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María Elena* y Juan Carlos*, una pareja de salvadoreños de 26 y 27 años, tuvieron que salir de su país en noviembre de 2019. «Cada mes llegaban, me extorsionaban, una vez intentaron abusar de mí porque no tenía cómo pagarles», cuenta ella sobre las amenazas y extorsiones que soportaron por parte de las pandillas. Junto a Juan Carlos, decidieron dejar sus empleos y familia en San Salvador. «Teníamos trabajo y casi terminamos nuestras carreras. Yo hice cuatro años de Laboratorio Clínico y él tres de Ingeniería Industrial», relata María Elena.
Juan Carlos afirma que «su objetivo era salir rápido de allí, lo más lejos que se pudiera» y si eligieron España fue porque el idioma común les permitiría desenvolverse pronto y más fácilmente. «Vámonos, vendamos las cosas, vendamos lo que podamos para sacar el dinero de los vuelos», se plantearon un día cuando no pudieron soportar más la presión. «Si no se meten contigo, van a por tu familia. Nos pidieron 3.000 dólares y un arma. Fuimos a la policía, pusimos la denuncia, y nos dijeron que estaban llenos de este tipo de casos, que no podían hacer nada y que debíamos esperar 30 días», rememora ella.
Llegaron al aeropuerto de Barajas el 25 de noviembre de 2019 buscando seguridad y tranquilidad. Como tenían un conocido en Málaga cogieron el tren hasta la ciudad y durante un tiempo vivieron de alquiler pagando cada semana gracias al dinero enviado por familiares que iban vendiendo pertenencias que dejaron en El Salvador. Fue a mediados de diciembre cuando entraron en un centro de acogida de CEAR y tras permanecer allí cinco meses se trasladaron en mayo de 2020 a uno de los pisos que gestionamos en Torre del Mar en el marco del programa de protección internacional Tarhib.
«El 21 de mayo fuimos a Torre del Mar con Málaga Acoge y fue la luz, la verdad. Increíble. No creíamos lo que estábamos viendo. La ayuda que teníamos», valora Juan Carlos. Málaga Acoge cuenta en Torre del Mar con cuatro pisos de acogida para personas solicitantes de protección internacional, con un total de veinte plazas dirigidas, principalmente, a familias.
«Cuando vinimos acá, desde que nos recibió Pedro -psicólogo en el programa de protección internacional- y nos llevaron al piso, todo cambió y fue una atención y un seguimiento muy bueno el que nos han dado hasta la fecha», recalca.
El acompañamiento se hace a través del programa Tarhib, que dura dieciocho meses, y cuenta también con un itinerario de inserción laboral, con el que esta pareja salvadoreña espera salir adelante en nuestro país.
María Elena y Juan Carlos no han parado de hacer cosas. Ella, cursos de limpieza, manejo de alimentos, de camarera de piso e inglés, a través de nuestro programa Equilem. En estos días está formándose para trabajar en un call center. Y él viene trabajando desde hace varios meses como repartidor en Glovo y Uber, hizo varios cursos de marketing, posicionamiento de páginas web, ecommerce y ahora está terminando uno de gestión administrativa digital. «Yo soy muy curioso. Me gusta andar viendo, leyendo», apunta. Ambos andan, además, en trámites de homologación de sus estudios de bachillerato.
Hasta el momento, María Elena ha trabajado por temporadas en unas envasadoras y actualmente está contratada en una empresa de limpieza que le llama de forma ocasional. Él está dado de alta como autónomo y anda trabajando de repartidor pero «siempre -apunta- buscando otra cosa mejor», apunta.
Tras pasar la fase uno del programa de protección internacional, en la compartieron vivienda con otra familia, a principios de noviembre pasaron a la segunda fase y se mudaron a un piso solos. «Ahora ella me aguanta a mí y yo la aguanto a ella», dice él bromeando.
Ahora, su plan es trabajar y ahorrar en un país en el que han encontrado la tranquilidad que no tenían: «Esto de poder salir a la calle a las nueve de la noche es una paz que no hay en El Salvador, jamás», reconoce María Elena. Además, «el pueblo es superbonito, tanto que no nos queremos ir de aquí», añade.
Sin embargo, el camino de esta pareja y el de muchas otras familias solicitantes de asilo como ellos, no es fácil. Empezando por los retrasos en los trámites burocráticos debido a la pandemia: «No había citas para renovar los documentos «, recuerda María Elena, quien junto a su pareja renovó la semana pasada la tarjeta roja, el documento que acredita su condición de solicitantes en tramitación de protección internacional. Tienen que renovarla cada seis meses y si su solicitud de asilo es denegada, y la mayoría lo son -en 2019 sólo fueron favorables el 5 por ciento- se quedarían en situación irregular en España.
Reconocen que es difícil hacer planes sabiendo que un 95 por ciento de las resoluciones de solicitud de asilo presentadas en España son negativas y esto les abocaría a la irregularidad. No se suele reconocer la protección a las personas centroamericanas que huyen de la violencia las pandillas.
No obstante, ellos tienen muy claro lo que quieren hacer: «echarle muchas ganas, trabajar, ahorrar, estudiar, hacer una carrera aquí...Y si tenemos la oportunidad, compraremos una casa». Tienen palabras de agradecimiento por el apoyo que están recibiendo, y saben bien que, de ahora en adelante, tendrán que «volar solos».
¿Qué cuál es nuestro plan? «Aprovechar el tiempo y tratar de conseguir un buen trabajo para hacer nuestra vida acá«, concluye Juan Carlos.
El acompañamiento a esta famjlia se hace a través de los programas Tarhib y EQUILEM:
El programa Equilem está subvencionado por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones (Dirección General de Inclusión y atención Humanitaria – Subdirección General de Programas de Protección Internacional).
El programa Tarhib para la Acogida e Inclusión social de personas solicitantes y beneficiarias de Protección Internacional está financiado por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones (Dirección General de Inclusión y Atención Humanitaria).
*Los nombres son ficticios
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