Una docena de personas procedentes de países como Brasil, Paraguay, Ecuador o Rumanía aprenden recetas de cocina tradicional en un curso organizado por Málaga Acoge en la ciudad de Antequera. La actividad se enmarca dentro del programa Globalemplea.
Sobre la mesa hay calabaza, tomate, pimiento, judías verdes y zanahoria. También garbanzos y una hortaliza blanca que pocos conocen. «Eso se llama nabo», explica Angustias Muñoz. «Ah! Es que en mi país no se utiliza», responde alguien. «Venga, como el agua ya está hirviendo, es el momento de echar las verduras a la olla», comenta Angustias, que está realizando un puchero de garbanzos. Un plato que muchos de los alumnos del curso que imparte la voluntaria de Málaga Acoge jamás habían cocinado. «En mi país hay algún plato parecido, pero la preparación es muy diferente», asegura Dobrin Ciprian, un joven rumano de 25 años. «Nosotros a esto le echamos pasta y nos lo comemos de otra forma», subraya mientras aprieta bien la tapa de la olla express y coloca la válvula en su sitio.
Como Dobrin, una docena de personas procedentes de países como Ecuador, Paraguay, Colombia o Brasil y residentes en Antequera, participan desde el pasado 10 de octubre en el Curso de cocina andaluza organizado por la asociación. Una actividad que cuenta con el apoyo de los Padres Capuchinos, que echan una importante mano económica al proyecto y ceden la cocina de la que disponen en el convento antequerano. El taller forma parte del programa Globalemplea y busca «cualificar a personas en el sector del empleo doméstico, para que puedan tener más habilidades y destrezas», según explica el responsable del Departamento Laboral, Alejandro Bernal. «Es uno de los cursos tradicionalmente más demandados por los usuarios de las sedes territoriales como la de Antequera y que les ayuda a tener más opciones de encontrar un puesto de trabajo», añade Haydée Bossio, técnica de Málaga Acoge en la ciudad de El Torcal.
Bien lo saben algunas de las mujeres que participan en el curso. «Nosotras trabajamos cuidando a personas mayores y no podemos cocinar como lo hacíamos en nuestro país, hay que adaptarse a los platos que la gente de aquí ha comido toda su vida», asegura una de ellas mientras apunta en un cuaderno la receta del puchero. El grupo mayoritario procede de Brasil. «Nosotras estamos descubriendo muchos nuevos aspectos sobre la cocina con pescado, ya que es muy diferente a lo que hacíamos allí», afirma Eliza. Su compatriota María Francisca da Silva lo confirma. «Tampoco usamos tanto el vino para cocinar, ni habíamos usado nunca el azafrán en hebra», cuenta mientras empieza a elaborar otro de los platos del día: Pechuga de pollo rellena de queso. «Es la forma de aprovechar la carne de alguna de las recetas que hemos hecho antes», cuenta Angustias cuando comienza su explicación.
Hasta el momento ya han cocinado paella, estofado de ternera, huevos alfombrados o a la flamenca, merluza o trufas, entre otros platos. «Yo no he trabajado nunca en esto, pero somos jóvenes y hay tiempo de buscar nuevas salidas», explica el ecuatoriano Klever, que lleva en Antequera cinco años después de pasar otros cinco en Riogordo. «Ahora la situación es más complicada, pero hay ánimos para conseguir cosas nuevas», asegura. De hecho, incluso habrá tiempo para aprender platos más elaborados y tapas, con la intención de que pueda también haber salidas en el sector de la hostelería. Pero, de momento, es hora de apagar el fuego. La válvula de la olla no para de dar vueltas, algo que indica que el puchero está casi listo. Huele que alimenta. Voluntarios para probar el plato no faltan.