Actualizado hace 2 años – Publicado el 12 de marzo de 2018
Málaga Acoge cuenta con una nueva vivienda de acogida que brindará segundas oportunidades a las personas que apoyamos en la asociación. Es una casa antigua de dos niveles, con un patio de luces, propiedad de la familia de Francisco Salcedo, gente solidaria a la que le pareció buena idea cederla si así podía colaborar a solventar los problemas de vivienda que acucian a muchas personas.
«Nos pareció bien donar la casa si así podíamos resolver un problema«, explica Salcedo, ingeniero de Caminos jubilado que remarca que la decisión de donar la casa en la que vivió su madre fue común, de toda la familia: «Nos pareció muy bien a todos, tanto a los cuatro hermanos que somos como a hijos y sobrinos. Ellos dijeron que lo que decidiéramos los mayores».
La familia de Salcedo conoce la labor de la asociación y tenía claro que quería donar la casa a «cualquier organización» que abordase la solución de los problemas de vivienda de personas vulnerables. Fue Mari Cruz Parrondo, cuñada de Salcedo, quien pensó en Málaga Acoge.
«Mi cuñada Mari Cruz Parrondo fue la que lo decidió, se lo dijo a mi hermano y nos pareció muy bien a todos. Ella es psicóloga y trabajadora social y ha colaborado en alguna ocasión como voluntaria en la asociación«, cuenta Salcedo, quien dice que se alegraron muchísimo cuando supieron que la casa cubrirá una necesidad de familias o chavales extutelados que apoyamos en la asociación.
Esta vivienda es un gran regalo porque no es fácil encontrar propietarios dispuestos a alquilar pisos destinados a la acogida de personas migrantes y refugiadas. No son pocas las barreras en forma de prejuicios. «Cuando dicen que son peligrosos, yo digo que son personas que merecen oportunidades», afirma Salcedo sobre la discriminación racial étnica a la hora de acceder a una vivienda de alquiler.
Salcedo piensa que no se puede generalizar al hablar de los y las migrantes. «No somos grupo sino individuos y estamos tan acostumbrados a ver la globalidad que no vemos la persona que hay detrás». Este ingeniero, que ha vivido en Irak, Quito, Panamá y Bogotá, considera que «la gente no le huye a la raza sino a la pobreza».
Convencido de que a las personas migrantes que llegan a España en busca de mejor vida «hay que atenderlas», afirma que para su familia supone «una gran tranquilidad que haya asociaciones como Málaga Acoge» dedicando su esfuerzo a esta acogida.
La vivienda necesita aún reformas pero Salcedo ya se imagina allí a «unos chavales que pueden reunirse en el patio de luces a tomar te» y trae a colación la frase de El Talmud «quien salva una vida salva al mundo entero» para animar a otros y otras a ser solidarios con los y las que lo necesitan.
Salcedo afirma que el hecho de haber vivido fuera de España ha influido en su forma de pensar. En 1985 y durante dieciséis meses vivió en un campamento a 60 kilómetros de Bagdad al que llegó con su mujer embarazada de siete meses y un niño de 5 años. «Mi hijo Samuel Awad, que hoy tiene 32 años, nació allí, y cuando lo recuerdo en aquella sala nido me pregunto cómo estarán aquellos niños y niñas que estaban a su lado y que han pasado por cuatro guerras. ¿Hay derecho a que haya gente que sufra tanto?».
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