Málaga Acoge gestiona y mantiene dos pisos de acogida a través de un convenio con el Ayuntamiento de Málaga. Acompañamos a Rabía Banou, mediadora de la ONG, en una de sus visitas a estas viviendas
Al abrir la puerta huele a cebolla, ajo y perejil. Son poco más de las nueve de la mañana, pero el sofrito se dora al fuego mientras en otra sartén varios filetes de pescado se van descongelando poco a poco. La cocina es hoy responsabilidad del joven Imad, al que hoy ayuda Emilia. A sólo unos metros, sus compañeros descansan en el salón de la vivienda. Allí, Rabía Banou, mediadora de Málaga Acoge, conversa con ellos: Cursos a los que acudir, posibles prácticas, la limpieza o aspectos generales de la convivencia centran la conversación mientras repasa menús y turnos de limpieza en el tablón colgado en una de las paredes de la casa.
La escena se repite casi diariamente: Rabía acude a esta vivienda prácticamente varias veces en semana. Igual que al otro piso de acogida que gestiona y mantiene Málaga Acoge a través de un convenio con el Ayuntamiento de Málaga, con diez plazas entre ambos. Allí, su labor esencial es la mediación: Ayudar para que la convivencia vaya bien, así como realizar acompañamientos a lugares como las oficinas del Servicio Andaluz de Empleo, la comisaría para la renovación de documentos, diferentes entidades para la solicitud de cursos o prácticas… «El objetivo es ayudares a que puedan valerse por sí mismos», cuenta Rabía, para que puedan ser autónomos con el tiempo. Eso sí, la mediadora añade que en su día a día su labor se extiende hacia otros aspectos: Que los turnos de cocina o limpieza se cumplan, saber si tienen alguna necesidad, si hay algo que haya que cambiar, ayudarles en la cocina o poniendo la lavadora… «Que la cosa funcione», resume Rabía. «Echamos una mano y velamos para que todo vaya bien», añade Emilia, una de las tres técnicas municipales con las que se coordina la mediadora social de Málaga Acoge en los pisos de acogida.
«Aquí estamos bien, tenemos tranquilidad y espacio. Todo es más fácil así», asegura uno de los últimos acogidos en llegar, un argelino que apenas lleva dos semanas en uno de los pisos. Convive con personas de otras nacionalidades y se muestra optimista: «Me voy a poder dedicar a mi trabajo, con calma y paciencia, y todo irá mejor», añade este artesano tan capaz de tallar tanto un gran tronco de árbol como un pequeño hueso de aceituna. «Yo pronto empezaré un curso de soldador, a ver si hay suerte después», cuenta otro de los beneficiarios del programa de pisos de acogida.
Rabía se coordina con otros tres técnicos municipales para que los usuarios de los pisos de acogida siempre estén atendidos. Y, además de la labor diaria, Rabía tiene con los usuarios reuniones conjuntas en los pisos cada 15 días y en las oficinas de Málaga Acoge suele verlos también para realizar un seguimiento o solucionar cualquier aspecto. «Hay que destacar que muchos de ellos son usuarios de otros departamentos de Málaga Acoge como el Jurídico», dice la mediadora, ya que en muchas ocasiones los acogidos están pendientes de distintos documentos.
Las personas que llegan a estos pisos lo hacen desde el proyecto Puerta Única, oficina en la que participa el Ayuntamiento de Málaga y entidades sociales como el Centro de Acogida San Juan de Dios, Religiosas Adoratrices, Málaga Acoge, Cáritas, Patronato de Santo Domingo, ACCEM, Arrabal y Cruz Roja. Estas entidades son las que informan a los usuarios de la existencia de Puerta Única y es el personal de esta oficina quien valora los casos y toma las decisiones.
La estancia depende de las características concretas de cada persona usuaria de los pisos de acogida. «Se trata de marcarse un objetivo y, cuando se cumple, es el momento de marcharse y dejar sitio a otra persona», cuenta Rabía. Entre esos objetivos pueden estar aspectos tan variados como encontrar trabajo u obtener la documentación, o realizar un proceso formativo completo, ya que en muchos casos los beneficiarios son personas inmigrantes que acaban de salir de centros de menores tutelados por la Junta de Andalucía. «Muchos son prácticamente niños y hay que ayudarles en muchas cosas», concluye Rabía. Una de esas cosas es la cocina y, aunque no son ni las 11 de la mañana, la comida está hecha: Pescado en salsa de almendras y verduras rehogadas. La próxima vez, Imad hará él solo la comida.