Nuestra compañera Flor Almeida, técnica de Educación en Málaga, reflexiona en La Opinión de Málaga sobre la participación infantil y apuesta porque este derecho de los niños y niñas sea real y auténtico. Reproducimos a continuación el artículo publicado en el espacio que compartimos con Arrabal, Incide, Prodiversa y Cruz Roja Málaga. Lo puedes leer también en su ubicación original aquí.
Un debate establecido en clase por el maestro o la maestra? ¿Una niña leyendo un discurso escrito por la clase y supervisado por el profesor o la profesora? ¿Un grupo de niños y niñas sosteniendo pancartas con mensajes que no comprenden?
Podemos pensar en todos estos ejemplos de «participación infantil», sin embargo, quizá sea una expresión que nos parezca amplia, imprecisa o vacía de contenido real. Y sobre todo, ¿por qué se habla tanto de ella, en qué recae su importancia?
La participación es uno de los derechos de la infancia recogidos en La Convención de los Derechos del Niño aprobada por Naciones Unidas en 1989 y ratificada a nivel mundial. No cabe duda de que existe una conciencia social de que los niños y niñas tienen derechos que deben ser respetados, protegidos y garantizados. Así, desde entonces, son muchas las personas dedicadas a reflexionar sobre el desarrollo y profundización de los términos en los que queremos que dichos derechos se cumplan. En concreto, en relación a la participación puede haber diferencias significativas entre unas formas de participación y otras si pensamos en avanzar en un camino hacia una participación auténtica y plena y no una mera participación, como se dice coloquialmente, de «postureo».
La figura de la escalera participativa de Roger Hart nos ayuda a visualizar los distintos niveles de participación. Abajo están aquellos que se consideran como de no-participación por la manipulación que se hace de los niños, niñas y adolescentes al realizar acciones que no comprenden y no responden a intereses propios. Un ejemplo de esto son las campañas políticas donde se les puede ver portando carteles con mensajes escritos por y para adultos. Luego hay niveles de participación cada vez más complejos donde la implicación va en aumento, empezando por la mera información, siguiendo con la consulta y llegando a niveles más altos de la escalera en los que son ellos y ellas los que toman la iniciativa, desarrollan la acción y deciden si cuentan o no con la ayuda de los adultos, como pudiera ser un grupo de adolescentes que se unen para hablar con el Ayuntamiento y pedir que les ofrezcan un local de ensayo para un grupo de música.
Autonomía
Todo este abanico de posibilidades nos podemos encontrar y es que está claro que para poder participar se necesita «saber» de qué manera, se precisa tener un conocimiento que puede ir madurándose poco a poco. Un niño o una niña pueden participar desde edades muy tempranas en distintos aspectos de su vida que le lleven hacia el desarrollo de autonomía y paso a paso a sentirse ciudadano y ciudadana de pleno derecho. Gestos cotidianos como elegir la ropa al vestirse, desde la mirada adulta a veces pueden ser desvalorizados o simplemente no tenidos en cuenta y, sin embargo, también son los que forman parte de este camino.
Por todo ello, debemos ser conscientes de que la participación es posible desde edades tempranas y de que es un camino que puede andarse paso a paso hasta llegar a unos niveles auténticos de participación que estarán presentes en la vida adulta. Así se logrará una ciudadanía en buena disposición para contribuir a una sociedad necesitada de las aportaciones de todos y todas para su progreso. Los seres humanos somos seres sociales y como tales requerimos de la participación y la cooperación para vivir.