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La semilla de la solidaridad en la vida de María Teresa viene de lejos. Recuerda con emoción a su madre, maestra jubilada, que dedicaba sus tardes a coser muñecas de trapo para venderlas y destinar los beneficios a niños y niñas de países empobrecidos. «Al menos que en mi epitafio puedan poner que pasé por el mundo sin empeorarlo», decía con una mezcla de sencillez y convicción.
Nacida en Ronda y madre de dos hijas de 31 y 22 años, vive en Antequera desde hace 21 junto a su marido, arqueólogo de profesión. Tras una vida dedicada a la enseñanza como profesora de Historia e Historia del Arte, la jubilación —hace apenas un año— le abrió el espacio para entregarse al voluntariado.
Desde marzo acude una mañana a la semana a la sede de Málaga Acoge en Antequera, apoyando tanto en la primera acogida como en tareas de apoyo en la oficina en intervención social. Su implicación, además, va más allá: colabora en la tienda solidaria de Madre Coraje y forma parte del proyecto Mayores Amigas de la Plataforma Solidaria de Antequera, donde ofrece compañía a personas mayores en situación de soledad. «Me he dado cuenta de que todas las personas necesitamos las mismas cosas: que nos acompañen, que nos protejan, que nos acojan, alguien que nos escuche, y que sepan que pueden contar contigo», explica.
Su sensibilidad hacia las personas migrantes viene marcada también por su experiencia docente en los últimos años. Durante cuatro cursos trabajó en enseñanza de adultos y muchos de sus alumnos y alumnas eran personas migrantes: «Les veía con afán de integrarse, con afán de aprender, de hacer cosas para aportar. Algunos venían con licenciatura de sus países, advierte. María Teresa critica el paternalismo hacia las personas migrantes: «se les trata con condescendencia y no es eso: son personas como tú que vivían en su casa y que por sus razones lo han tenido que dejar todo. Tienen las mismas expectativas que tú de la vida».
No es la primera vez que la solidaridad marca su vida. Hace una década, ella y su familia acogieron en casa a una niña de Mali a través de un proyecto impulsado en Antequera. Esa experiencia, unida a sus vivencias como voluntaria, le ha hecho comprender la fuerza del acompañamiento. «En Málaga Acoge he encontrado gente super valiente, necesitada de sostén y escucha».
Para ella, cada gesto de voluntariado es también una forma de resistir ante el desasosiego de un mundo convulso. «Tengo la sensación de que el mundo va al caos y creo que la única manera de mitigarlo es que la gente que pueda hacer algo positivo lo haga, cada uno lo que pueda. Me da tranquilidad de conciencia hacer lo que pueda para que el mundo sea un poco mejor».
María Teresa insiste en animar a cualquiera a dar el paso. «Aunque sea un tópico decirlo, es tan cierto, en el voluntariado se recibe más de lo que se da». Yo echo una mañana aquí, otra en la tienda, estoy con las señoras mayores y a mí me aporta tanto: la cantidad de gente que conoces, las perspectivas que te cambian, las cosas nuevas que aprendes. Te hace click en la cabeza. Es un enriquecimiento personal total, de la mente, del corazón».
Y añade un mensaje especial para quienes atraviesan momentos de soledad: «A todo aquél que se sienta solo le digo que el voluntariado rompe barreras de soledad. Dejas de mirarte el ombligo».
El apoyo de María Teresa se enmarca en nuestro proyecto Tesera «Atención integral a personas migrantes y refugiadas desde el ámbito social y jurídico», que realizamos con el apoyo de la Consejería de Inclusión Social, Juventud, Familias e Igualdad.





