Ha pasado más de un año desde que Laura y David* llegaron a Torre del Mar junto a su hija, huyendo de la violencia en su país y, poco a poco, van encontrando la tranquilidad que buscaban y salen adelante como el resto de familias que apoyamos en el marco de nuestro programa para personas solicitantes de protección internacional.
«Atrás lo dejamos todo. Toda una vida, trabajo, amigos, una casa que costó mucho levantar», cuenta Laura. Dejar su hogar atrás fue «como cerrar una puerta, sin pensar, meter todo lo que puedas: tu vida en una maleta de 23 kilos sin saber cuando regresas».
Ejercía de odontóloga en su país. David, su marido, trabajaba como diseñador gráfico y también en empresas de telefonía. La hija de ambos, de 9 años, aún echa de menos a sus amigos y amigas, el colegio en el que estudiaba. Lo cuentan ambos sentados en el comedor del piso de acogida en el que viven en Torre del Mar y que representa para ellos, desde que llegaron en marzo de 2018, descanso y alivio.
«El llegar a Torre del Mar acabó con nuestra incertidumbre. Ya teníamos por lo menos un camino», sostiene.
«Después de un año viviendo en Torre del Mar estoy volviendo a ser yo», afirma rotunda porque ya «va manejando la tristeza» aunque a veces sienta «de repente sienta esa melancolía». El viaje, en el que también le acompañaron sus padres, fue largo y difícil porque estaban mal de movilidad y también David cuenta con una discapacidad.
En cuanto a su hija, «vino a mitad de año y estudió un trimestre en un colegio nuevo. Al principio lloraba mucho por los amigos. Todavía llora». Es toda una artista. Basta ver uno de los dibujos que ha hecho en sus clases de pintura y que cuelga enmarcado en el salón mostrando el rostro sonriente y colorido de una joven con el cabello a un lado como mecido por el viento.
«Mi niña creció entre óleos y pinceles porque también a mí me gusta pintar», explica Laura, que está a la espera de la homologación de su título de Odontología. Durante este año ha hecho prácticas de esta especialidad en una clínica, lo que que le ha permitido «mantener ese sueño y la esperanza de dedicarme a lo que más me gusta y sé hacer».
Esta pareja venezolana pone en valor el acompañamiento de Málaga Acoge, una «acogida» que, dicen, agradecerán «eternamente» y que siempre les hace sentirse bien y protegidos. «Salir de tu país es algo muy fuerte que estamos viviendo por primera vez : llegar a una tierra extraña a empezar de cero y sentir que hay alguien a quien puedes llamar cuando te sientes mal, que entiende lo que estás viviendo. Es una orientación muy grande y da mucho ánimo», sostiene Laura.
Aparte de la orientación laboral valora el apoyo psicológico y se refiere a la compañera Elena, a su lado mientras habla, a la que considera «buena profesional, pero más como una amiga que entiende lo que estamos pasando».
Lo que más les preocupa en este momento es la parte laboral: encontrar un empleo para poder salir adelante. Laura tiene permiso de trabajo y se ofrece como auxiliar de odontología que es lo que más está buscando. Mientras, David, tiene concedido un 35 por ciento de discapacidad y está haciendo entrevistas en el sector de la telefonía en el que acumula años experiencia en su país.
David se emociona al recordar el momento en el que llegó a Torre del Mar. «Verte con todas esas maletas, esos sentimientos y ver a las personas que te vienen a recibir fue la gloria después de mucho tiempo con tanta incertidumbre».
El caso de esta familia, como el de tantas otras muchas, es complejo porque escaparon de su hogar tanto por amenazas como por la falta de medicación para tratar la enfermedad de David.
Y aún les queda el temor en el cuerpo. «Cuando llegamos aquí apenas oscurecía tenía que venir a casa enseguida. Y ya me voy acostumbrando a que se puede estar hasta tarde en la calle», cuenta Laura que trata de mantenerse positiva y encontrar apoyo en el resto de familias solicitantes de protección internacional que venimos atendiendo. «Ayudan mucho los amigos que tenemos aquí», reconoce.
«Ahora siento que estamos construyendo nuestro hogar», concluye David mientras que su mujer comenta lo mucho que le gusta Torre del Mar porque es una ciudad pequeña. «Me encanta el mar y la gente es muy amable».
Esta familia es una de las que acompañamos en el marco del proyecto Tarhib para la Acogida e Inclusión social de personas solicitantes y beneficiarias de Protección Internacional llevada a cabo por Málaga Acoge, federada en Andalucía Acoge, y con el apoyo del Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social.
*Los nombres son ficticios.