Hoy conocemos a Rocío Delgado, una voluntaria de 19 años que desarrolla su labor en el departamento de Educación de la entidad mientras se prepara la selectividad y se forma en diferentes campos sociales
Dice Rocío Delgado que, a sus 19 años, le gustan las mismas cosas que a cualquier chica de su edad: «Escribir, patinar, escuchar música, salir, hacer cosas al aire libre… Lo típico», asegura. Lo que no es tan habitual es que, con su edad, entienda tan bien la necesidad de que las personas den cosas sin esperar recibir nada a cambio y que realizar una labor de voluntariado enseña muchas cosas. «Somos raros los jóvenes de hoy en día que preferimos estar un simple viernes por la tarde ayudando a los demás en vez de salir con los colegas. Yo conozco gente que dice tener ganas de unirse, ya sea a este u a otro voluntariado, pero ponen excusas banales como ‘para un día que tienen libre’ o cosas por el estilo», cuenta esta joven, que anima a cualquier joven a compartir su tiempo como voluntario en esta o cualquier otra entidad «por la importancia de su ayuda en la sociedad, por el bien que pueden hacer con solo prestar un voluntariado una tarde: su vida dará un giro impresionante y dejarán de ver muchas cosas de la forma que las ve ahora», subraya Rocío.
En Malaga Acoge hay algunas otros jóvenes como ella. Pero también hay muchos otros a los que le falta un empujón final para decidirse a echar una mano. De hecho, a ella también le costó dar el paso para formar parte del voluntariado de esta ONG. «Yo siempre he tenido ganas de entrar en alguna entidad como Málaga Acoge, pero no me atrevía a ello. Mi novio entró en la asociación en septiembre de 2010 y cuándo él me contó sus experiencias en el trabajo con menores me animé a ello», explica. Y así comenzó todo, en el Departamento de Educación y trabajando con menores. «Los primeros días fueron un poco caóticos. Me costaba aprenderme los nombres de todos, las más mayores me tomaban un poco el pelo, me costaba tomar iniciativa en las actividades…», recuerda.
Sin embargo, la cosa ha cambiado. Más de un año después de empezar, a Rocío se le ve como pez en el agua entre tantos niños y niñas. Sabe cómo hacerlo para que lo pasen bien, para que aprendan y para que se sientan bien. Y así, cada viernes, participa en las actividades del Departamento de Educación: «Hacemos excursiones (normalmente al Palmeral de las Sorpresas, al Paseo del Parque, al cauce del río Guadalmedina o al llano de Santo Domingo), jugamos de forma educativa, juegos prácticos para que pierdan la timidez, que aprendan a jugar en grupo, la importancia de la no violencia y, sobre todo, que disfruten y se sientan acogidos», relata Rocío, que destaca la satisfacción de ver reír al os más pequeños: «Es lo mejor, verles reír y ver que le eres de ayuda, que aprenden de tus palabras». «Es difícil de explicar cómo te sientes cuando cada viernes al llegar corren hacia ti varios niños para saludarte con una sonrisa de oreja a oreja y contándote lo que han echo durante la semana. Estoy aprendiendo a valorar las cosas más simples de la vida, supongo que se debe al hecho de trabajar con los niños, que son, a veces, tan inocentes en sus actos», cuenta Rocío, dice este tiempo como voluntaria le ha servido para aprender mucho y para tener más claro cuáles serán sus estudios universitarios.
De hecho, Rocío se está preparando la selectividad por su cuenta para poder estudiar Educación Social. Y, mientras, además de continuar su labor de voluntaria en Málaga Acoge, espera seguir aprendiendo en otros muchos campos: Así, está haciendo un curso de quiromasaje y participa en un curso de formación para jóvenes en arteterapia.