegaron a finales de julio desde Costa Rica donde vivieron cinco años. «Vinimos para buscarle un futuro a nuestra hija porque cuando salimos en Venezuela no se podía conseguir ni para comer», subraya María José*, que era maestra en su país. Su marido, José Carlos* cuenta que ya tienen cita con nuestras compañeras de Empleo de Torre del Mar para informarse sobre cursos de formación. A María José le interesan sobre todo los que tienen que ver con educación pero también los orientados al cuidados de ancianos. En cuanto a su hija le gusta el colegio, especialmente el deporte, aunque «el inglés le cuesta». En eso Sergei les ayuda un poco en casa. «El otro día le pedí ayuda», apunta. «Emocionalmente veo a la niña muy bien», dice contenta María José que a veces sale a pasear con a la playa con Mila*, la joven rusa.
En el salón del piso que comparten, muy limpio y ordenado, hay un lámina en la pared con un mapa mundi colgado del revés. Para la foto que encabeza este texto todos pusieron sus manos sobre él.
No a la violencia de género
En otro de nuestros pisos de acogida para solicitantes de protección internacional vive la colombiana Antonella* con su hija de 14 años y otra familia. Llegó desde Cali huyendo del maltrato gracias al dinero que pidió prestado. El primer año en España lo pasó en Barcelona trabajando de interna. «Para nosotras todo es nuevo aquí», dice esta mujer que tiene estudios superiores de Administración de Empresas pero le gusta el trabajo de cuidado de ancianos. De hecho, hizo con Málaga Acoge un curso de Auxiliar de Ayuda a Domicilio y hace poco otros de auxiliar de enfermería y geriatría.
Antonella llegó a Málaga al final del curso pasado y su hija se incorporó entonces a un instituto cercano a la casa donde ya he hecho amigas. «En Colombia hay miles de casos de mujeres maltratadas y las autoridades no hacen nada», denuncia Antonella dice bien alto No a la violencia de género, una violencia que ahora, según lamenta, acecha a una hija que dejó en Colombia.
En el salón de la vivienda hay una pizarra en al que se lee la palabra «portugués» e «instituto». Una de nuestras voluntarias en La Axarquía, María, la estuvo usando para enseñar español a los chicos de la familia que comparte piso con María José. Esta mujer colombiana, risueña y llena de energía, les apoya mucho. «Ayudar me gusta. Hace que me sienta útil».

Nuestras compañeras del Área de Protección Internacional se encargan de atender a las familias refugiadas desde su llegada y cada día brindándoles apoyo social, laboral, jurídico y psicológico.
El acompañamiento a estas familias se enmarca en el proyecto Tarhib financiado por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones (Dirección General de Inclusión y Atención Humanitaria) y cofinanciado por el Fondo Social Europeo en la convocatoria 2020-2021.