Actualizado hace 3 años – Publicado el 11 de junio de 2019
«Ha sido una experiencia inolvidable», dice María Gabriela, con una gran sonrisa, al término de la obra «Juguemos al teatro» en Antequera. Junto a Gabriela otras cinco mujeres que apoyamos en nuestra sede de este municipio se subieron al escenario de la Casa de la Cultura y representaron una función que llevan ensayando desde noviembre.
Gabriela, que sabe de danza folclórica pero no tenía experiencia teatral, confiesa que las palabras se le trababan en los ensayos, pero que con el público delante todo le ha ido mejor y las palabras han fluido solas. Para ella y sus compañeras de reparto y ya de vida Majot, María Gabriela, Ingrid, Lalia, Cristina y Jessy, para sus profesoras Olga y Marina, y para el público, fueron cuarenta minutos mágicos y de emoción.
Fue nuestra gente de Antequera quien propuso a la Asociación cultural Antequera Teatro, encargada de coordinar la Escuela Municipal de Teatro, que un grupo de mujeres migrantes asistiese a sus talleres. Las profesoras Olga Montemayor y Marina Pérez crearon para ellas el taller de teatro inclusivo Antequera Teatro Acoge y les han contagiado el gusto por las tablas enseñándoles de forma voluntaria.
«Ha sido buenísimo, espectacular, maravilloso», dice Jessy, de Venezuela, con los ojos brillantes de emoción al término de la obra que precisamente ella se encarga de concluir pidiéndole al público que cierre los ojos. Su hijo Samuel tiene 2 años y estuvo en la sala viéndola.
También felicísima está Cristina, de Rumanía, con el pelo moreno recogido en dos trenzas largas, con un vestido azul celeste, decidida a continuar haciendo teatro. «Ha sido hermoso. Voy a seguir. Me gusta ser actriz».
A su lado, Lalia, venezolana, coincide con las demás en que ha sido un día muy especial y que estos meses de ensayos les han servido para unirse mucho entre ellas, para jugar al teatro y sacar las niñas que llevan dentro.
«Todas llevamos dentro esa niña que fuimos y que poco a poco deja de estar presente, adormecida…», se escucha en la oscuridad durante la obra.
En escena, mujeres que siendo niñas jugaban y se divertían como tales; esas niñas, luego adolescentes han ido cargándose de experiencias que las han transformado en las mujeres adultas que hoy son, aún sin ser conscientes muchas veces de que esa niña sigue ahí, dentro de cada una de ellas esperando despertar.
«Hasta el día de la función la obra la ido cambiando y se han ido generando cosas nuevas. Las cuatro niñas que actúan -hijas de las mujeres- las hemos incorporado esta última semana», cuenta Olga, quien se planteó la función como algo «fresco» y los ensayos como un espacio en el que las mujeres lo pasen bien.
Los textos elegidos encajan muy bien con cada una de las mujeres en una representación que es también «un trabajo de investigación», según Olga, que ha querido que ellas «se acerquen al teatro desde la verdad».