Carmen estudió Económicas en Perú y ha seguido formándose con diversos cursos. Tiene un hijo de cuatro años al que adora y al que incluso ha llevado algunas veces a clase con ella. Cuenta que siempre le ha gustado enseñar y que disfruta mucho ejerciendo de profesora. Cuando llegó a España completamente sola se encontró con muchos problemas, pero pronto aparecieron personas que le ayudaron. Ahora lo único que desea es ofrecer el mismo apoyo a aquellos que, como ella, no lo tienen del todo fácil para integrarse en nuestro país.
¿Por qué se hizo voluntaria de Málaga Acoge?
Cuando entré en la asociación, puede que suene egoísta, quería hacer algo para sentirme mejor. Luego, cuando empiezas y te encuentras con un grupo que está esperando a ver qué les aportas, qué les das y cada uno tiene personalidades distintas, cada uno viene de países distintos, pues tú asumes la responsabilidad. Yo me preparo mucho para mi trabajo y me esfuerzo. No utilizo libros, sino que me preparo yo misma el material.
¿Y por qué un voluntariado en la enseñanza?
Desde muy joven ayudaba en las lecciones de ciencias o historia a chicos en Perú que postulaban a la universidad. De siempre me gusta educar. Cuando llegué a Málaga Acoge y me presentaron las distintas áreas, sin dudarlo elegí la educación. Como ya había profesores para los otros niveles y faltaba alguien para el cuarto nivel, que es el más alto, me cogieron a mí.
¿Qué dificultades tienen los estudiantes a la hora de aprender castellano?
Con la experiencia aprendes qué dificultades tienen los alumnos según su nacionalidad. Por ejemplo, con las personas marroquíes tienes que tener cuidado con las palabras que contienen la letra e y la i, porque no las pueden pronunciar. El colectivo de Ucrania tiene problemas con la escritura: en su lengua de origen su letra es muy cerrada, y cuando escriben en español no se entiende. Cuando llegaron mis dos alumnos ucranianos primero les inicié en la caligrafía. De hecho, cuando llegaron yo no entendía nada de lo que escribían y ahora lo hacen muy bien. Por otro lado para las personas de Senegal lo más complicado es la pronunciación, porque su habla es muy diferente al nuestro y por eso intento que lo trabajen mucho.
Aparte de gramática, leer y escribir en castellano ¿qué más aprenden sus alumnos en las clases?
Aparte de clase de lengua, también doy clases de civismo. A mí, no sólo como extranjera, ya como ciudadana normal, hay cosas que me incomodan. Generalmente el extranjero pierde la noción cuando está con amigos o familiares de que está en otro ambiente y actúa de forma natural y no se da cuenta de que puede estar incomodando. Y por esas actitudes, a veces la gente se mete con los inmigrantes. Les preparo para integrarse y no sólo a esperar a que ellos sean respetados, sino que ellos también respeten. Porque ellos no pueden esperar que todo el mundo les respete y que luego no entiendan que a otros les pueda incomodar, por ejemplo, el uso del pañuelo. Ellos lo pueden hacer, pero tienen que comprender a los demás. Hablamos de muchas cosas, temas que les preocupan; además, así practicamos el vocabulario que después oyen en la calle
¿Entonces en sus clases hablan sobre temas de racismo y discriminación?
Mira, Ndago, un chico de Senegal, vino en patera a España. Nos hemos acostumbrado demasiado a decirlo, pero imagínate algo tan triste: un chico tan joven jugándose la vida de esa manera. Hoy en día decir “vino en patera” parece una noticia de todos los días, se dice muy rápido, pero vamos a ver, cuántas personas pierden la vida, cuántas decepciones, cuántas amarguras, cuánto llanto, cuánta muerte… Por eso le doy mucha importancia al tema del racismo y discriminación. Hay que explicar ambas partes. Además no es lo mismo Ruslan, que es ucraniano y de raza aria, que Ndago o Fode que son africanos, y siempre toman una actitud a la defensiva y están atentos a lo que les pueda pasar. Yo, como peruana, he sufrido mucho la discriminación en carne propia. Yo sé lo que es que me insulten por la calle.
¿Qué le aportan sus alumnos a nivel personal?
Soy una persona que me encanta conocer gente de diferentes países y descubrir cosas nuevas. Aunque no tengamos nada en común, me gusta que cada uno me aporte algo, todos podemos aprender de todos: lo bueno que hay que hacer y lo malo que no hay que repetir. Es fascinante, hay muchísimas culturas de las que he aprendido. En Perú sólo hay turistas, no existe la inmigración como aquí. Cuando llegué a España aluciné porque nunca en mi vida había visto personas de otras culturas, mujeres musulmanas con sus vestimentas, por ejemplo.
¿Por qué cree que Málaga Acoge tiene tan buena aceptación entre los alumnos?
Aquí se cuida mucho buscar la persona idónea para cada área. Estamos dando los primeros pasos para mejorar lo que teníamos antes. Yo puedo tener mucha vocación, pero si no sé dar clases, no me sirve. Lo primero que tengo que hacer es saber que domino el idioma y que tengo conocimientos de pedagogía para dar las clases.
¿Tiene contacto con sus antiguos alumnos?
Mantengo el contacto con algunos que me escriben, me saludan y me felicitan por mi cumpleaños. Los senegaleses siempre quieren regalarme cosas y yo no quiero aceptarlas; yo prefiero un abrazo a un regalo.
¿Qué es lo mejor de ser voluntaria?
Después de casa clase les pregunto a mis alumnos: ¿Han aprendido? La satisfacción que siento no tiene precio, sólo la conoce el que trabaja como voluntario en algún área. Y la amistad y el cariño que cada uno te brinda, es enorme. Yo voy por la calle y todos me saludan. Aveces no los reconozco, porque he tenido muchos alumnos y siempre me paran para saludarme. Ahora saludo a todo el mundo aunque no los conozca.
Entrevista realizada por Elsa Rodríguez, voluntaria del Departamento de Comunicación de Málaga Acoge.