Sara estudia y trabaja. Tiene 18 años y vive junto a otras tres chicas en uno de los pisos que Málaga Acoge gestiona para mujeres jóvenes procedentes del sistema de protección de menores. Llegó a la ciudad en 2020 y compagina su primer curso de Integración Social con el empleo por las tardes en una panadería. No hace mucho que terminó su periodo de prácticas en nuestra sede de calle Bustamante donde compartió el día a día con las compañeras del Área Social.
«Con todo lo que he pasado pienso que podré aportar mucho», responde al preguntarle por qué se decantó por estos estudios: «Por vocación, por vivir tantas cosas, pienso puedo sentir mejor lo que le pasa a la otra persona, ayudarles y entenderles mejor».
La menor de tres hermanos, llegó a España con su madre desde Casablanca cuando era una niña y no lo tuvieron fácil. Almería, Cádiz y Murcia han sido algunas de las ciudades en las que ha vivido antes de llegar a Málaga donde pasó cuatro años en un centro de menores. «Ya estoy acostumbrada al cambio», apunta.
«Vine a España con mi madre a los 11 ó 12 años. Tenía que entrar a primero de la ESO. A los dos días me metieron en el colegio y fue un shock. Pisar un mundo del que yo no sabía nada, ver gente a la que no estaba acostumbrada, otro estilo de vida. Me dejaron ahí y no tuve más remedio que aprender», recuerda Sara sobre sus inicios en España.
Reconoce que al principio no encontró apoyo entre los otros niños y niñas, y que le daba «mucho coraje ir por los pasillos del instituto y no entender lo que lo decían». Eso, asegura, le impulsó a aprender español más rápido. Con el paso del tiempo empezó a desenvolverse bien con el idioma e hizo amistades. «Por fin me sentaba en el silla del instituto y entendía lo que decía el profesor», recuerda.
Sobre el trato hacia los chicos y chicas extuteladas como ella considera que la gente no entiende bien sus historias «porque no las han vivido, ni sienten lo que nosotras sentimos».
Durante sus prácticas de Integración Social en la asociación le llamaron la atención algunos casos de personas que acompañamos, como el de una mujer marroquí: «Conocí a una mujer recién llegada que no sabía qué hacer con su vida y me recordó cuando mi madre vino, la situación de ella cuando llegamos en 2018.».
Entre sus recuerdos de Marruecos están la visitas con todos sus primos a casa de su abuela. También está en su memoria la ciudad de su padre, Beni Melal. «Aunque no ha sido una infancia muy bonita tengo buenos recuerdos», asegura.
Sara ya reanudó sus clases tras unas prácticas en las que ha aprendido- afirma- «un montón» y «ha descubierto muchas cosas».
Cuando mira al futuro se ve «en un puesto de trabajadora social», aunque reconoce que también le gustan la profesiones relacionadas con la Sanidad. «Lo que me gusta imaginar es que tengo las dos cosas, eso me gustaría a mí: tener la carrera de Farmacia y la de Trabajo Social», apunta.
En su tiempo libre a Sara le gusta «descansar, salir con los amigos, tener tiempo para ella, escuchar música, poder estar tranquila en casa». Sobre sus hermanos, de 20 y 23 años, que vinieron antes que ella a España afirma que «están luchando a tope» por salir adelante. Como ella, que trabaja con el claro objetivo de «ahorrar para cuando salga del piso».
El apoyo a las chicas como Sara se enmarca en el proyecto Thesan es un programa de atención integral dirigido a mujeres jóvenes procedentes del sistema de protección de menores que llevamos a cabo con el apoyo de la Consejería de Inclusión Social, Juventud, Familias e Igualdad y el Ministerio de Igualdad.