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Compartir experiencias, reflexionar y aprender en conjunto sobre las distintas etapas de la migración, buscar y transmitir soluciones. Estos fueron algunos de los objetivos del taller «Expectativas migrantes» en el que participaron en estos días personas que acompaña nuestro equipo de Protección Internacional en Torre del Mar. Las expectativas juegan un papel fundamental en nuestras vidas y cuando están alejadas de la realidad pueden generar sentimientos de frustración», comenzó diciendo Pierina Huanqui, psicóloga y vocal de la Junta Directiva de Málaga Acoge, quien se encargó de impartir el taller. Las expectativas son procesos automáticos, impuestos por la sociedad y la cultura, que tienen influencia en las emociones y juegan un rol fundamental en nuestro comportamiento y sentimientos.
En el encuentro se dieron cita personas de países como Ucrania, Venezuela, Colombia y Argelia, que viven en pisos de acogida que gestionamos en La Axarquía, y que dejaron sus países por razones de guerra, persecución política, inseguridad o malos tratos, en su mayoría por factores externos. «Da rabia y duele. La frustración es muy grande cuando tienes que partir. El cambio que se vive emocionalmente es muy difícil. No debería arrancarse a la gente de su tierra», asegura Verónica, que dejó Venezuela para que sus dos hijos «pudieran caminar por la calle sin peligro» y «tuvieran oportunidades». Fátima, de Argelia, cuenta que migró porque se sentía «oprimida y despreciada» y Arina y su pareja huyeron de la guerra en Ucrania. Todas sus historias demuestran que la migración es un proceso complejo que conlleva un duelo migratorio.
«El duelo empieza al empacar la maleta, una maleta pequeña, dejar cosas que a una le gustaría llevar consigo», recuerda Valeria, que reconoció que hasta que llevaba dos meses en España no extrañó y se dio realmente cuenta de que por ahora no iba a volver a su país. Al desarraigo de la partida se suma, además, la incertidumbre de no saber si vas a poder pasar del aeropuerto y la «ansiedad de que nos devuelvan». Arina, Valeria…los nombres no son los suyos reales para preservar su identidad y cada cuál vive el proceso de migrar de una forma particular. «Metes tu vida en una maleta de 23 kilos. Fue doloroso», afirma Verónica.
Las participantes compartieron las expectativas que tenían a la hora de migrar y la realidad que se encontraron. Fátima, que hasta hace poco compartía piso con Valeria, contó emocionada que en Argelia se sentía «perdida y desamparada», que estaba en la calle «como un perro», que esperaba que España la acogiera para poder «tener un vida digna y morir tranquila». Iraida migró de Venezuela buscando seguridad y para que su hijo se criara «sin temores». Para varias de las participantes la realidad ha superado sus expectativas. En algunos aspectos, sin embargo, se han encontrado con cosas que no esperaban, como la falta de oportunidades en el trabajo, muy enfocado en el cuidado de las personas mayores y la limpieza en el caso de las mujeres migrantes. La ucraniana Arina destaca la mejora de su calidad de vida desde que vive en Torre del Mar y asegura que la gente es «cálida y solidaria».
Durante el taller, en el que también participaron técnicas y voluntariado, se pusieron en común las distintas estrategias de afrontamiento de ese choque se produce entre las expectativas y la realidad, que puede causar depresión , estrés y tristeza. El optimismo, la humildad, la flexibilidad en la adaptación a la nueva situación fueron algunas de las actitudes citadas. Cuando las expectativas son demasiado altas- publicidad e imagen idealizadas del país o la presión social y familiar para el triunfo – se genera estrés y ansiedad. Algunas de los consejos para manejar estas emociones fueron el plantearse metas alcanzables, ser flexible y aceptar la incertidumbre.
Al término del taller Valeria tuvo unas palabras de agradecimiento a la asociación por salida del piso de acogida donde ha pasado los últimos 18 meses: «Hemos sido muy afortunados. Málaga Acoge no la hacen los recursos económicos, sino su equipo, personas que son más que trabajadoras. Aquí he sentido los abrazos más cálidos. No soy la misma que cuando llegué. He desarrollado superpoderes: La tolerancia, la empatía hacia los demás. He tratado de ser la líder del piso, cuidando de cada uno, dándoles la bienvenida cuando venía una nueva familia. Siento que he crecido como ser humano y me voy contenta. En Málaga Acoge he conocido gente maravillosa y estará de por vida en mí», aseguró Ana María quien expresó su deseo de ser pronto voluntaria de la asociación. «Mi gratitud eterna porque me han hecho sentir que soy capaz de seguir sola el camino», concluyó.
El apoyo a estas personas se inscribe en nuestro programa Acción Concertada de Acogida e Inclusión social de personas solicitantes de Protección Internacional que llevamos a cabo con el apoyo del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones Dirección General de Gestión del Sistema de Acogida de Protección Temporal (Subdirección de Programas de Protección Internacional).










