La tarde del 8 de mayo fue un espacio de reflexión y aprendizaje en la Facultad de Educación de la Universidad de Málaga (UMA), donde se celebró la mesa redonda “Una mirada hacia la desinformación calculada”, una actividad impulsada por Málaga Acoge y Talento para el Futuro Andalucía, organizada por jóvenes y para jóvenes. Este encuentro se enmarca dentro de las actividades conmemorativas del 35 aniversario de Málaga Acoge.
Durante la actividad abordamos cómo la desinformación, los discursos de odio y los prejuicios se ven potenciados por las redes sociales, afectando de manera directa a la convivencia y la calidad democrática. La catedrática de Filosofía del Derecho Cristina Monereo alertó sobre los riesgos de la desinformación, señalando que “está afectando a los derechos fundamentales y a la democracia como sistema de decisión”. Monereo defendió la necesidad de “recuperar la política” y la capacidad de diálogo como herramientas para frenar estos fenómenos. Además, subrayó que los discursos de odio se dirigen principalmente a colectivos en situación de vulnerabilidad y explicó el concepto de interseccionalidad y advirtió cómo cuando confluyen varias situaciones de vulnerabilidad -por ejemplo, ser mujer, inmigrante y pobre- la discriminación se intensifica y se vuelve más compleja de abordar.
Por su parte, Álvaro Pérez, doctor en Periodismo en la UMA, advirtió sobre el papel de los medios de comunicación como transmisores de discursos xenófobos. Pérez recordó que las noticias falsas siempre han existido, pero lo novedoso es su auge y popularización gracias a las redes sociales. Puso como ejemplo el tratamiento informativo de la inmigración, donde la prensa suele resaltar la nacionalidad de la persona inmigrante en las noticias de sucesos, lo que puede ser “terreno fértil para informaciones falsas” y alimentar prejuicios sobre este colectivo.
Ambos ponentes coincidieron en el desencanto creciente de la ciudadanía, que cada vez confía menos en los medios de comunicación ni en la política, lo que debilita la calidad democrática y dificulta el diálogo social.
Tras la mesa redonda, participamos en una dinámica que nos invitó a reflexionar sobre la perversión del lenguaje y cómo las palabras pueden evocar sentimientos muy distintos: no es lo mismo escuchar “moro” que “árabe”, “extranjero” que “inmigrante” o “mena” que “niño abandonado”. Este ejercicio nos hizo conscientes del poder de las palabras y la importancia de cuestionar los prejuicios que se esconden detrás de ellas.
La jornada fue un recordatorio de la urgencia de promover el pensamiento crítico, la empatía y la responsabilidad colectiva para construir una sociedad más justa y libre de odio.




