María, Alejandro y su niño Sebastián (nombres ficticios) han tenido que empezar de nuevo varias veces. “Se nos han pasado diez años prácticamente huyendo, la juventud ya la perdí, pero no voy a dejar que la pierda mi hijo”, afirma Alejandro, de 28 años y apariencia juvenil, que tuvo que partir de Venezuela junto a su familia por las amenazas constantes que sufrían. Desde el 12 de noviembre de 2024 viven en Fuengirola, en uno de los pisos que Málaga Acoge gestiona para personas solicitantes de protección internacional y donde aseguran haber encontrado tranquilidad y seguridad.
La situación de «escasez y miseria» en su país empujó a esta familia a migrar primero a Ecuador con su hijo de 2 años. Allí vivieron y trabajaron a destajo de 2020 a 2022 hasta que se les denegó el asilo y tuvieron que regresar a Venezuela. De nuevo en su tierra, María empezó a trabajar en una charcutería y él en una empresa, pero tenían que hacer frente a unos pagos por extorsión y vivir «a escondidas» era como una «tortura».
“Llegó un momento en el que no podíamos pagar lo que nos pedían, estábamos asustados, tuvimos que enviar al niño a vivir con los abuelos porque nos querían matar”, recalcó María. Por eso tomaron la decisión de “venderlo todo” y venir a España. “Salimos unos días antes de las elecciones de Venezuela y llegamos Barajas muy nerviosos pensando en que nos podían devolver”, recuerda Alejandro, en tanto que su mujer resalta el «alivio» que sintió cuando el avión despegó.
“Lo perdimos todo, lo hemos perdido todo varias veces. Es duro, porque hemos tenido que empezar de cero en Ecuador, en Venezuela y aquí”, sostiene María, que trabaja por las tardes en una heladería en Fuengirola. Desde que vive en el piso ha hecho junto a su marido varias formaciones para el empleo, como de dependienta y de manipulación de alimentos. “Yo he hecho seis cursos en estos últimos meses como el de prevención de riesgos laborales, de mozo de almacén o de carretillero, además de prácticas en empresas”, resaltó Alejandro. Su hijo Sebastian, de 7 años, pasó por tres centros educativos distintos en Venezuela y ahora va a un colegio cercano a la casa donde dice que tiene muchos amigos. “Él a veces me dice: mamá, aquí estoy feliz”.
Alejandro y María coinciden en que desean aprovechar las oportunidades que tienen ahora: “Queremos progresar, conseguir un alquiler y vivir tranquilos”, afirma ella, que no descarta retomar en un futuro los estudios de Comunicación Social que tuvo que dejar en Venezuela. Él, por su parte, también hizo en la Universidad seis semestres de Ingeniería Civil.
También cuando logren cierta estabilidad, les gustaría poder ayudar a sus familiares de Venezuela, según comenta ella.
Ahora el principal reto de esta familia es lograr una vivienda de alquiler para cuando dejen la actual que comparten con una pareja de Ucrania. “Estamos buscando y vemos que es muy difícil con tantos requisitos .Quisiera que nos dieran esa oportunidad”, reclama Alejandro, que cuenta que tiene unas ofertas de trabajo.
El apoyo a esta familia se enmarca en nuestro proyecto Acción Concertada de Acogida e Inclusión social de personas solicitantes de Protección Internacional que llevamos a cabo con el apoyo del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones Dirección General de Gestión del Sistema de Acogida de Protección Temporal (Subdirección de Programas de Protección Internacional).