Profesores y alumnos celebran la entrega de diplomas de las clases de castellano con un desayuno en familia. Más de un centenar de personas han pasado desde octubre pasado por el curso en la sede de la capital de Málaga Acoge.
Fadila se incorporó al curso de español en febrero pasado. Dominaba el castellano, pero le costaba mucho más leerlo y escribirlo. “Y cada vez que llegaba una carta del colegio de mis hijos o tenía que rellenar algún documento tenía que pedir ayuda”, explica. Ahora, cuatro meses después, se siente mucho más autónoma. Y feliz. “Ahora entiendo casi todo lo que leo y puedo escribir relativamente bien. Además, siempre que estoy baja de ánimos, venir a clase es como una terapia: me río mucho, nos divertimos, aprendemos… Así que me voy mucho mejor de lo que vengo”, añade. Hoy la sonrisa la comparte con otros muchos compañeros y compañeras de clases de castellano que han recibido sus diplomas del curso recién acabado. La decena de profesores y profesoras de este curso, todas personas voluntarias, han organizado una fiesta para entregar los certificados y, de paso, celebrarlo en familia. “Hay que irse con la misma alegría que hemos pasado todo el año”, cuenta Carmen Espeja, la coordinadora del curso.
Desde octubre, por la sede de calle Bustamante de Málaga Acoge han participado en los diferentes grupos de clases de español 106 personas, de los que 68 han podido acudir con regularidad y han obtenido sus diplomas. “Hay gente que por ciertos motivos debe dejar las clases: viajan a otro sitio, encuentran trabajo, cambia su situación familiar…”, explica Espeja. “Pero la mayoría vienen con mucha formalidad. Hacen un esfuerzo por ser disciplinados, por aprender y creo que, en general, el curso ha ido muy bien”, subraya. Algo en lo que insistía la propia presidenta de Málaga Acoge, Adela Jiménez, que acudió al acto para entregar los certificados “y dar la enhorabuena a todos por su gran trabajo realizado en este tiempo”.
Uno de los más contentos con los resultados es Juan. Programador informático procedente de Moldavia, llegó a España en octubre pasado. Vive en Torremolinos y cada martes y jueves ha acudido a las clases junto a su profesor, José Tomás. “Lo más increíble es que tanto él como todas las demás profesoras lo hagan voluntariamente”, asegura este joven de 30 años que espera su segundo hijo en los próximos días. “Para mí aprender español era muy importante. Me ha resultado sencillo porque es un idioma latino como el que yo hablo, pero también he tenido que estudiar mucho, ser muy constante y ser muy curioso, no tener miedo a preguntar”, añade Juan, que interrumpe la entrevista…
– ¿Escribes con la izquierda? ¿Eso tiene nombre?
– Sí, ser zurdo.
– ¿Pero eso no significa que no escuchas?
– No, eso es ser sordo. Zurdo es con z, y una u.
– Ah… Ves, así voy aprendiendo, sin dejar de ser curioso.
Y no sólo curioso, sino muy trabajador: Juan ha grabado el audio de todas las clases con el teléfono móvil y luego las ha ido escuchando una y otra vez para repasar sus conocimientos. “Llegar a un país y no saber pedir ni un vaso de agua es muy duro. Ahora es todo mucho mejor, puedo hacerme entender en la compra, con mis vecinos… Y a ellos les entiendo bien sobre todo si me hablan despacio”, destaca.
Personas procedentes de Rusia, Senegal, Lituania, Costa del Marfil, Ghana, República Checa, Burkina Faso o, como Fadila y Juan, de Marruecos y Moldavia, han participado en este curso y son hoy mucho más independientes que hace unos meses, algo que han celebrado con un gran desayuno que es sólo un punto y seguido en su aprendizaje.“El curso que viene volveremos. Quiero seguir mejorando”, apunta Fadila.