Actualizado hace 7 años – Publicado el 14 de julio de 2016
La vocación es su principal seña de identidad además de una determinación envidiable. Desde muy pequeña Ana Jiménez tenía dos cosas muy claras: quería ser intérprete y trabajar en la prisión. Y es que todavía recuerda la primera vez que la pequeña Ana vio una cárcel en televisión y le dijo a su sorprendida madre: «Mama, de mayor voy a trabajar en la prisión». Años después, Ana Jiménez Suarez, natural de Herrera en la provincia de Sevilla, se hizo voluntaria de Málaga Acoge.
«Hace 5 años ya. Cuando terminé el grado superior de intérprete en lengua de signos empecé a buscar organizaciones para hacer voluntariado y la primera que encontré fue Málaga Acoge. Me informé, mandé el correo con el cuestionario y aquí estoy.»
Su vocación por querer trabajar en prisión provocó que mucha gente le intentara disuadir. Los prejuicios relacionados con el mundo carcelario desanimaron en un principio a nuestra voluntaria pero la idea no dejó de rondarle la cabeza
«Empecé en el Área de Educación dando clases particulares con los niños y niñas que vienen a Málaga Acoge pero después de dos años tuve que dejarlo porque empecé con la carrera. En esa época llegó a la entidad un chico indio sordo. Hablaba en lengua de signos india así que me propuse aprender. Él me enseñaba lengua de signos de la India y yo a su vez la de España. Así acabamos aprendiendo y pudo empezar a participar en los cursos que se realizan a través del Área de Empleo hasta que consiguió un trabajo como reponedor en el Eroski.»
Para el que no tenga el placer de conocer a Ana en persona hay que destacar la gran vitalidad que desprende y la sonrisa constante que vive en su cara. Parece como si para ella no hubiera imposibles, y si nos fijamos en su trayectoria en Málaga Acoge es fácil pensarlo. En 2014 hizo caso a su vocación y dio el paso.
«Después de mucho tiempo dudando, me animé a hablar con Carmen Cano, responsable del Área Social de la entidad del que depende el trabajo en prisión. En octubre de 2014 empecé a apoyar el taller de teatro que ese año era un musical: ¡No dejes de soñar!. Y yo me dije… ¿por qué no hacerlo en lengua de signos? Nos pusimos manos a la obra. Las 18 personas internas aprendieron la canción en lenguas de signos y el día del estreno, en abril de 2015, el entusiasmo fue generalizado.»
Si hay alguna otra característica comparables a su vocación y su determinación debe ser su curiosidad. Porque no contenta con todo lo hecho hasta ahora Ana sigue proponiendo nuevas ideas y cursos. En marzo comenzó a apoyar las clases de español con personas en tercer grado y esta semana acaba de comenzar a impartir junto con Rebeca Pascual, trabajadora social de Málaga Acoge y también voluntaria en Prisión, un taller de mandalas. Una capacidad de trabajo que no le resta tiempo para pensar en su futuro.
«De mi paso por Málaga Acoge destaco todo el aprendizaje que me llevo, cosas que en la carrera nunca sabrías y que aquí aprendes además de los mejores profesores: Carmen, José Antonio (voluntario), del resto de compañeras y compañeros y de las personas con las que trabajamos cada día. Mi objetivo ahora es terminar la carrera (Pedagogía) y enfocarme para encontrar trabajo en el ámbito de la empresa y lo social».
No tenemos ninguna duda en que Ana conseguirá su objetivo, los que la conocemos, empezando por su madre, sabemos que cuando ella se propone algo, lo consigue.
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