El próximo 1 de noviembre hará dos años que María José y Richard llegaron a España desde Venezuela junto a sus dos hijos. “Cumplimos dos años y siento que llevamos ocho. Es duro, pero las cosas se están encaminando”, afirma ella durante una entrevista a la que llega junto a su marido aprovechando que ambos tienen el día libre en sus trabajos. Ingeniera geóloga ella y abogado él por tres décadas en su país, ahora está empleado en una fábrica de despiece de carne tras formarse como carnicero y su mujer limpia habitaciones por día en un hotel de Torremolinos. “Teníamos buenos puestos de trabajo y una buena casa, pero con buenas carreras teníamos que estar vendiendo tartas, improvisando para sobrevivir. Vinimos por el bien de nuestros hijos, que ahora tienen 10 y 14 años, para que ellos puedan hacer carrera aquí. Y están felices”.
Tras ser acogidos a su llegada en recursos para personas sin hogar de la Cruz Roja y luego en centros del Comité Español de Ayuda al Refugiado (CEAR) cuentan que después la búsqueda de un lugar donde vivir fue muy complicada. “El gran problema al que nos hemos enfrentado ha sido el encontrar una vivienda”, señala María José, que apunta que el hecho de tener hijos ha sido un impedimento para alquilar porque buscan parejas solas.
A través de una inmobiliaria lograron finalmente alquilar un piso que resultaba pequeño y era caro para ellos. ”Aceptamos porque no teníamos otra alternativa. Él cobraba entonces 1.270 euros y casi todo se iba en el alquiler”, advierte y agrega que cuando llegó su madre a vivir con ellos desde Venezuela decidieron que tenían que buscar otra vivienda.
Desde que pisaron tierras malagueñas no han parado de trabajar: María José a los quince días de llegar ya cuidaba a una señora. “Me pagaba cinco euros la hora: cocinaba, limpiaba, hacía la compra, la atendía a ella, al esposo y la nieta, a turno partido”, recuerda, y de ahí pudieron ahorrar algún dinero. Desde el pasado julio trabaja como camarera de piso y aunque reconoce que es duro -muestra el callo por barrer que se la formado en la palma de su mano- “cuando una tiene necesidad y ganas de aprender le va cogiendo el ritmo”.
Después de un largo peregrinaje por inmobiliarias y portales de Internet por fin María José y su familia han logrado encontrar un piso en alquiler de larga temporada. Se mudaron hace sólo unos días y aunque el precio supone casi el sueldo casi íntegro de Richard, agradecen tener tres habitaciones y una terraza, vivir frente al instituto de sus hijos, y haber solicitado al fin el empadronamiento tras dos años en Málaga. “Estamos contentos”, asegura, y valora también la seguridad que hay en España en comparación con la situación en Venezuela. Ahora que están más tranquilos piensan en la posibilidad de sacarse el carné de conducir para optar quizás a otros empleos o para que Richard no tenga que volver del trabajo en patinete de madrugada, siempre después de la una.
María José y Richard tienen una vena emprendedora y no descartan en un futuro poder crear un negocio propio en Málaga. “ Nosotros tuvimos un negocio de tartas y pasapalos en Venezuela, que son cosas para picar en las fiestas -explica- A mí me gustaría hacer algo igual aquí, pero quizá más adelante”, desea María José, que alude a un curso de emprendimiento que hizo en el Instituto Municipal para la Formación y el Empleo (IMFE). Los dos tienen homologados sus títulos de bachiller pero él tiene que esperar unos cuatro años para que se convalide su carrera de abogado y ella tendría que cursar distintas materias para homologar su formación de ingeniera.
Cuando echa la vista atrás, María José piensa que lo peor ha pasado. “Si les preguntamos a mis hijos si quieren volver a Venezuela dicen que no”, señala, si acaso de visita. Afirma que ellos, Daniel y Arturo, han demostrado nobleza en este proceso de cambio de vida.
“Nos hemos mudado muchas veces en estos dos años y ellos cargaban como nosotros de un lado a otro con el equipaje. ¿Papá, te acuerdas de ese ruidito de las maletas?”, dice Richard que le preguntan..
Termina la entrevista y les pregunto qué van a hacer en su día de descanso. Cuentan que van a aprovechar que los hijos están en clase para pasear ellos dos solos, “como novios”.
La historia de María José y su familia pone de manifiesto las enormes dificultades que existen en Málaga para acceder a una vivienda digna, los abusos y disparados precios de los alquileres. Ella tocó las puertas de Málaga Acoge en busca de apoyo para el mantenimiento del alquiler cuando tuvieron que dejar el programa de acogida de CEAR al insertarse su marido profesionalmente. La entidad la ha acompañado facilitándole información sobre la Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU), y orientándola sobre el proceso de empadronamiento, facilitándole el acceso a los recursos sociales, y apoyándola en la búsqueda de una nueva vivienda más acorde con su situación familiar.
María José ha recibido el acompañamiento de Málaga Acoge en asesoramiento y apoyo en temas de acceso a la vivienda en el marco del proyecto «Acceso a viviendas y alojamientos a personas en situación de alta vulnerabilidad» que llevamos a cabo con el apoyo de la Consejería de Inclusión Social, Juventud, Familias e Igualdad y el Ministerio de Derechos Sociales Consumo y Agenda 2030.