«Consuelo. España», reza un cartelito verde sobre la mesa delante de su silla durante la clase. El mes que viene cumple 78 años y hace seis que es voluntaria de Málaga Acoge enseñando español dos tardes a la semana, martes y jueves. «Hanae. Marruecos», se lee en la cartulina que identifica a una de sus alumnas de su grupo de nivel intermedio. En este mes de abril, el 18, Consuelo se despide de la asociación para volver a su Bilbao natal. «He aprendido muchas cosas de los alumnos y alumnas y estoy muy agradecida». Licenciada en Filosofía, ha dado clases «toda su vida» y valora este tiempo en la asociación en la que dice haber encontrado «un grupo de gente buena haciendo cosas buenas».
Este es su sexto curso y reconoce que al principio le parecía «dificilísimo» dar clase. Agradece el apoyo del resto de los profesores y profesoras, «especialmente la ayuda de Antonio», compañero que enseña por las tardes al grupo de nivel más básico.
«El estar con estas personas siempre ha sido muy gratificante. Te reciben bien y yo a ellos también». En su grupo hay once alumnos y alumnas de seis nacionalidades diferentes. La relación con ellos y ellas va más allá de las clases, se prolonga en el tiempo, y eso es «lo bonito», apunta. De sus primeros años en el voluntariado, afirma que aún mantiene el contacto con un chaval muy joven que en aquél momento lo pasó mal, que estuvo en la calle. «Le sigues la pista e intentas ayudarle de distintas maneras haciendo presión aquí y allá», apunta Consuelo, que recuerda que como deseo de Navidad este chico escribió que quería conseguir sus «papeles» para ir a ver sus padres a Marruecos.
En el grupo de Consuelo hay personas de Marruecos, Lituania, Ghana, Ucrania o Guinea Conakry…una gran diversidad. Explica que suelen ser gente que no sabe español, pero que ha estado escolarizada en su lengua. «Intentamos que aprendan y también echarles una mano en lo que podamos. Es un nivel bajito. De vez en cuando haces alguna alusión a la gramática pero intentas, sobre todo, que vayan hablando».
Al comienzo de la clase de este martes le pregunta a Hanae la fecha y la hora. Después, si recuerda cuándo empezó la primavera. «El 21 de mayo», responde ella. En la clase anterior estuvieron repasando el tiempo. «Hoy voy a hacer un dictadito. Preguntarles qué tiempo hace hoy, si hace sol o llueve. También traigo unas fichas con ejercicios de artículos indeterminados, uno con el verbo estar. Siempre procuro tener varias cosas y luego siempre se puede improvisar».
Consuelo piensa al final de las clases que no sabe lo que habrán aprendido «pero sí que nos hemos acogido mutuamente». A pesar de que muchas veces la realidad del mundo incline a pensar lo contrario, sigue «creyendo y apostando porque la bondad tenga más fuerza que el mal». El hecho de haber encontrado en la asociación «a gente buena haciendo cosas buenas estimula para vivir y creo que a todas de una manera u otra».
Para explicar lo que le han aportado estos años como voluntaria, parafrasea un salmo de la Biblia que dice que siempre le ha gustado. «De Málaga me llevo una gratitud a la vida y no olvidaré las cosas buenas que me ha dado».
En Bilbao dice que buscará alguna asociación similar a Málaga Acoge porque le gustaría seguir apoyando a personas migrantes, como comenzó a hacer aquél día de mayo del 2018 cuando vino a nuestra sede de calle Bustamante a hablar con Carmen Espeja. El pasado viernes se reunió con ella y el resto del equipo del curso de español en Málaga en un almuerzo en el que se le hizo entrega de un detalle como reconocimiento a estos años de dedicación a la entidad.
«Cuando ocurrió el terremoto de Marruecos les puse unas letras a antiguos alumnos para preguntar por su familias y la mayoría contestaron que estaban bien», cuenta Consuelo. En cuanto aquel alumno joven que tuvo, ya consiguió sus papeles y trabaja en Valencia. «Tiene un empleo, está muy contento y hace poco me mandó una fotografía de Marruecos porque había ido a ver a su familia», concluye sonriendo.