Acabamos de colgar el libro Experiencias de voluntariado donde se recoge la historia de los primeros 20 años de vida de Málaga Acoge. Recuperamos aquí algunos de los recuerdos de los voluntarios que han pasado por la asociación en este tiempo.
Todo empezó un 9 de enero de 1990. Aquel día se formalizó la creación de Málaga Acoge, una entidad que nació gracias a un grupo de gente que entendió las necesidades de las personas inmigrantes que llegaban a Málaga. “Había una población sin papeles, con miedo a la policía, sin conocer si podían recibir atención médica, sin saber nada”, cuentan personas como Victoria, Lourdes, Matilde, Coco, Eufrasio, Hafida o Juan, nombres de algunos de los que abrieron el registro de voluntariado de Málaga Acoge hace ya 21 años. Son testimonios han quedado plasmados en el libro Experiencias de Voluntariado, que ahora se puede consultar en versión pdf en nuestro perfil de Issuu.
En esa época inicial apenas había medios para trabajar, pero la ilusión por echar una mano a los inmigrantes permitía superar cualquier obstáculo. Eran momentos en los que apenas se conocía a la asociación porque era la primera dedicada en exclusiva a la promoción de los inmigrantes y casi había que ir puerta a puerta diciendo que Málaga Acoge estaba al servicio de las personas inmigrantes de forma altruista. También fueron los años de las primeras actividades, de las primeras pancartas por las muertes en el estrecho. “Había demasiadas personas invisibles en los años 90 y esas pancartas fueron algunos de los primeros actos del despegue de la red Acoge”, subraya Juana García.
Uno de los primeros grandes trabajos de Málaga Acoge fue la atención durante el periodo de regularización. “Pasamos de atender a tres personas a tener una espectacular cola de gente esperando nuestra ayuda”, recuerda Antonio Narváez. Pero también eran los tiempos de atención en la sede de La Amargura y los primeros trabajos en el Centro de Internamiento para Extranjeros (CIE) de Málaga: “Íbamos tres voluntarios para hablar con los internos por una reja; y nos encargábamos de recopilar ropa, comida, tener contacto con las familias…” recuerda Sandrine Sánchez. También comenzaban las primeras atenciones a jóvenes que estaban en prisión. “A algunos de los que dejaban salir los fines de semana yo me los llevaba a casa. Confiaba en ellos y para ellos éramos la única familia”, añade Victoria Muñoz.
“Yo también recuerdo a las mujeres que estaban en la calle, solas, no podían hacer nada, tenían que prostituirse para vivir… Así que pensamos, ¿Qué podemos hacer para darles una ocupación?”, relata María Dolores González, que empezó así a organizar talleres de formación para la integración de este colectivo. Fue una actividad pionera, como también lo fueron los primeros pisos de acogida: “Málaga Acoge siempre ha sido una entidad muy innovadora; como cuando empezamos a apostar fuerte por los mediadores interculturales cuando casi nadie lo hacía”, dice Antonio Narváez. Encierros, reivindicaciones, protestas y ayuda en miles de aspectos diferentes a los inmigrantes fueron haciendo evolucionar a esta entidad.
La asociación fue creciendo poco a poco con profesionales que, voluntariamente, aportaban su granito de arena. “Yo tenía la inquietud de dar respuesta a las necesidades que se iban planteando en la sociedad y esta era la primera oportunidad que tenía para poner mi formación como abogado al servicio del otro”, cuenta José Luís Rodríguez. “Yo empecé como usuaria y luego fui voluntaria: Entendí que podía ayudar a mucha gente”, asegura Najat Shali. Ricardo Brea también recuerda cómo empezó yéndose a un camping a Yunquera donde se necesitaba alguien que estuviera allí con un grupo de subsaharianos, igual que Javier Palma dio sus primeros pasos de voluntariado con clases de apoyo, María José Padilla en aspectos relacionados con el empleo o Victoria Muñoz siempre con temas relativos a prisiones. “También hubo hueco para algunas iniciativas para las cooperativas de dulces marroquíes y comidas”, cuenta Miguel Salas.
Una evolución constante que ha llegado a la actualidad con más de 150 voluntarios y otros cientos que estuvieron alguna vez ligados a Málaga Acoge; además, claro, de trabajadores y socios. Una experiencia que ha cambiado la vida a muchos: “Para mí ha supuesto tener amigos y familia en un país en el que no conocía a nadie”, resalta Hafida Mesrour, que destaca también la importancia de dar a conocer su cultura, recibir otra… “son crecimientos personales”, concluye. “A mis 78 años, la mayor alegría de mi vida es estar ahí ayudando a la gente”, cuenta por su parte María Dolores González.
Otro voluntario, Julián Benito, destaca que su trabajo le ha servido para comprender que no existen tantas diferencias como pensamos entre los seres humanos. “Hay que tomar conciencia de esa igualdad”, dice Julián. Poder compartir momentos –duros y felices-, llevar a cabo proyectos gracias al trabajo en equipo… “El voluntariado activo es una escuela”, dice Marisol Santaella, que destaca todo lo que genera la vida asociativa y participativa. “La dimensión solidaria humana que todos tenemos hay que vivir, hay que estar ahí. Si no lo haces, eres alguien incompleto”, dice José Sánchez, mientras que José Antonio Rojo añade que ser voluntario parte del convencimiento de que “ésa es una dimensión especial de las personas”. “Nos debemos a los demás”, asegura. Y no hay que hacer grandes actos. “No puedes acabar con el hambre en el mundo, pero sí echar una mano a alguien que tienes cerca: Enseñarle español, ayudar a un niño con sus tareas… es muy fácil”, concluye otro voluntario.