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Eliana nació en Medellín, la segunda ciudad más grande de Colombia con algo más de dos millones y medio de habitantes. Tiene 35 años y llegó a España hace siete, primero a Sevilla y luego a Fuengirola, con el objetivo de terminar sus estudios en psicología. Se licenció hace dos años y se especializó más tarde como terapeuta Gestalt. Ahora se encuentra como colaboradora de un centro de psicología, ejerciendo tanto en temas de terapia individual o parejas como de monitora de un grupo de meditación. Continuamos con ella la serie de entrevistas de la campaña Todas las piezas son importantes.
Entrevista a Eliana Valencia from Málaga Acoge on Vimeo.
¿Cómo es su trabajo día a día?
En el centro de psicología trabajamos para promover la salud psíquica y emocional de las personas. Hay talleres grupales, autoconocimiento, desarrollo personal… y también terapias individuales. Hay motivos de consulta de todo tipo: crisis vitales, enfermedad, ansiedad, depresión, separaciones, duelos… Pero también nosotros promovemos el hecho de que si no tienes enfermedad o no tienes nada, toca conocerse y vivir mejor. Si sientes en que has llegado a un punto donde estás estancado, vamos a promover actividades para que estés mejor. Hay muchas técnicas para conocerse uno: desde el arteterapia a los grupos de apoyo.
¿Y siempre con el enfoque de la Gestalt?
El enfoque que yo trabajaba en la universidad era cognitivo conductual y la especialización que hice, no en la universidad sino una escuela que trabaja eso, es de corte más humanista y existencia y se llama así, Gestalt. Mi intervención terapéutica es siempre desde la Gestalt. Obivamente lo que trato siempre es la necesidad de la persona: si alguien necesita algo más directivo, pues también, ya que la Gestalt es más libre, dejar hacer, fluir, que la persona sigue su ritmo… Mientras que la cognitiva es más tú necesitas esto, haz esta tarea, preséntamela y el terapeuta dirige y el otro obedece. Pues en función de lo que necesite la persona, pues trabajamos de una forma u otra, ya que también estoy capacitada para ello.
¿Cómo surgió lo de estudiar aquí?
La universidad donde estudiaba allí en Colombia estaba potenciando mucho el intercambio internacional entre las universidades, algo que da cierto standing al centro de origen. Eso se estaba promoviendo mucho y yo había hecho un programa nacional de intercambio y luego hice el internacional. Lo hice a España porque yo tenía una pareja aquí. Y vine ya con fines de quedarme: utilicé el intercambio educativo como excusa para quitarme. Primero estuve en Sevilla, porque el convenio era con la Universidad de Sevilla y luego trasladé el expediente a la Universidad de Málaga, porque era donde residía mi pareja y decidí quedarme.
¿Y qué tal desde entonces?
La verdad es que he tenido una situación muy buena. Si me voy, me voy con una ganancia a nivel de relaciones personales muy grande. También ha sido por mi apertura, claro. La gente con la que me he encontrado tiene mentalidad muy abierta, gente que no ve al inmigrante para nada como un peligro u obstáculo, al contrario; gente que conoce muchos países, que entienden la importancia del inmigrante. El medio en el que me muevo de trabajadores sociales, psicólogos, médicos… gente que está en relación de ayuda y es muy fácil estar ahí.
¿Fue mucho cambio vivir a Andalucía respecto a su vida en Medellín?
Sí, totalmente. Creo que el peor error que puede cometer cualquier persona que viaja a un país es no conocer al país. Y no sólo en términos demográficos, sino también culturales. Y yo confieso que no venía muy enterada de cómo era la cultura española. Me costó mucho, por ejemplo, que nosotros en Medellín acogemos muy bien al extranjero, allí la figura del inmigrante no se conoce. Esa diferenciación entre extranjero e inmigrante… A veces me decían que era extranjera, por ser estudiante, pero no inmigrante… Pero yo soy inmigrante… Y hacer esa diferenciación genera cierto rechazo y eso para mí fue difícil. También los estilos de cómo acercarse a un grupo o formar parte de ello, son muy diferentes y me costó. Y lo que más me ha gustado que no me ha costado es la tranquilidad: ir con las cosas de valor, el móvil… y no tener miedo de que te lo vayan a robar, da mucha tranquilidad. Y también me pareció muy bueno que la gente tuviera acceso mínimo a la salud aun estando en situación irregular o a educación… Y también los precios: lo que yo pagaba aquí en la universidad allí es impensable porque eso es un lujo mientras aquí sigue siendo un derecho. Qué bueno que haya tanta inclusión y tanta facilidad. Ahora cada vez se está pareciendo todo más a allá, lamentablemente.
¿Qué tal la vida en Fuengirola?
Yo, como decía, vivía en Medellín, e ir desde ahí a la costa es como vivir aquí en Madrid e ir de vacaciones de verano a Fuengirola. Para mí, de vivir en el interior a ahora vivir a 50 metros del Mediterráneo… Allí es de postal y aquí es vivir en la postal. Y para mí es muy sencillo disfrutar aquí, no hay que hacer grandes viajes ni gastar demasiado dinero. Frente al mar con una cerveza y una tapa, ya te lo pasas bien. Para mí es muy sencillo disfrutar aquí. La playa es más que suficiente. Cuánta gente paga por venir aquí y yo caminando un rato llego a la playa… Es muy sencillo vivir aquí.
¿Ha tenido algún problema por ser inmigrante?
Por ser colombiana y mujer, a veces sí. Hay mucha gente que piensa que por ser colombiana una viene a buscar un hombre para que la mantenga o se va a dedicar a la prostitución… Pero gente así vas a encontrar en cualquier lado. Aquí no se habla de nacionalidades que miren mejor o peor, si no personas que se basan en estereotipos o prejuicios. O por ejemplo, hombres que te ven y por simplemente estar leyendo un libro sola significa que estás esperándolos a ellos.
¿Hay estereotipos sobre los españoles en Colombia?
Sí… Se dice que hablan muy duro, que a nivel de higiene no son limpios… Pero eso pasa en todos lados. También que beben y fuman mucho. De los andaluces dicen que son muy perezosos y que les gusta todo muy fácil y yo conozco muchos casos de ansiedad de gente que está muy activa y revolucionada… Si es que al final una ve, con la experiencia, que hay muchas más similitudes que diferencias entre unos y otros. Aunque a mí me sorprendió mucho el hecho de que no se terminen las palabras al hablar o se use tan poco léxico… Pero yo vine a conocer la cultura.
Algo que la enriquece, ¿no?
Yo creo que lo que más enriquece a mí, que conozco gente de Senegal, Uruguay, de aquí (donde también es diferente un cordobés que un castellano) es la diferencia. Esa diferencia es muy importante: desde la comida a las costumbres hasta la forma de ver las cosas. Te abre mucho la mente saber que no eres el ombligo del mundo y que siempre hay alguien que tiene algo que enseñarte. Lo que aporta es la diferencia a todos los niveles. Si tú permites que el otro te enseñe, pues vas a salir enriquecido. Yo veo ganancia por todos lados.





