Su sueño es estudiar un grado medio o superior de Enfermería. Por eso, al acabar el Bachillerato dejó Midelt, el pueblo en el que vivía en el centro de Marruecos para estudiar en la Universidad en la ciudad. Pero su madre, sola y con otras dos hermanas que mantener, no pudo hacerse cargo mucho tiempo de los gastos de alquiler y transporte.
Oumaima tiene 21 años y unos ojos profundos, negros como el pelo que le llega a la cintura. Con apenas 20 reunió mil euros que le pedían para subirse a una patera, sola, con el “objetivo principal” de seguir estudiando y mejorar su futuro y el de su familia.
“Yo tengo mis sueños y quiero cumplirlos: encontrar un trabajo seguro, un salario para sentirme relajada y bien, haciendo algo que me gusta y, sobre todo, ayudar a mi madre”, afirma sentada en la biblioteca de Casa Asimas, que le acoge en Málaga desde comienzos de febrero.
Oumaima cuenta que tuvo que elegir entre poner su vida en riesgo en el mar o renunciar a seguir estudiando para “trabajar en el campo o de cualquier cosa como hacen con 18 años la mayoría de los chicos y las chicas que no tiene dinero”. Eligió ir tras su sueño: “Recogí dinero de amigas, amigos, de mi madre, de trabajos en el campo, hasta que conseguí pagar al hombre que podía conducir la patera”. Salieron de Tánger a las cuatro de la madrugada para evitar a la guardia marroquí: “Fue un día horrible. El mar estaba muy fuerte y tenía una mezcla de sentimientos, miedo a morir, remordimientos por dejar a mi madre…”. Junto a ella viajaban otras chicas, jóvenes, hombres y mujeres con niños pequeños, que llegaron a Tarifa.
Asumí un riesgo, recuerda muy emocionada, “para conseguir una vida”. Oumaima asegura que, salvo que tenga dinero, “una persona joven con objetivos, sueños y ganas de hacer muchas cosas, no puede vivir en Marruecos”. Además, advierte de que “las chicas allí no tienen los mismos derechos que aquí en España, hay mucho machismo y su sufrimiento es mayor”.
El camino del migrante no es fácil y más si eres joven y, además, una mujer. “Cuando llegas, sufriendo por dentro por todo lo que has pasado, tienes que seguir avanzando: aprender el idioma, conseguir papeles, la residencia… Como migrante siempre sientes como que te falta algo, no te puedes sentir como una ciudadana más”.
Oumaima dice que una de las chicas con las que viajó en la patera acabó en situación de explotación en Barcelona: “con 16 años se aprovecharon de ella porque estaba en un bar limpiando, lavando platos…me contó que no le pagaban nada porque comía y tenía una cama allí y le decían que estuviera con chicos”.
Cuando llegó a España, Omaima pasó seis meses en un centro de menores de Sevilla hasta ser acogida en un piso mantenido por Sevilla Acoge, donde estuvo año. Ahora, forma parte de un grupo de tres chicas que acompañamos en Málaga desde el proyecto Xena impulsado por Málaga Acoge y Asimas.
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Para relajarse le encanta escuchar música y le gusta jugar al baloncesto. «También «ponerme guapa, aunque no vaya a ningún lado” y acariciar a Calcetines, el perro color canela de casa Asimas que reparte cariño por los rincones.
«Aquí estamos bien, tranquilas, no tenemos miedo de dónde vivir y las personas hacen lo que pueden para ayudarte«, valora Omaima. «Yo lo he aguantado todo para conseguir a donde quiero ir, a un lugar seguro».
Su madre le ha enviado los papeles de sus estudios de Bachillerato y los están traduciendo para su homologación, cuenta esta joven a la que también brindamos apoyo jurídico y sociolaboral a través del proyecto. En estos días tiene cita con Aida, técnica de Empleo de Málaga Acoge, y nuestras abogadas.
“Poquito a poco iré dando pasos: la homologación, apuntarme en un grado medio o superior, avanzar en los estudios, esperar tres años, conseguir un contrato de trabajo… No quiero perder ningún tiempo”.
El Proyecto Xena: acompañamiento a mujeres procedentes del sistema de protección de menores se lleva a cabo en Málaga con el apoyo de Fundación «la Caixa».