Eskofy es de Freetown, en Sierra Leona, y habla inglés, francés, árabe y español. Siempre le ha llamado la atención la informática y por eso estudia con pasión un grado medio de técnico de Sistemas Microinformáticos y Redes. Tiene 21 años y las ideas muy claras. Con 15, siendo el mayor de cuatro hermanos de una familia humilde, vendió su moto para emprender un duro viaje que le llevaría durante diez u once meses a través de distintos países. Solo. Una vez en Marruecos se embarcó en una patera de la que fue rescatado y trasladado a Málaga junto a otros hombres, mujeres y niños que, como él, arriesgaron su vida en el mar.
Dentro de poco comenzará sus prácticas como informático en una empresa de Málaga: «Necesito trabajar para poder ayudar a mi familia y seguir adelante», afirma Eskofy que vivió un tiempo junto a otros chavales que apoyamos en nuestro piso de acogida José Antonio Rojo. Llegaba los viernes para pasar el fin de semana cuando cerraba la residencia de estudiantes en la que dormía de lunes a jueves.
«Hubo un momento en el que estaba en la calle y Málaga Acoge me ofreció una casa. Si no estaría en un parque sentado. Si no hay asociaciones que nos apoyan y confían en nosotros no somos nadie ni vamos a poder hacer nada», advierte Eskofy, convencido de que «hay oportunidades y muchos jóvenes que tienen la cabeza clara y saben lo que quieren».
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Hasta cumplir los 18 años estuvo tutelado en el centro de protección de menores en Ciudad de los Niños donde cursó la enseñanza secundaria obligatoria. Cuenta que salía del centro para asistir a clases de español en la Asociación Marroquí para la Integración de los Inmigrantes -«porque cuanto más español aprendiese más oportunidades tendría-» y también fue entonces cuando conoció nuestra asociación y a las compañeras del Área de Jóvenes que le ofrecieron orientación.
Para renovar su residencia, Eskofy, como todos los chavales extranjeros necesitaba tener una oferta laboral de un año a jornada completa, algo que considera «una locura porque cuando uno llega aquí ni siquiera habla bien español…». Él tuvo suerte y, a través de un programa de inserción social de la asociación Arrabal, logró renovar dos años su residencia gracias a un contrato que le permitió trabajar un año y seis meses, compatibilizándolo con sus estudios de informática. Lo que ganó le sirvió para ayudar «bastante» a su familia.
«Trabajábamos en un taller haciendo mochilas y durante el confinamiento fabricábamos mascarillas para la Junta de Andalucía, el Hospital Materno Infantil, la Caixa…Yo aprendo muy rápido las cosas si me dices lo que tengo que hacer.», afirma.
Eskofy decidió dejar el trabajo en septiembre del año pasado para enfocarse completamente en sus estudios. «Quiero lograr el que quiero ser: técnico informático». Lo aprobó todo en el primer trimestre «con bastante nota: dos diez, cuatro notables y sólo suspendí una». Hay que tener en cuenta, advierte, que el esfuerzo que tiene que hacer es mayor que el resto de los compañeros al no dominar el español: «Me cuesta mucho. Tengo que estudiar el doble o triple del tiempo para entender los temas bien».
Cuando Eskofy fue rescatado por Salvamento Marítimo acababa de cumplir 16 años. «52 personas, ocho mujeres, tres niños, cuatro jóvenes…», enumera recordando bien a sus compañeros de travesía a bordo de la patera. «El motivo principal por el que me fui de Sierra Leona fue el tema de recursos en la casa. Mi padre no tenía mucho y llegó un momento en el que yo no podía estudiar. Además en 2016 llegó el ébola y el país estaba fatal».
Eskofy se lamenta de que «la gente muchas veces no sabe nuestros problemas y cuando ven a una persona negra empiezan a tocarse los bolsillos pensando que le van a robar. No, no venimos a robar a nadie -espeta- sino a ver si podemos o no mejorar nuestra vida».
Antes el discurso del odio, Eskofi dice que los que lo alientan deberían preguntarse «quiénes son las personas que migran. Porque no son animales. Tenemos madres, primos, hijos, amigos…tenemos que dejar atrás el barrio en el que has crecido y jugado al fútbol con tus amigos para ir a un lugar en el que algunos te aceptan y te quieren pero otros te ven como un delincuente».
Ha llegado en moto a la entrevista. Dice que le gustan mucho las motos y que lo primero que hizo cuando salió del centro de menores fue matricularse en una autoescuela para sacarse el carné con lo poco que tenía ahorrado. Después, con la paga del primer trabajo se compró una moto y también se sacó el carné de coche.
Si tuviera que reclamar algo en nombre de los chavales que llegan solos a España, Eskofy pediría que se desmontaran «las mentiras» sobre la inmigración y las personas migrantes, que «la gente confíe en nosotros porque si estamos aquí es porque no hemos tenido oportunidades, no para quitarle nada a nadie. Muchas familias en nuestros países tienen que elegir entre comer o pagar el colegio de sus hijos».
Desde que llegó a España con 16 años ha puesto toda su voluntad en formarse y por eso confía en que las empresas apuesten por él. «Yo, africano, he hecho en estos cuatro años en España «miles de cosas» que no he hecho en los 16 años anteriores. Si logro un trabajo no le he quitado nada a nadie. He participado en una carrera y he ganado».
Eskofy recibió el apoyo de Málaga Acoge a través de distintos proyectos como el proyecto de Apoyo a menores de centros de menores financiado por el Ayuntamiento de Málaga.