El confinamiento ha puesto de relieve la brecha digital y su mayor incidencia en las mujeres. Para profundizar e investigar este tema, Ana Alba, una de nuestras voluntarias en Torre del Mar, anda en estos días teléfono en mano entrevistando a algunas de las que acompañamos.
Ana, 29 años, psicóloga, levanta el auricular para comenzar sus preguntas: Si tienen o no teléfono móvil y cuántos dispositivos, si cuentan con wifi o saben manejar Internet o hacer trámites online. Estas son algunas de las cuestiones formuladas para elaborar un mapeo de las brechas digitales de las mujeres que muestre tanto el nivel de medios técnicos como de saberes en esta coyuntura de pandemia en la que se hacen tan necesarios.
«Una mujer me dijo que sólo contaba con un móvil para ella y sus tres hijos. Otra que cuando tenía que enviar un correo electrónico se lo pedía a su marido o su hijo; otra que no sabía usar el teléfono más allá de las llamadas», explica Ana quien constata la dificultad que encuentran las mujeres para realizar trámites por Internet. Aunque algunas responden que sí saben sacar cita con el médico a través de la aplicación Salud Responde, la cosa se complica cuando se trata de trámites relacionados con solicitudes de ayudas o con la demanda de empleo con el SEPE, por ejemplo.
En la entrevistas, Ana también les pregunta si tienen WhatsApp u otro tipo de mensajería instantánea o si saben enviar correos electrónicos y adjuntar archivos.
«Muchas me dicen que no tienen wifi, sino datos que van recargando con tarjetas», indica. «Otra me contó que llegó un acuerdo con el vecino para pagar a medias el wifi y así compartirlo».
Ana confiesa que le «llamó la atención» las diferencias de acceso a las tecnologías y las desigualdades existentes en motivación, competencias y habilidades. En algunos casos son las parejas e hijos los que les ayudan, en otros acuden a técnicas de la asociación para que les apoyemos en los trámites. «De las mujeres con las que hablado ninguna tenía certificado digital», advirtió.
Algunas de las mujeres contaron que tras el último confinamiento domiciliario han comprado una tablet para que los hijos puedan seguir sus estudios a través de las plataformas online de los centros escolares.
No es la primera vez que Ana hace voluntariado. Ya estuvo en Cruz Roja antes de viajar por trabajo a Jaén. A su vuelta a Málaga se puso en contacto con Málaga Acoge porque sentía que «necesitaba hacer algo» y se decidió por el programa de apoyo a mujeres coordinado por nuestra compañera Noemí.
«El voluntariado me hace bajar de la nube, conocer otra realidad y me ayuda a valorar la mía», concluye.
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