Actualizado hace 11 meses – Publicado el 14 de junio de 2023
El espacio Málaga Solidaria de La Opinión de Málaga se hace eco de las palabras de nuestro compañero Ángel Galán, técnico de Sensibilización, en la columna Yo soy racista. Puedes encontrarlo AQUÍ y a a continuación:
No se sorprendan. Soy racista, machista, clasista… ¿cómo no iba a serlo? Son tantos los comportamientos aprendidos de forma automática en una sociedad que desde hace relativamente poco está siendo crítica ante estos comportamientos que se me hace prácticamente inimaginable no serlo. Aquí lo normal es y ha sido, de forma sutil o sangrante, atacar la diferencia: alto, bajo, gordo, calvo, negro, maricón, moro, histérica, machirulo… Podemos expresar asco de las imágenes que, gracias a que Vinicius es quién es, se han mostrado y se han hecho virales por el mundo entero, pero fingir sorpresa o justificarlo me parece fuera de lugar. Esto sucede cada día, en cada ciudad, en cada pueblo, en cada barrio.
Sí, yo también soy racista y clasista y machista… aunque, no se confundan, no me siento orgulloso de serlo y además soy consciente que esos comportamientos no son ni legítimos, ni legales, ni siquiera son útiles en la sociedad en la que vivimos actualmente: una España diversa, compleja, rica y orgullosa, y por qué no decirlo, un poquito hipócrita.
En este país quisimos que de repente palabras como racista, machista, clasista fueran algo indeseable y evitable, las convertimos en insultos y nos olvidamos que esas palabras sólo describen y señalan a las personas que realizan discursos, comportamientos y actitudes ofensivas y discriminatorias hacia otras personas por su ideología, religión o creencias, la etnia, origen, sexo, orientación o identidad sexual, género, enfermedad, discapacidad… Desterramos las palabras, pero no los comportamientos. ¿Cómo iban a desaparecer de repente? Nos quedamos, a fuerza de campañas de “No al racismo”, que ser racista era malo y que era un insulto que alguien te dijera racista (o machista, o clasista). Y ahí surgieron frases tan icónicas como: “Yo no soy racista PERO…” o: “Yo cómo voy a ser racista si tengo un amigo (ponga aquí el adjetivo que usted quiera)…”. Y, claramente, si el objetivo era acabar con el racismo, el clasismo, el machismo, etc ,esta estrategia no ha funcionado.
Ahora vivimos con estupefacción, y hay hasta quien justifica, el escarnio: esa burla cruel y humillante, que se ha puesto de manifiesto en un partido de fútbol y vemos el dolor y la rabia de Vinicius al sufrir los insultos y asistir al coro de normalizadores que le dicen “no pasa nada hombre”, “no exageres”, un dolor que corroboro todos los días en las personas sencillas y humildes que se acercan a Málaga Acoge. A todos ellos y ellas, y aunque no se suficiente, les pido perdón en mi nombre y también en la parte que me toca de país y les agradezco a todas y todos ellos que a pesar de la rabia y de la impotencia sigan poniendo ganas de querer sentirse parte de esta sociedad. Digo “sentirse” porque ya son parte de esta sociedad y aunque todavía tengo comportamientos racistas, machistas, clasistas, quería aprovechar esta tribuna malagueña para recordarnos todos los avances que en los últimos años hemos realizado como sociedad, que todavía queda mucho y viendo ese dolor y esa rabia sabemos que no son suficientes y que en ese camino hacia una sociedad mejor para todas y todos hace falta todavía compromiso, confianza y, sobre todo, humildad. Humildad para sabernos imperfectos y compromiso y confianza para, a pesar de ello, esforzarnos cada día por ser mejores. Sí, somos racistas, machistas y clasistas. Sigamos esforzándonos para ser un poquito menos cada día.