Por Claire Conrad.
Mani Mukhtiar, de 21 años, mira fijamente las manos de Ana. Vuelan como pájaros, moviendo arriba, tocando su mejilla, haciendo señales con sus dedos. Mani está confundido.
«¿Comida?» Pregunta él. «Ah, sí, hen, H-E-N,» deletrea Mani con sus manos.
«¿Hen?» pregunta Ana, 23. «No, hen es inglés. Es pollo: P-O-LL-O. Hay que revisar los animales.»
«Pollo,» repite Mani haciendo el signo de la palabra con sus manos y haciendo una pequeña afirmación con la cabeza.
Mani llegó a España hace dos años desde la provincia de Punjab en su país natal, India. Vino acompañando a su padre, que trabaja en el sector de la hostelería en Fuengirola y unos primos, después de terminar el instituto en la India. «Vine a España porque se vive mejor. Aunque me gusta más la comida de allí» cuenta Mani entre risas. Como muchas personas inmigrantes, tiene dificultades con el idioma. Sin embargo, en su caso es aún más complicado: Mani tiene déficit auditivo y para comunciarse utiliza la lengua de signos indio. Habla Punjabi, el idioma de su provincia, y un inglés básico a través de lengua de signos. Y todo se complica porque los signos españoles son distintos. Por eso, acude a Málaga Acoge cada semana a trabajar con Ana Jiménez, voluntaria de la asociación, que le está enseñando a signar en castellano, a la vez que le enseña el idioma.
El proceso es difícil. Tanto el idioma como los signos le son desconocidos. Pero a través de gestos, fotos y deletreando palabras, Mani consigue aprender tanto la palabra en castellano como su correspondiente signo. El proceso parece un juego de tenis: Ana señala algo y deletrea la palabra. Luego hace el símbolo. Mani repite. Mani pregunta por una palabra. Lo deletrea. Ana hace el símbolo. Ana deletrea… Hay muchos gestos, mucho movimiento, alguna que otra frustración. Pero, poco a poco, Mani va avanzando.
Para Ana, las barreras de comunicación con Mani a veces son difíciles, pero su sueño es trabajar como intérprete de lengua de signos. Esta experiencia le ofrece no sólo práctica en interpretación, sino que el voluntariado le permite conocer otro mundo, la vida de otras personas. Además de las clases con Mani, colabora con el Área de Educación, apoyando en las tareas de refuerzo educativo y preparando juegos para los niños y niñas en las actividades de ocio y tiempo libre de los viernes. También empezará a colaborar este otoño con el taller de teatro en prisiones ofrecido por Málaga Acoge.
Mani también está avanzando en cada sesión. «Cuéntame sobre las prácticas,» le dice Ana a Mani. La voluntaria se refiere al periodo de prácticas que el joven realizó durante julio y agosto en Eroski como reponedor en la sección de bebidas y comidas de animales a través del programa Globalemplea. Con esta experiencia y su habilidad de explicarse mejor en castellano, ha empezado a echar su currículum en varios supermercados cerca de su casa en Fuengirola. Aunque hasta ahora no ha conseguido empleo, sigue buscando en los supermercados y tiendas de la ciudad y espera poder poner en práctica sus conocimientos y alcanzar su objetivo: trabajar. ¡Suerte!