por Mar Tello
Ana María y Jose Luis*, madre e hijo, son dos de los cuatro millones de venezolanos que han tenido que salir de su país desde que el autoproclamado presidente Maduro ostenta el poder. Viven desde hace once meses en Torre del Mar, donde se reencontraron con otros familiares que llegaron algunos años antes a España. Ellos dos están en proceso de que se resuelva su solicitud de asilo y mientras tanto intentan trabajar, formarse y gestionar la documentación necesaria para lograr una mayor estabilidad vital.
Hemos quedado en el paseo marítimo de la ciudad costera para charlar acerca de su periplo hasta llegar aquí. Su historia podría ser la de muchos otros, pero esta vez tiene nombres y apellidos, rostros y miradas tranquilos, a pesar de todo.
¿Por qué tuvisteis que salir de Venezuela? ¿Cómo era vuestra situación antes de tomar la decisión?
Jose Luis:
La situación del país es insostenible. Yo trabajaba en el aeropuerto de La Guaira, primer aeródromo internacional de Venezuela por su tráfico aéreo y número de pasajeros, pero era muy difícil vivir de ello. Imposible ahorrar. Los ciudadanos no tenemos ningún tipo de seguridad a nivel sanitario, social o económico. Hasta lo más imprescindible como es el agua no es fácil de conseguir. No hay ningún signo de desarrollo en ningún sentido. Vivíamos como en un estado de depresión permanente que, si bien comenzó con Chávez, se agravó con la llegada al poder de Nicolás Maduro. No hay futuro y tengo 24 años, tengo que buscar mi futuro.
Además, por un lado, la delincuencia es muy elevada debido a la situación y, por otro, hay numerosas protestas sociales. Yo participé en algunas de ellas, pero estaban exentas totalmente de carácter político, aun así, eran acalladas con disparos. Hay cuerpos paramilitares creados por el gobierno que tienen mucha libertad de actuación a la hora de acallar las protestas.
Antes de venir a España estuve unos tres años en Chile. Logré encontrar trabajo, pero en 2019 comenzaron también fuertes protestas sociales y el negocio en el que trabajaba sufrió muchos daños. Perdí el trabajo y aquellas revueltas me recordaron demasiado a mi experiencia vivida en Venezuela. Además, los venezolanos sufrimos cierta discriminación en los países limítrofes por nuestra condición de huidos, de llegar sin recursos, y nosotros la sufrimos en Chile. También sucede en Brasil, por ejemplo.
Todo ello nos llevó a venir a España convencidos también por nuestros familiares que ya estaban aquí; entre otros, ellos nos ayudaron económicamente para poder venir. No queremos ser una carga para ellos, como tampoco queremos suponer un gasto para el estado español. Queremos trabajar y labrarnos un futuro.
¿Cuáles fueron vuestras sensaciones y emociones al llegar a España?
Ana María:
Nos sentimos en paz. Se puede comer y se puede buscar trabajo. No nos sentimos amenazados por la delincuencia en la calle, tenemos tranquilidad. ¡Claro que echamos cosas de menos! Pero la calma es muy importante.
Hacía tres años que no veía a mi hija y dos, a mi hijo mayor. Tengo un nieto y me he alegrado mucho de poder verlo. Es un gran alivio.
Torre del Mar y Málaga se parecen a La Guaira en clima y geografía, aunque la ciudad de la que procedemos está mucho menos desarrollada. Por ejemplo, a pesar de que tenga aeropuerto, no tiene ninguna sala de cine. Nos sentimos bien aquí.
¿Seguís los acontecimientos de Venezuela?
Ana María:
Sí, estamos al tanto. Estamos muy aliviados de estar aquí, pero también sentimos tristeza al ver lo mal que están allí las cosas por todos los vínculos que nos unen a nuestro país. Pero es algo que se nos escapa de las manos, no podemos hacer nada.
¿Cómo os imagináis vuestro futuro de aquí a diez años?
Jose Luis:
No puedo proyectar mi futuro a tan largo plazo. Hace pocos años yo estaba en mi país y ni se me pasaba por la cabeza que ahora iba a estar en España. Pero sí, me gustaría quedarme aquí. Quisiera trabajar. Tuve permiso de trabajo en esta zona y justo cuando me ofrecían un empleo, como el permiso estaba a punto de caducar no me pudieron contratar. Comprendo que hay que hacer las cosas bien y con la documentación apropiada, no quiero ser en ningún caso un lastre para el sistema. Hay que tener paciencia y encontraré un trabajo. Tengo bachillerato y algunos cursos en energías renovables. Se me da muy bien la electricidad y sé que tengo que seguir formándome en ello para lograr un trabajo. También se me dan bien las redes, Internet, etc.
Ana María:
Es imposible saber qué pasará de aquí a diez años, pero sí quisiera seguir aquí. Tengo muchas ganas de salir adelante. Si hay que aprender lo que sea, lo aprenderé.
No sabemos cuánto va a tardar en resolverse nuestro permiso para poder quedarnos, quizás con la emergencia de Ucrania tarda más.
¿Qué ha supuesto para vosotros Málaga Acoge u otras organizaciones con las que hayáis contactado?
Ana María:
Para nosotros ha supuesto paz y, de nuevo, tranquilidad. Saber que hay una organización detrás nos ayuda emocionalmente, pero no solo eso: Málaga Acoge nos asiste en diferentes aspectos, también en formación y legalmente. Estamos profundamente agradecidos.
Hemos estado en contacto con otras organizaciones que ayudan a buscar empleo y vemos que entre ellas hay colaboración.
Ana María y Jose Luis nos cuentan su historia con semblante serio, pero muy serenos. Parece que han querido cerrar un capítulo duro de sus vidas que quedó en Venezuela y están convencidos de que antes o después lograrán la estabilidad. Mientras conversamos tranquilamente en un banco del paseo, cae la tarde despejada y todo parece fluir sin sobresaltos. Demasiadas veces somos incapaces de apreciar lo valiosa que es la tranquilidad cuando convivimos a diario con ella y aún hay quién se atreve a cuestionar la imperiosa y ancestral necesidad humana de buscar un futuro mejor, de dejar la violencia y las injusticias atrás. Simplemente, de buscar la calma aunque para ello haya que atravesar océanos.
El apoyo a esta familia se enmarca en nuestro proyecto Tarhib, financiado por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones (Dirección General de programas de Protección Internacional y Atención Humanitaria) y cofinanciado por el Fondo Social Europeo.
Mar Tello es voluntaria en Torre del Mar.
*Los nombres son ficticios para proteger su identidad.