Actualizado hace 9 años – Publicado el 7 de enero de 2015
Por Agustín Olías.
Ibrahim tiene treinta y ocho años. Es marroquí, de Tetuán. Está casado y es padre de tres hijos. Emigró a España hace ya casi veinte años y su vida habría transcurrido normalmente si no fuese, como le ha pasado a muchos españoles e inmigrantes, por la crisis económica que estamos viviendo. Pero vayamos al origen: ¿Qué sucedió en la vida del joven Ibrahim para que decidiese emigrar de su país? Él mismo nos lo cuenta:
“Yo estudiaba en Marruecos hasta que me tuvieron que someter a una operación y dejé de estudiar. Tras la operación, la situación económica de mi familia empeoró bastante y tuve que ponerme a trabajar. Mi hermano había venido a España y estaba trabajando, así que me convenció para que viniera. Y con diecinueve años y sin pasaporte, me compré un billete para el barco y llegué a España, a Fuengirola, donde vivía mi hermano.”
Cuando llegó a España, Ibrahim encontró trabajo en la misma finca donde trabajaba su hermano. Aunque el trabajo era duro y no ganaba demasiado, unos 500 euros al mes, le daba para vivir y ayudar a su familia. Se casó con su novia de siempre, que se vino a vivir a España. Nacieron sus hijos y se compraron un piso. Hasta que la llegó la crisis y golpeó duramente a Ibrahim, como a otros millones de personas: le despidieron de su trabajo y, cuando se le acabaron los ahorros, no pudo pagar la hipoteca. Una historia demasiado habitual, por desgracia, en este país. Le tiembla la voz y se le humedecen los ojos cuando recuerda aquellos momentos:
“Lo pasamos muy mal, pero cuando llegó la policía a la casa para echarnos, fue lo peor. Sobre todo ver cómo estaba sufriendo mi hijo, que no entendía qué estaba pasando. Nos quedamos sin casa y menos mal que una mujer que conocemos nos dejó vivir en una habitación de su casa durante cuatro meses”, asegura. Me es difícil imaginar el drama de la familia, con tres niños pequeños, viviendo en una habitación prestada y los padres sin trabajo. ¿Cómo sobrevivieron a aquello?
“Me hablaron de Málaga Acoge, aquí en Fuengirola, y vine a hablar con Pilar. Me puso en contacto con una plataforma anti desahucios, que ha conseguido que volvamos a vivir en nuestra antigua casa. La situación no está resuelta del todo, pero por ahora tenemos un techo y solo pagamos la luz”, explica. Ibrahim se siente más tranquilo actualmente y su máxima preocupación está en conseguir trabajo. En ello, también encuentra el apoyo de Málaga Acoge.
“Estoy muy agradecido a Málaga Acoge por todo lo que ha hecho y está haciendo por mi familia. Me han enseñado a preparar un currículum adecuado, a enviarlo a través de internet y también a buscar trabajo desde la red. Además, presento mi currículum en mano en todos los sitios donde pienso que puedo encontrar trabajo. Igualmente, a través de Málaga Acoge me han salido pequeños trabajos temporales: por ejemplo, hace poco estuve trabajando un mes en una subcontrata de jardinería”, relata Ibrahim.
Terminamos nuestra conversación y yo me quedo con una sensación agridulce. Por un lado, veo a un Ibrahim contento y orgulloso cuando habla de su familia, de sus hijos (el mayor, siete años, va a la escuela; habla perfectamente español y árabe, estudia inglés y su padre empieza a enseñarle algunas palabras en francés). Pero por otra parte, cierta tristeza le invade. Quizás sienta nostalgia de su tierra, donde aún vive su madre y donde no pudo estar junto a su padre en sus últimos años de vida.
Le deseo a Ibrahim toda la suerte del mundo y sé que, con la ayuda de Málaga Acoge y su esfuerzo personal, la tendrá.
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