Ali Guire es de Burkina Faso y a sus 18 años tiene bien claro que ha venido a España a trabajar para ayudar a su familia y lograr un futuro mejor.
«Estoy aquí para luchar, no para dormir ni robar, sino para trabajar y cuidar a mi familia, para eso estoy aquí«, insiste en un buen español que va puliendo rápido en las clases a las que asiste dos veces por semana en Málaga Acoge. Hace diez meses que vive junto a otros jóvenes procedentes del sistema de protección de menores en uno de los pisos de acogida que la asociación gestiona en la capital.
«Antes de entrar en el piso estaba en San Juan de Dios. Era peor. Tienes que dejar la habitación a las 9.00 y no puedes volver hasta las diez de la noche. Estás en la calle», cuenta Ali recordando el tiempo que pasó en el centro de acogida para personas sin hogar.
Estudia en el Instituto Vicente Espinel y ahora en el piso ha encontrado «tranquilidad» para estar después de las clases y poder hacer planes de futuro porque quiere ser cocinero. «Me gusta cocinar», dice, y presume de ser él el que «muchas veces prepara la comida» para sus compañeros de casa con los que se lleva «muy bien». También le gusta jugar al fútbol, y el boxeo.
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Ali habla frecuentemente con su familia en Burkina Faso. Tiene una hermana y tres hermanos. Cuando aún era menor tomó junto a sus padres la decisión de emprender un viaje largo a través de varios países. «¿Cómo voy a venir a Europa a robar a la gente o a hacer las cosas mal?, se pregunta en referencia a los prejuicios y la criminalización de la que son víctimas estos chavales. «Si estoy aquí es para conseguir un futuro mejor, para ayudar a mi papá, a mi mamá y a mis hermanos. Ellos tienen confianza en mí, saben que soy una persona que quiere trabajar y por eso no tienen miedo de que esté lejos y están tranquilos».
El camino de Ali hasta España no fue corto ni fácil. «Fue un viaje largo. Iba con compañeros, andando. Puedes estar tres semanas sin ducharte ni cambiarte de ropa. Comer también es un problema. He visto a personas que se caen porque les falta agua para beber. Otras se mueren cerca pero tú no tienes nada con qué ayudarles y debes luchar por llegar al sitio que estás buscando. ¿Qué puedes hacer sino seguir tu camino?», se pregunta con gestos de remordimiento.
Revive las etapas de su viaje: De Burkina Faso a Costa de Marfil, donde pasó dos semanas. De Costa de Marfil a Mali, de Mali a Argelia, donde vivió dos meses. Después, Marruecos, cuatro meses y de ahí a Tarifa, Sevilla y finalmente, Málaga. «Lo peor del camino, de verdad», lo sufrió en Argelia y Marruecos.
Para mostrarnos cómo cruzó el mar desde Nador a Tarifa enseña unas imágenes grabadas en su móvil donde se ve a varios jóvenes remando en una barca. Ali y otros ocho chavales salieron de Tánger a las tres de la madrugada y sólo impulsados con la fuerza de sus brazos llegaron a Tarifa a las nueve de la mañana.
«De las nueve personas con las que viajé todas se fueron a Francia y yo me quedé aquí», recuerda.
Dice que no pasó miedo. «Dentro del mar sólo se piensa en España, si te mueres es cosa de Dios. Mueren muchos en el mar. Cuando te vas le pides a Dios que te ayude a llegar. Tienes que pensar en positivo, siempre».
Cuando Ali llegó a Tarifa no tenía aún 18 años. Estuvo en un centro de menores en Jerez de la Frontera y en otros en Sevilla. En uno de Cortes de la Frontera pasó siete meses hasta cumplir la mayoría de edad. El día de su cumpleaños no había ningún piso en el que pudiera ser acogido, así que se alojó en San Juan de Dios en Málaga esperando ocupar la plaza que ahora mismo tiene en uno de nuestros pisos.
«Mira el camino que he tenido que hacer para llegar aquí, no es fácil, es muy difícil», advierte dirigiéndose a aquellas personas que «piensan cosas malas de los inmigrantes». Ali lamenta que la gente piense que «estás aquí para robar o hacer cosas malas y a mí me duele mi corazón y mi cabeza porque he luchado y hecho un camino muy largo para llegar hasta aquí».
Es verdad que «hay muchas personas que piensan cosas buenas de nosotros pero hay otras que creen que estamos aquí para robar trabajos, dineros, pero no es así, estamos aquí para trabajar, luchar y ayudar a nuestras familias».
Si pudiera pedir algo al Gobierno para mejorar la realidad de los jóvenes como él que han «hecho mucho camino para llegar aquí» y se quedan en situación vulnerable al salir de los centros de menores, sería un permiso de trabajo que les permitiera tener un empleo cuanto antes y salir adelante. También reclamaría más celeridad en los procesos de documentación y permisos de residencia.
«Málaga Acoge me ha ayudado y tengo la residencia pero no hay permiso de trabajo, esto es lo peor. Es como si das casa a una persona, pero no le das cama», apunta.
La imagen que tenía de España no es la que se ha encontrado: «Creí que iba a ser más fácil», afirma, pero también dice que «nada es fácil nunca y que si sabes lo que quieres y lo que buscas, seguro que lo consigues. Tienes que luchar, no mirar atrás, solamente adelante por un futuro mejor».
Ali vive en uno de los pisos que gestionamos en el marco del programa «Apoyo a menores procedentes de centros de protección de menores » en colaboración con el Área de Derechos Sociales, Igualdad. Accesibilidad, Políticas inclusivas y Vivienda del Ayuntamiento de Málaga.